Las indignantes explicaciones de los acuerdos
«Sánchez dijo que aceptaba la amnistía por el bien de España. De ser como dice ahora, hasta la noche del 23-J el interés de los españoles le importaba un carajo»
Como demócrata, siento un inmenso dolor por el contenido de los diferentes acuerdos que ha suscrito el PSOE para pagar el precio que le exigen para apoyar la nueva investidura de Sánchez. Comparto plenamente el intenso rechazo social, nunca visto, que ha provocado entre la sociedad española y considero que con lo pactado entre el PSOE y sus socios independentistas se agrede de modo inclemente a la separación de poderes, por ello al Estado de Derecho y por ende a la democracia. También considero que constituyen una agresión a la igualdad entre españoles, a la justicia tributaria, a la solidaridad regional, al orden público y a la fidelidad histórica entre otros muchos valores.
No me voy a extender en la descripción en detalle de las agresiones reseñadas pues ya han sido explicadas suficiente y fundadamente por todas las innumerables voces institucionales, corporativas, académicas, sociales, profesionales, mediáticas y personales que se han levantado contra la eutanasia pasiva de nuestro modelo de democracia constitucional que proyecta hacer Sánchez para seguir en La Moncloa. Por el contrario, voy a exponer la indignación que me provocan las explicaciones con las que Sánchez y los suyos pretenden justificar la tropelía que están cometiendo.
Empezaré recordando que el presidente en funciones y candidato a la investidura declaró solemnemente ante los suyos que aceptaba la amnistía que le exigían los independentistas catalanes, delincuentes condenados y prófugos de la Justicia, por el bien de España y por el interés de los españoles. ¡Vaya cuajo! En todo caso, aquellos que le crean deberán tener en cuenta que, de ser como ahora él dice, hasta la noche del 23-J a Sánchez el bien de España y el interés de los españoles le importaban un carajo. No es menos sainetesca la afirmación de su vicepresidenta y aspirante a seguir siéndolo, porque la peculiar Yolanda ha afirmado que «la amnistía es para la gente común». ¿Entiende ella por gente común a los que incendiaron las calles de Barcelona durante 15 días? ¿O a los que sabotearon el aeropuerto de El Prat durante 24 horas? ¿O a los que lanzaron piedras, ladrillos y objetos incendiados a los agentes del orden público? ¿O al que intentó quemar vivo a un policía introduciendo un cóctel molotov debajo del vehículo en el que estaba? ¿Es esa la «gente común» a la que se refiere?
«¿Aceptó el PSOE en el pacto con ERC con el que inició la legislatura anterior el indulto a los imputados por sedición?»
Bajando el listón de los justificadores resulta proverbial la habitual torpeza de Patxi López. Éste ha manifestado que conceder la amnistía es la continuidad lógica de lo hecho por el Gobierno de Sánchez en la legislatura pasada. ¡Caray! Si fuera así, resulta incomprensible que durante los últimos cuatro años se estuviera rechazando permanentemente desde Ferraz y desde Moncloa la amnistía siendo ésta, como ahora dicen, la continuidad lógica de lo que estaba haciendo Sánchez. Pero bueno, Patxi es como es y resulta imposible buscar lógica alguna en sus manifestaciones. Sin duda no ha percibido la interpretación que puede darse a sus palabras porque dado que se pasó la legislatura pasada cediendo ante los independentistas, es evidente que ahora su continuidad lógica sea seguir cediendo. Patxi, Patxi…
Ampliando el abanico de los corifeos de los acuerdos, escuchamos a diario a los políticos y periodistas partidarios del régimen sanchista argumentar que no todas las pretensiones independentistas figuran como aceptadas en los acuerdos suscritos. De entrada, conviene considerar que, si bien existe alguna pretensión indepe que no ha sido explícitamente aceptada por el PSOE, también es cierto que en lo firmado no figura su rechazo. Y aún más ¿aceptó el PSOE en el pacto con ERC con el que inició la legislatura anterior la concesión de un posible indulto a los imputados por sedición en el caso de que fueran después condenados? ¿Aceptó en dicho momento la eliminación del delito de sedición? ¿Aceptó entonces la rebaja de las penas por el delito de malversación? No y, sin embargo, conforme le fueron siendo necesarios en el Congreso los votos de ERC, no dudó en ir aceptando sumisamente las imposiciones de Oriol Junqueras.
