Resistir para sobrevivir
«Resistir a la injusticia es la única forma de que sobreviva nuestra democracia y nuestra dignidad como estado social democrático y de derecho»
Millones de españoles han sufrido el mayor ataque institucional que se pueda recibir directamente de su máximo mandatario ejecutivo. Por primera vez en democracia, un candidato en la investidura ha manifestado alto y claro, y en el mismísimo Congreso de los Diputados, que él no viene a ser el presidente de todos los españoles. Sin que le temblara la voz, vino a decir que para él media España es fascista y que los pactos autonómicos entre el PP y Vox están a punto de hundir España.
Para Pedro Sánchez, el primer y el tercer partido más votado en las últimas elecciones son un peligro para España. No lo son los partidos independentistas que dieron un golpe contra la Constitución. No lo son los herederos políticos de ETA. No lo son sus propias decisiones pasadas como los indultos o el asalto al Código Penal y al Tribunal Constitucional. Ni siquiera su pervertida alianza con prófugos de la justicia para la más indignante ley que se haya perpetrado nunca en España, la ley de la amnistía.
Él, Pedro Sánchez, va a construir un muro. Como si fuera la protagonista de la serie de los Javis, La Mesías, esa mujer egoísta que dice escuchar a Dios para tiranizar a sus hijas y alejarlas del mundo real, Sánchez nos dice que tiene la misión divina de crear un muro contra los dos únicos partidos que le son oposición. Y en un trance continuo les acusa de que les gustaría amordazar el Poder Judicial y censurar a la prensa. Acusaciones que son sus propias obsesiones y que se las achaca a ese PP al que el presidente, más que gobernar, hace oposición permanentemente.
Sánchez está poseído, como la Montserrat de la serie, por la soberbia del que quiere hace creer a los demás, que piensa en los demás, que cuida a los demás, que trabaja por los demás y todo con el fin de ocultar que solo piensa en su poder, en su propio placer, en sí mismo. No duda en mentir, porque no cree que mienta, ni que incumpla la ley, ni que rompa la democracia, el poder judicial o la igualdad de los españoles. Se cree poseedor de la esencia divina que le ha elegido a él para hacer lo que quiera con la democracia española incluyendo una ley de amnistía que incluso ha dejado redactar a los propios acusados independentistas a los que beneficia, en un acto surrealista digno de análisis psiquiátrico.
«Decía Fernando Savater que es la hora de los valientes. Que hay que mantener la protesta y la desobediencia debida contra todas las leyes que van contra la unidad nacional y la igualdad de los españoles»
Poco importa que suponga la mayor aberración ética, legal y democrática que haya visto la razón en décadas. Seguirá adelante, con el apoyo robótico de esos miles de socialistas con cargo que, sincronizados con el mensaje de la secta, asienten en cuestión de segundos, a todo lo que diga el líder, aunque sepan en sus momentos privados de lucidez, que la amnistía a Puigdemont por siete votos en el Congreso prostituye el estado de derecho y la igualdad de los españoles ante la ley.
Pero finalmente, sí ha surgido un muro. Un muro de dignidad. Un muro de resistencia. Un muro de rebeldía ante la felonía. De nuevo centenares de miles de españoles han mostrado en las calles su repulsa al ataque más grave que está sufriendo la democracia. No son expertos magistrados, ni expertos fiscales, ni expertos letrados judiciales, ni expertos diplomáticos, ni expertos inspectores de Hacienda, ni expertos inspectores de Trabajo, ni expertos abogados del estado. Pero piensan lo mismo que ellos. Que los acuerdos de Sánchez con Puigdemont y con Junqueras y con Otegi, con dos condenados y un prófugo, son indignos e ilegales.
Decía Fernando Savater en la plaza de Cibeles, frente a centenares de miles de madrileños, que es la hora de los valientes. Que hay que mantener la protesta y la desobediencia debida contra todas las leyes que van contra la unidad nacional y la igualdad de los españoles. Es la hora de los valientes y la hora de luchar contra la cobardía de ser pasivos y tolerantes con medidas que suponen un ataque al corazón de nuestra democracia. Pocos en España pueden presumir, y él no lo hace, de ser tan valientes y lúcidos y coherentes como Fernando Savater. Si el catedrático de ética se mantuvo valientemente firme en sus principios contra los asesinos de ETA, como no lo va a hacer frente a un Sánchez que pareciera que ha robado y adoptado el manual de populista de Pablo Iglesias.
Resistir a la injusticia es la única forma de que sobreviva nuestra democracia y nuestra dignidad como estado social democrático y de derecho. La resistencia cívica, constante y activa es la única forma de que sobrevivíamos nosotros mismos. Porque si permitimos esta felonía de Sánchez, detrás, muy pronto, vendrá otra. Y luego otra y otra. Y otra. Y cuando el sistema democrático y la convivencia estén dañadas de gravedad será ya demasiado tarde y entonces el orden constitucional estará pervertido y controlado. No esperemos a lamentarnos. Resistamos ya con todas nuestras fuerzas.