Alemania llora para seguir quemando carbón
«El carbón es lo que ha convertido a Alemania en lo que es y, por ello, cuando el alemán mira al pasado ve el carbón nacional como un motivo de orgullo»
Corría el año 1923 y dos científicos alemanes, Fischer y Tropsch, desarrollaron un método químico para poder fabricar combustibles sintéticos a partir del carbón. Alemania se asienta sobre enormes cantidades de carbón y, aunque la gran mayoría sea lignito pardo de muy mala calidad, se trata de un recurso energético autóctono que los alemanes han sabido aprovechar muy bien a lo largo de la historia. Para que se hagan una idea, incluso llegaron a comerse su propio carbón, al fabricar a partir de éste mantequilla sintética por procedimientos químicos. Mantequilla de carbón se llamaba. Y se necesitaban 80 kg de mineral para obtener un kg de mantequilla.
A partir del método Fischer-Tropsch eran capaces de fabricar combustibles líquidos como la gasolina, el gasoil o el queroseno. ¿Cómo creen ustedes que un país sin petróleo puede lanzarse a la locura de la Segunda Guerra Mundial? ¿Cómo iban a mover a todo su ejército? Solo en el año 1944, Alemania producía 125.000 barriles diarios de combustibles líquidos a partir de su carbón autóctono. En ese año, el 90% del combustible de aviación y más del 50% de todo el combustible utilizado por el ejército de Hitler provenían del carbón.
Con posterioridad a la guerra, el carbón era la materia energética fundamental en Alemania. El 90% de sus necesidades energéticas provenían del carbón y fue este mineral el que alimentó su industria, haciendo crecer su economía de manera sostenida durante años con tasas superiores al 5%. El carbón es lo que ha convertido a Alemania en lo que es y, por ello, cuando el alemán mira al pasado ve el carbón nacional como un motivo de orgullo, como algo inseparable de su desarrollo y su progreso. Al contrario de lo que les pasa a los ingleses, por ejemplo, que únicamente ven las huelgas y disturbios de la época Thatcher. Por eso en Inglaterra acabaron con el carbón sin contemplaciones y en Alemania siguen con una política energética que nadie (salvo ellos) puede comprender.
A pesar su relación con el carbón, Alemania fue uno de los países pioneros en energía nuclear. Se lo tomó tan en serio que, no sólo instalaron centrales nucleares, sino que se lanzaron al desarrollo de su propia tecnología nuclear. Una tecnología tan excelente y avanzada que la central nuclear más moderna que tenemos en España se la compramos a ellos. Y es que Alemania no fue siempre antinuclear, sino todo lo contrario. De hecho, conviene recordar que, en el congreso socialdemócrata de Berlín Oeste de 1979, los socialistas alemanes decidieron por 273 a favor y 170 en contra apoyar la construcción de nuevas centrales nucleares en el país. Se hicieron antinucleares después y llevan siéndolo desde entonces, para desgracia de su política energética y, sobre todo, de los bolsillos de sus ciudadanos.
Todo esto nos lleva hasta la semana pasada, donde Alemania llevaba meses bloqueando la reforma energética que se estaba discutiendo a nivel europeo. Y lo hacía fundamentalmente por una razón: el miedo a que su industria quedara en total desventaja ante la industria francesa, respaldada por la segunda mayor flota nuclear del mundo. Y su miedo estaba justificado, porque la industria alemana lleva meses con números preocupantes y la invasión rusa de Ucrania ha puesto de manifiesto las miserias de las decisiones energéticas tomadas en Berlín en los últimos doce años.
El Gobierno de Alemania (y también el de España) defendía que las ayudas públicas fueran únicamente destinadas a las energías renovables, algo que Francia no iba a tolerar en modo alguno. Casi el 80% de su energía es de origen nuclear y no tiene pensado ponerse a dilapidar miles de millones de euros en una transición hacia energías renovables para no conseguir absolutamente nada desde el punto de vista climático. Eso que lo hagan otros, los que se llenan la boca con el clima y luego queman carbón como si no hubiera mañana. Sus vecinos del otro lado del Rin.
«Ahí le tienen llorando para poder seguir quemando carbón mientras su economía y su industria sufren por errores catastróficos tomados por políticos que nos vendieron cantos de sirena»
Así que Francia exigía que las ayudas públicas pudieran también ser destinadas a la modernización de su flota nuclear, algo con mayor impacto climático y, sobre todo, menor desembolso económico. Alemania se quedaba entonces en una situación muy vulnerable: Francia no necesitaba hacer una transición energética hacia energías limpias (ya lo hizo en los años 80 con la energía nuclear) pero ellos tendrían que abandonar el carbón y el gas en algún momento, invirtiendo miles de millones de euros que se sumarían a los casi 500.000 millones que ya se han gastado en los últimos años, con decepcionantes (y caros) resultados. Todo ello para estar en una situación mucho peor que la de Francia.
Solo les quedaba una solución, bloquear cualquier tipo de acuerdo a nivel europeo. Y así llevaban haciendo meses, hasta que la situación se hizo insostenible. Al final, para forzar una salida digna, a Alemania se le ha permitido que sus centrales de carbón sigan participando en mercados de capacidad y, de facto, se da vía libre a la quema de gas. Todo por el clima, por supuesto.
Ahí tienen al país que presume de liderar la transición energética, al que presume de ser más verde que nadie. Ahí le tienen llorando para poder seguir quemando carbón mientras su economía y su industria sufren por errores catastróficos tomados por políticos que nos vendieron cantos de sirena. Lo peor de todo es que en esta postura teutona del sostenella y no enmendalla pretendían arrastrarnos a todos los europeos. Arrastrarnos a una espiral de destrucción industrial, desempleo y pobreza. Arrastrarnos al decrecimiento, eso que está tan de moda y que algunos políticos ya han adoptado como concepto de cabecera. Échense a temblar, no ha hecho más que empezar.