Ergo, la experiencia reciente de la praxis de Gobierno de Sánchez y la actual aritmética parlamentaria anticipan que, sí o sí, durante la presente legislatura volverá a claudicar cada vez que así necesite en el Congreso votos de los que van a hacerle otra vez presidente. De modo que en los próximos años veremos cómo, paso a paso, Sánchez dará cumplimiento a la agenda independentista: condonación de la deuda de la Generalitat; referéndum de autodeterminación; cesión del 100% de los impuestos estatales; entrega de los inmuebles del Estado a la Generalitat… y todo el conjunto de regalías que sus socios parlamentarios le han anunciado en los acuerdos firmados.
También nos afirman los partidarios del nuevo régimen que la concesión de la amnistía favorecerá la extensión del efecto balsámico que se ha logrado con las anteriores cesiones realizadas por Sánchez en relación con el rechazo político y sentimental de Cataluña a sentirse integrada en España. Primero, este rechazo a la integración no es algo presente en todos los catalanes siendo algo exclusivo de los independentistas. Y segundo, referido a estos últimos, ¿dónde ven los partidarios de Sánchez el pretendido efecto balsámico logrado hasta ahora? ¿Y dónde ven el supuestamente conseguido estos días al aceptar amnistiar al conjunto de delincuentes que van a ser amnistiados? La hemeroteca les desmiente a diario. Basta con haber leído leer en los medios lo que han venido manifestando los independentistas y leer lo que están declarando en estos momentos para constatar lo contrario.
«Sánchez y su banda apelan al obligado respeto a la voluntad popular emanada de las urnas el 23-J. ¡Poca vergüenza!»
Las últimas justificaciones que se utilizan a las que quiero referirme son las que pretenden basarse en el funcionamiento del modelo parlamentario. De una parte, tenemos que escuchar como Sánchez y su banda apelan al obligado respeto a la voluntad popular emanada de las urnas el 23-J. ¡Poca vergüenza! ¿Pretenden acaso que la mayoría del pueblo español votó a favor de amnistiar a los que van a ser amnistiados? Es público y notorio que hasta el día anterior Sánchez negó categóricamente la posibilidad de la amnistía por anticonstitucional y por injusta. Luego no cabe escudarse en el resultado electoral para santificar que se vaya a acordar y hacerlo es una manipulación argumental poco ética.
De otra, el conglomerado que rodea a Sánchez, políticos y periodistas de cámara, apelan a que tanto la investidura de Sánchez como la futura ley de amnistía, ambas basadas en los pactos que han incendiado a España, van a ser aprobadas en el Congreso de los Diputados. Y con semejante argumento pretenden acabar con el debate y la polémica. ¡Valientes demócratas! De manera que según su forma de entender la democracia todo lo que se apruebe en el Congreso debe quedar exento de la crítica política y del rechazo social. En su peculiar concepción ni una ni otro cabrían ya a partir del momento en que 179 o 178 diputados aprueben primero la investidura y después la amnistía. Pero no, la democracia requiere que las decisiones se adopten por las mayorías parlamentarias, claro que sí, pero el mero cumplimiento de este único requisito no convierte a un sistema en democrático. Se necesita más, mucho más. Entre otras cosas dar el valor que tiene al sentir social manifestado por la opinión pública.
Cualquiera que se aproxime objetivamente a la cuestión ha de concluir que la mayoría de los españoles son contrarios a los pactos de investidura acordados por Sánchez y especialmente a la amnistía. Llevar adelante, pese a ello, la aprobación de ambas cuestiones implica contradecir a la mayoritaria opinión pública española y eso no dice mucho del espíritu democrático de quien va a impulsar su aprobación. Y si considera que el diagnóstico es erróneo y que, contrariamente a lo expuesto, los españoles sí apoyan sus pactos y la amnistía, lo tiene fácil Sánchez. No es imprescindible que convoque nuevas elecciones como le pide la oposición, bastaría con que convocase un referéndum consultivo como el que Felipe González si se atrevió a convocar sobre el tema OTAN. Así podría constatar si los españoles aprobamos o no los pasos que se propone dar. Después, que obrase en consecuencia.
Pero no, Sánchez no lo hará. Definitivamente su concepción de la democracia es ciertamente peculiar y, desde luego radicalmente contraria al espíritu con el que nuestros constituyentes elaboraron la Constitución que los españoles aprobamos en su día y que ha iluminado hasta hoy nuestra convivencia democrática. Qué es lo que ilumina el nuevo régimen que está construyendo Sánchez destruyendo desde el poder nuestro acerbo constitucional solo lo sabe él.