Amnistía, de entrada sí
«Los independentistas catalanes entran triunfadores en el nuevo Congreso. Pero si Sánchez cree que aquí se acaba la historia se equivoca. Mañana pedirán más»
La amnistía a Carles Puigdemont y compañía no «normalizará» Cataluña. Menos aún España. Lo que va a conseguir Pedro Sánchez con sus forzados pactos -además de ser investido de urgencia- será normalizar el secesionismo y la falta de respeto a la oposición y a la ley. Esa amnistía, pactada de tapadillo y aprobada fuera del Parlamento español, es impropia de una democracia europea. Anular delitos de desobediencia y malversación en bloque es una cuestión trascendental, afecta a la Constitución y al modelo de Estado. Debería, por tanto, ser discutida en el Congreso y consultada a todos los españoles. Pero Sánchez ha negociado y decidido su propio referéndum: «Amnistía, de entrada y sin votar, sí». Los tiempos, desde luego, están cambiando.
El 12 de marzo de 1986 se hizo uso, por primera vez, del mecanismo previsto en el artículo 92 de la Constitución española para obtener la opinión ciudadana «sobre una decisión política de especial trascendencia». A propuesta del Gobierno socialista de Felipe González, se realizó un referéndum sobre la permanencia de España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte. A pesar del tan repetido eslogan de «OTAN, de entrada no», ganó el Sí.
Hubo debate y mucha controversia, incluso dentro del PSOE, que siempre se había considerado anti atlantista. El ministro de Exteriores, Fernando Morán, partidario de la salida de la OTAN, dimitió. Muchos socialistas se dieron de baja y acabaron, años más tarde, en Izquierda Unida. Sin embargo, la decisión se tomó conforme a la Constitución y previa discusión en el Congreso, a pesar de que Felipe tenía ya entonces la mayoría absoluta. Echar la mirada atrás te obliga a enfrentarte a las comparaciones con el momento actual, tan lleno de estrategia, de fotos recortadas, de teatro y decisiones entre bastidores. Felipe y el PSOE cambiaron de opinión, pero su veleidad se sometió a consulta de todos los españoles.
La Constitución de 1978, tan maltratada últimamente incluso por partidos que fueron esenciales en su redacción, prevé tres modalidades de referéndums: la destinada a reformar la Carta Magna; la que contempla la aprobación de Estatutos de Autonomía y, finalmente, la que se utiliza para opinar sobre decisiones políticas de «especial trascendencia». Aprobar una amnistía para quienes organizaron un referéndum ilegal de independencia y siguen defendiendo las decisiones unilaterales es, desde luego, importante para España y su futuro. Tiene trascendencia.
«Ninguno de los dos grandes partidos (PSOE y PP) llevaba la amnistía en su programa para las pasadas elecciones generales»
Al margen de las opiniones políticas o jurídicas sobre la constitucionalidad del olvido absoluto, ninguno de los dos grandes partidos españoles (PSOE y PP) llevaba la amnistía en su programa para las elecciones generales de hace cuatro meses. Por tanto, el voto del bipartidismo, que es mayoritario en España (un 70% del total), no se depositó a favor ni en contra de la amnistía. Depositamos la papeleta por otros motivos: la salud, la economía, las jubilaciones, el precio del alquiler, el futuro de nuestros hijos y nietos…
La reciente reunión de la Ejecutiva del Comité Federal del PSOE, con tanta unanimidad y sonrisas de amor sin fisuras, no parecía propia de un partido socialdemócrata con una larga historia de debate y convivencia entre distintas familias. Se asemejaba más a los sumisos y parcos debates de los comités centrales de los viejos partidos marxistas. Los obedientes militantes aprobaron la propuesta de Sánchez por aclamación.
«¿Apoyas el acuerdo para formar un gobierno con Sumar y lograr el apoyo de otras formaciones políticas para alcanzar la mayoría necesaria?» Esa era la evasiva pregunta que la Ejecutiva socialista aprobó por aclamación presentar a sus bases. Ni mentar a la amnistía o al independentismo, no vaya alguien a asustarse. Los militantes estarán votando hasta el sábado, aunque, en este ambiente de cerrar filas, cualquier socialista con puesto de trabajo en el partido o alrededores habrá entendido que no están los tiempos para la crítica si quieren conservar la silla.
«La cara de Cerdán dejaba claro que había ido a comerse un marrón y escenificar un acuerdo ya rubricado fuera de las cámaras»
Triste imagen la de la reciente visita a Puigdemont del número 3 del PSOE, Santos Cerdán, y otros dos eurodiputados socialistas. La cara de circunstancias de Cerdán dejaba claro que había ido a comerse un marrón y escenificar un acuerdo ya rubricado fuera de las cámaras y con ministros. La sonrisa de Puigdemont era de ganador indiscutible. Una hora de pose. Me cuesta creer que tardaran tanto en hacerse una simple foto, la única, la misma, enviada a los medios.
La idea del aspirante a presidente es llegar a la investidura con los votos necesarios y habiéndose desgastado lo mínimo. Sin embargo, me temo que, cuantas más fotos se publiquen del fugado sonriendo, más gente saldrá a la calle. Por grima, hartazgo, interés político, convicción democrática, espíritu de la Transición o porque, simplemente, se puede…Dicen las encuestas que el patriotismo español se ha despertado.
Veremos dentro de unos años, cuando volvamos la vista atrás, hasta dónde nos ha llevado el camino de Sánchez. Durante la anterior legislatura, se gobernó a base de decretos y leyes exprés, jurídicamente mal redactadas, exigidas por un socio o por otro. A las peticiones de los viejos socios -Podemos, Sumar, ERC, Bildu, PNV- se sumarán ahora las de Junts.
Los independentistas catalanes entran triunfadores en el nuevo Congreso. Pero si Sánchez cree que aquí se acaba la historia se equivoca. Mañana mismo pedirán más, más y mucho más. Unos Navarra, otros Aragón o Catalunya. Necesitan ganar las próximas autonómicas. Las piedras en el camino socialista aumentarán. Se convertirán en rocas. Pero da igual, Pedro Sánchez ya es presidente.