Puigdemont, de victimario a víctima
«Antes los independentistas podían sublevarse, pero inmediatamente el PP y el PSOE se ponían de acuerdo para sofocar la intentona»
Si se vuelve la mirada hacia atrás, casi resultan enternecedores Pablo Iglesias y Podemos cuando decían que iban a asaltar los cielos. Al primer brinco se descalabraron con el friso de la vicepresidencia y del Ministerio de Igualdad, y antes de que recuperaran las luces ya era evidente que estaban aburridos y desconcertados, y que mejor les iría dedicándose al agit prop y no a la administración de asuntos públicos. Su vuelo fue torpe y corto, y habría sido del todo anecdótico de no ser por el alumno aventajado que supo copiar sus metas y planes y aplicarlos con sorprendente efectividad.
Pedro Sánchez derrotó y aplastó a Podemos, pero no para depurar la política de tácticas salvajes y osadas, sino para asimilarlas. Y esto, lejos de ser un alivio, ha enredado el panorama político. Era mucho mejor cuando el populismo estaba en boca y en manos de los populistas. No había espacio para la confusión o el error. Se sabía de qué iba el juego: había dos partidos constitucionalistas, el PSOE y el PP, y varios otros independentistas, nacionalistas o populistas (de izquierdas y derechas), que perseguían fines particulares y se oponían, por ser un obstáculo en su camino, a la Constitución del 78 y a los pactos de la Transición.
Era fácil, era claro. Y era tranquilizador. La amenaza parecía poca cosa pues había dos columnas sólidas comprometidas con las instituciones liberales y la estabilidad del Estado. Los independentistas podían sublevarse, pero inmediatamente el PP y el PSOE se ponían de acuerdo para sofocar la intentona. Lo desconcertante del momento actual es que Sánchez cambió esta dinámica. Ha jugado una carta riesgosa, que supone formar un bloque con todos los actores políticos iliberales de extrema izquierda y extrema derecha, desde Bildu a Junts per Catalunya, dejando por fuera sólo a Vox. Las cuentas le han salido y todo indica que se perpetuará en el Gobierno, pero a un costo escandalosamente alto.
«Era mucho mejor cuando el populismo estaba en boca y en manos de los populistas. No había espacio para la confusión o el error»
No sólo se ha abierto una grieta, como en Argentina, entre los dos partidos mayoritarios, sino que el paquete de concesiones que ha prometido a sus nuevos aliados es alarmante e indigerible. Sobre todo porque deslegitima la acción de la rama judicial, imponiendo a las malas, sin justificación alguna más allá de perpetuar su mandato, una amnistía a golpistas, malversadores y violentos, que cuestiona la acción de quienes vieron en todo esto un atropello institucional.
Defender esto en nombre del bien de España, de la concordia, del reencuentro, del diálogo y la paz social, es inútil, por no decir cínico. Las calles de Madrid están ardiendo y las relaciones personales se avinagran. El daño que Sánchez le está haciendo al PSOE, a la izquierda y al Estado de derecho no se justifica. Al permitir que caiga una sospecha sobre el proceder de los jueces, y aceptar, sabiendo que no es así, que su acción ha estado guiada por criterios ideológicos y no jurídicos, transforma a un grupo de golpistas y delincuentes en víctimas del lawfare. Una vez se cae en ese juego, una vez se legitima el uso de ese burladero, se pierde por completo la capacidad de juzgar los actos públicos.
Así se degrada la justicia en beneficio de quien tiene poder. La realidad y la objetividad se desvanecen; deja de haber un piso común. En adelante, todo será guerra política e ideológica. Con una grieta social, burbujas mediáticas y trincheras culturales, los míos jamás delinquirán, y cualquier requisitoria judicial será un ataque político, no un llamado a rendir cuentas. Con la sospecha del lawfare eso es lo que se acaba, la rendición de cuentas. Nadie es responsable de nada, todos son víctimas de jueces instrumentalizados por los enemigos.
Llegará el momento en que tengamos que volver de nuevo a mirar atrás, y lejos de enternecernos nos preguntaremos qué pasó, cómo se pudo llegar tan lejos, qué fin justificaba estos medios, por qué asuntos tan serios acabaron en manos de un aventurero megalómano y un fanático golpista.