THE OBJECTIVE
Carlos Mayoral

No es avión para pobres

«El último sapo que nos hemos de tragar es: sal de Chamartín a las cinco para llegar a Gare de Austerlitz al día siguiente, mientras otros se agarran al Falcon»

Opinión
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No es avión para pobres

Una imagen de Pedro Sánchez en una campaña del PP. | Europa Press

Te hablo a ti. Sí, a ti, currante de los que sacan adelante a la familia para alguna vez, quién sabe cuándo, poder pagar un viajecito a Disneyland y creer así en todos los idealismos gracias a la sonrisa de tus hijos bajo el castillo ese pintado de rosa. Te hablo a ti, sí, currito que echas horas para poder llevar a la parejita este verano a Roma para hacerte una foto bajo el óculo del panteón de Agripa o a Venecia para besarte junto al puente de los Suspiros. También a ti, que palmas una paga extra cada año para conocer alguna otra cultura, descifrar la carta en otro idioma, examinar ese pórtico gótico del que te hablaron en la facultad, o disfrutar de ese solecito mediterráneo que con tan buen gusto te dora la piel en la playa de l’Espiguette de Montpellier, o de ese noble arte del regateo ese zoco de Marrakech, o de la magia de las mareas en mont Saint-Michel. A todos vosotros os digo: preparad vuestras cervicales. Id sacando el billete de tren nocturno, veinticuatro horitas para cubrir un millar de kilómetros con el lomo baldao. Id preparando el ferry para cruzar el estrecho, el vagón de tercera machadiano, el manspreading de los que se sientan a la vera.

Resulta que el Gobierno que ahora mismo crece como un embrión en el vientre de esta pobre patria pretende prohibir los vuelos de menos de casi tres horas que tengan alternativa por tierra. Obviamente eso sólo nos afectará a nosotros, tristes parias de una sociedad que acepta poco a poco la degradación de todos sus rincones: precios, comodidad, bienestar, derechos, libertades, etc. El último sapo que nos hemos de tragar es este: sal de Chamartín a las cinco de la tarde para llegar a Gare de Austerlitz al día siguiente con el alma y la columna en cuarentena, mientras otros se agarran al Falcon como un niño a un caballito de juguete, acumulando kilómetros como el muchacho balanceos. Eso no es para nosotros, curritos, porque entre tantas degradaciones estamos aceptando, tácitamente o no, que cada día crezca más la distancia entre la clase privilegiada y el resto.

«El Gobierno que ahora mismo crece como un embrión en el vientre de esta pobre patria pretende prohibir los vuelos de menos de casi tres horas»

¿Y todo esto en nombre de qué? Si algo ha hecho el wokismo en estos últimos años es convertir causas necesarias y dignas en un sainete, en un esperpento, en una farsa. Feminismo, animalismo o ecologismo son movimientos que mi generación -puse treinta y siete velas en la tarta hace un mes- ya había interiorizado sin necesidad de idioteces. Pero estos gobiernos han captado que cuanto más hiperbolicen el feminismo, que cuantas más medidas grotescas que deformen animalismo promuevan, que cuantas más leyes que exageren el ecologismo hasta la sátira promulguen, más votos obtendrán en los próximos comicios. Decía Julián Marías que odiaba al nacionalista porque el sufijo –ista viene de –itis, y esto supone «inflamación», y por ende «enfermedad». Bueno, pues gracias a esta «ecologitis», querido lector, nos vemos este verano en un vagón de tercera, ligeros de equipaje, como los hijos de una sociedad que se va, definitiva y necesariamente, al guano.

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