Un judío nazi

Una tradición del periodismo español es nacionalizar todas las noticias internacionales. Ante su incapacidad de hacer un análisis serio sobre lo que está ocurriendo fuera de sus fronteras, o simplemente porque no puede quedarse callado, el comentarista medio trae la cuestión al debate español. Hamás ataca Israel. En vez de preguntarse qué hará Netanyahu, o lo que piensa el Gobierno palestino en Cisjordania o Irán, o Hezbollah, se pregunta qué pensará Feijóo o Yolanda Díaz. Nada puede comprenderse fuera de los códigos de la política española.

Esto no es común solo de España, claro. En EEUU, por ejemplo, la guerra en Israel y los territorios palestinos se libra ya en los campus universitarios, lugar fetiche para las guerras culturales. Es cierto que el conflicto palestino-israelí tiene ramificaciones globales. Pero convertir todo conflicto global en un debate doméstico no es consecuencia de esto. Es un recurso perezoso e ignorante, y a veces sectario: lo importante es cómo explotar el tema en las batallas políticas nacionales. 

Luego hay otro tipo de reacción, que es recurrir al diccionario de ideas recibidas, o de lugares comunes. Israel es un Estado ilegítimo que se creó de la nada (al contrario que los demás Estados, que existen desde el Pleistoceno). ¿Cómo va a ser un musulmán antisemita si es también semita? O la que más ira me provoca: los judíos están siendo como los nazis. Hace unos días, el periodista Guillermo Fesser comentó en La Sexta lo siguiente: «Jamás creí que iba a decir esto, pero ahora mismo en el Gobierno de Israel hay un judío nazi. Es compatible: es judío y es nazi». No fue un desliz, porque añadió, para indagar en su provocadora ocurrencia, que Netanyahu «creció en el Holocausto, es lo que ha aprendido y es lo que está aplicando él».

«Pocas veces un argumento tan imbécil se había hecho pasar por algo tan sofisticado»

Es difícil analizar un argumento tan estúpido y vil. Hay una parte obvia: Netanyahu nació en 1949 en Tel Aviv, su padre nació en Varsovia en 1910 y en 1920 se mudó a Palestina, y su madre nació directamente en Palestina. El primer ministro israelí no solo no vivió el Holocausto; tampoco sus padres. Pero incluso aunque lo hubiera vivido, habría sido de niño. Fesser insinúa que «aprendió» de los nazis y está aplicando eso ahora contra los palestinos. Hay teorías conspirativas antisemitas contra George Soros más respetuosas con el pueblo judío.

Se pueden usar muchas palabras para definir a Netanyahu. Se le ha descrito como de ultraderecha, autoritario, «una amenaza contra la democracia en Israel» (como lo ha definido su biógrafo Anshel Pfeffer, que escribe en Haaretz y The Economist). Sus ministros están usando lenguaje genocida para referirse a la población de Gaza. Creo que no hay mejores críticos de Netanyahu que sus opositores en la prensa israelí; basta con ver las durísimas críticas contra él estos días del diario Haaretz, que pide su dimisión inmediata incluso en mitad de la ofensiva contra Hamás. Ninguno de ellos, sin embargo, está usando el concepto «nazi» ni evocando el Holocausto para criticarlo. Pero Fesser es mucho más listo. Se le ha ocurrido una idea brillante: judío nazi. Podría haber dicho que era un dictador, un sátrapa, un sanguinario. Pero judío nazi tiene más fuerza y, además, ¿no queda como irónico, paradójico? Da que pensar… Pocas veces un argumento tan imbécil se había hecho pasar por algo tan sofisticado. 

El otro día en una manifestación pro-Palestina en Sydney se oyeron gritos de «gasear a los judíos». Quizá Fesser debería haberse acercado a quienes lo gritaban para corregirles en su error: ¡el nazi es el judío!