Abrazo a un amigo
«Vidal-Quadras pasará a la historia como el primer diputado que dijo en el Parlament que él no era nacionalista y que Cataluña no era una nación»
Me encontré por última vez con Alejo Vidal-Quadras en la manifestación del pasado 8 de octubre en Barcelona contra la amnistía y la autodeterminación. Nos cruzamos casualmente y nos dimos un abrazo, ambos eufóricos y sonrientes por los miles de personas que ocuparon todo el Paseo de Gracia atendiendo la convocatoria de Sociedad Civil Catalana. Si bien estaba retirado de la política activa, debido a sus sólidos valores morales, Alejo siempre acudía cuando le llamaban para defender sus principios políticos y ejercer de ciudadano responsable y ejemplar.
El acuerdo hecho público ayer entre el PSOE y Junts desborda todo lo que podíamos imaginar entonces. Es todavía mucho peor. Los socialistas han comprado al nacionalismo catalán el relato histórico de los independentistas, han echado culpas imaginarias a los jueces y policías que defendieron la Constitución y han despreciado a bastante más de la mitad de los catalanes que no comulgan con sus ideas.
Aquel día, el pasado 8 de octubre, sólo rechazábamos la amnistía y la autodeterminación. Ahora el paquete pactado es mucho mayor, indigerible y peligroso. En todo caso, Alejo estaba ahí como siempre. Han pasado muchos años y pocos le recuerdan. Pero Vidal-Quadras pasará a la historia como el primer diputado que dijo en el Parlamento de Cataluña que él no era nacionalista y que Cataluña no era una nación. Algunos lo vivimos con emoción, entusiasmo y esperanza. Era a finales de los años 80 y se había convertido en líder del PP catalán.
Su discurso era completamente renovador: el catalanismo transversal y obligatorio que imponía Jordi Pujol -a quien le daba igual que los partidos fueran de derechas o de izquierdas, lo que le importaba era que todo el espectro político catalán aceptara su nacionalismo- empezaba a quebrarse, por la derecha y no por la izquierda. Por fin había una voz que hablaba sin complejos del gran tabú de la política catalana: el nacionalismo.
Algunos, que circulábamos desde hacía años por los ámbitos de la izquierda -Eugenio y Carlos Trías, Pepe Ribas, un joven Arcadi Espada, Iván Tubau o yo mismo-, nos acercamos a Alejo para decirle que, en ese punto, el del nacionalismo, estábamos totalmente de acuerdo con él. Otros, menos conocidos porque no escribían en los periódicos pero más activistas, hicieron lo propio, en especial los que formaron en los primeros años 90 la Asociación por la Tolerancia: Antonio Robles, Félix Pérez Romera, Julio Villacorta, Marita Rodríguez, Pepe Domingo, entre otros muchos. La conjunción entre ambos dio lugar a un núcleo de resistencia que ha seguido hasta hoy, con las transformaciones naturales.
«Un luchador por sus ideas que coincidía con las nuestras al menos en un punto: su antinacionalismo»
En el centro de todo ello, había un personaje que todos respetábamos mucho: Vidal-Quadras. Un luchador por sus ideas que coincidía con las nuestras al menos en un punto: su antinacionalismo, su no nacionalismo. De esta extraña melànge surgieron los Manifiestos Babel de 1997 y 1998 que establecieron unos criterios teóricos sólidos sobre el nacionalismo y la lengua: hoy todavía pueden leerse con provecho. Nos convertimos en bestias negras de los nacionalistas catalanes.
Lo pagó sobre todo Vidal-Quadras: el apoyo de CiU a la primera investidura de Aznar estuvo condicionada a la destitución de Alejo como líder del PP en Cataluña. Ahí inició su brillante carrera como eurodiputado, fue durante un tiempo vicepresidente del Parlamento Europeo, pero desapareció del frente catalán donde había sido decisivo en los años anteriores.
Vidal Quadras era catedrático de Física Nuclear de la Universidad Autónoma de Barcelona, allí lo conocí, y desde el primer momento nos hicimos amigos años antes de las posteriores luchas contrarias al nacionalismo. Fue desde siempre un liberal, un ávido lector de Hayek, Popper, Von Mises y Friedman, un admirador de Margaret Thatcher, por tanto liberal en política y en economía. ¿Cómo podía una persona con esta formación ser nacionalista?
Además es muy valiente, no puede callar lo que piensa, lo dice con moderación y muy educadamente, pero lo dice con toda claridad. Esto es lo que molestaba a los nacionalistas catalanes: si él creía que Cataluña no era una nación no podía decir otra cosa y lo expresaba sin ambages pero de forma razonada, en un tono pausado, con argumentos que todo el mundo entendía. Sin duda pasará a la historia de la Cataluña reciente porque gracias a él, desde posiciones distintas a la suya, otros iniciamos un camino paralelo y coincidente, aunque parezca una paradoja.
Ayer te dispararon un tiro en Madrid, en plena calle, mientras esto escribo parece que te estás recuperando bien dentro de lo que cabe. Sin duda el autor del disparo era un integrista de uno u otro signo. Siempre te han odiado los integristas, son los riesgos de ser liberal, de situar la libertad individual en el centro de tu pensamiento, de haber leído también a Stuart Mill.
Recuerdo que en aquellos años de Barcelona eras presidente de una pequeña fundación llamada Concordia cuya divisa era «pasión por las ideas». Siempre me fascinó este lema, también la palabra concordia. No todos son como tú, a algunos lo que les fascina es el poder por encima de todo aunque siembren discordia. No son de los tuyos, son adversarios y si disparan son enemigos.
En la manifestación de Barcelona nos dimos un breve abrazo, espero darte uno más largo y emotivo cuando nos volvamos a encontrar. Pronto.