THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

El rey del humo

«No se responde nunca a lo que se pregunta sobre la amnistía y Puigdemont. El humo lo invade todo. Y eso nunca es bueno en una democracia»

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El rey del humo

Ilustración de Alejandra Svriz.

Todo le viene bien a Pedro Sánchez para desviar e incluso apagar el foco y que la atención pública no mire, ni sepa nada sobre esas negociaciones suyas en la oscuridad sobre la amnistía con el prófugo de Waterloo. Tras las prisas que metió al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en su investidura, ahora las negociaciones se alargan sin fecha. Seguimos sin saber nada de su postura sobre la amnistía, tampoco conocemos la fecha de su investidura en el Congreso de los Diputados y lo único que se ve son los fuegos de distracción que produce y realiza sobre todo cuando los independentistas catalanes suben dialécticamente el nivel de sus demandas.

Hace unos días, Pere Aragonès, president de la Generalitat, acomplejado por el protagonismo de Puigdemont, decidía venir a Madrid, al Senado, a lanzar una proclama al resto de presidentes autonómicos a los que vino a exigir que aceptaran la amnistía y el referéndum, como pasos previos a la independencia. No se olvidó por supuesto, y por si acaso, de la cansina historia de que cómo España les roba pues todo ello se lo deben financiar los españoles. Habló y sé fue sin escuchar lo que tenían que decirle el resto de los presidentes sobre la amnistía.

¿Hablar de amnistía? Nada de nada. Sánchez dio la orden a los suyos de dar luz de gas al acto. Que ningún presidente socialista acudiera al Senado, no ya a hablar, sino ni siquiera a escuchar nada sobre esa amnistía que paradójicamente los palmeros de Moncloa venden entre bambalinas como el remedio mágico para el diálogo y la convivencia en Cataluña. La cortina de humo fue la carga contra el Partido Popular por «usar con fines partidistas» el Senado. Él. El que ha sido capaz de conceder indultos, eliminar la sedición y minimizar la malversación por un puñado de votos. Es verdad que él no lo hizo por fines partidistas, sino por fines personalistas, para conservar el poder.

Pasan las semanas y sigue el runrún de la amnistía. Que si el acuerdo avanza, que si está muy cerca, que si está casi cerrado con Junts. Y entonces va Puigdemont y empieza a manifestar o a filtrar más disparates inconstitucionales. Por ejemplo, el reconocimiento por escrito en una ley que no sea modificable, y en paralelo con la ley de amnistía, que reconozca que Cataluña es una nación. Que además la futura ley de amnistía, de alivio, de olvido o cómo se vaya a llamar, que sea también intocable e inmutable para que ningún gobierno en el futuro pueda anularla ni modificarla. Parece que los independentistas ya creen a Sánchez y dan por hecho consumado que el Tribunal Constitucional no será ningún problema, más bien lo contrario, que será la alfombra jurídica del paseo militar independentista con la amnistía por encima de la propia Constitución.

Todo esto circula por los mentideros políticos y periodísticos, pero nadie sabe a ciencia cierta cual es la auténtica situación. Sólo Sánchez y unos pocos de los más cercanos. Sánchez no quiere que se sepa. A pesar de que prometió en rueda de prensa hacer pública su posición sobre la amnistía cuando le fuera encargada por el rey la investidura, no lo ha hecho. Sánchez ha vuelto a lanzar cortinas de humo para acallar la cuestión. Y qué mejor cómplice para ello que la siempre entusiasta vicepresidenta segunda del Gobierno y líder de Sumar. Yolanda Díaz ha escenificado ante los principales cargos del propio Gobierno de coalición, un acuerdo de más de cuarenta páginas donde no se habla de esa necesidad vital de recuperar la concordia y el dialogo para «poner a cero» el conflicto de Cataluña. 

Es el asunto crucial que va a decidir la presidencia o no de Sánchez. Que además apoyan con ahínco todas las formaciones que componen Sumar, y, sin embargo, nada de nada se dice en ese acuerdo entre socios que parece más un programa para el ministerio de Trabajo que un acuerdo de gobierno. Eso sí. Venía cargado con nuevas bombas de humo. Empezaron con la reducción de la jornada semanal laboral. Y siguieron con la limitación de los vuelos interiores internos cuando haya alternativa en tren de menos de dos horas y media (excepto para el Falcon).

Dos buenas cortinas de humo que no impidieron que los periodistas alucinaran con la decisión de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz de no aceptar ni una sola pregunta en el acto de presentación de su acuerdo. Sabían que los periodistas preguntarían por un asunto que el que de verdad tiene paralizado al Gobierno, al Congreso, a los ministerios, y sobre todo a la investidura. Nadie puede preguntar por la amnistía. Ni por el referéndum. Ni por la nación catalana. Ni por la sobrefinanciación a Cataluña. Todo top secret. Para algunos es que todo está cerrado. Para otros es que no acaba de cerrarse.

Sánchez controla todo para evitar cualquier intento de que aflore la transparencia. Hasta tal punto se extiende la oscuridad, que la también entusiasta portavoz del gobierno Isabel Rodríguez limita cada día más el número de preguntas en lo que antes se creía que era «rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros». Ahora son pocas las preguntas y peores las respuestas. No se responde nunca a lo que se pregunta sobre la amnistía y Puigdemont. El humo lo invade todo. Y eso nunca es bueno en una democracia. 

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