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Fernando Savater

Malos por conocer

«La gente se irá dando cuenta de que si no gobierna la derecha, lo de comer se va a poner cada vez más chungo y Meloni o Milei empezarán a parecer más atractivos»

Opinión
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Malos por conocer

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Alejandra Svriz

Para describir lo ocurrido en la Argentina tras las elecciones muchos medios de comunicación, a los que el resultado les pilló con el pie cambiado, han recurrido a repetir como loritos una fórmula estereotipada: «Salto a lo desconocido». En efecto, parece un gran atrevimiento de los votantes hasta que recordamos en qué consistía lo conocido que dejan atrás. Viniendo del populismo izquierdista de los perennes peronistas, inútiles para cualquier gestión de las arcas públicas salvo el saqueo en beneficio propio, lo asombroso hubiera sido volver a optar por lo que ya conocían y han aprendido a detestar. Mucho menos razonable, al menos a primera vista, fue el salto a lo desconocido que dieron los estadounidenses, prefiriendo al extravagante Trump mejor que la continuidad de los demócratas cuyo último representante, Obama, había cometido sin duda errores pero no era ni mucho menos una calamidad como lo han sido los peronistas en Argentina.

Resulta que los ciudadanos se cansan cada vez con más frecuencia de los moralistas que navegan siempre bajo el pabellón de las buenas intenciones sin atracar nunca en el puerto de los mejores resultados. La ideología edificante, una vulgata que ya se extiende cada vez más imperiosamente por todas partes y que siempre se envuelve en un halo antiderechista (la izquierda no siempre es buena pero la derecha siempre es mala) hace que a muchos les nazcan rebeliones que sorprenden y consternan a los medios de comunicación más convencionales, o sea casi todos. Italia, Finlandia, Ecuador, ahora Países Bajos… puede que la causa de estos giros es que la maldad se apodera del mundo, pero lo más probable es que cada vez más gente esté harta de lo mucho que predican y lo mal que gobiernan los izquierdistas.  Desde luego, esas sublevaciones derechistas no siempre son recomendables, pero pueden ser preferibles a «lo conocido» que las precedió y mostrar por que costuras excesivamente ideológicas se desgarra la armonía ciudadana.

El nuevo (ejem) equipo gubernamental de Pedro Sánchez se presenta como más político que técnico. O sea que predicará muchísimo contra la oposición y la derecha, pero no sabrá resolver nada porque lo importante es la pureza de la ideología y no el acierto de las decisiones prácticas. Ya lo ha dicho uno de los filósofos políticos sobrevenidos de que gozamos ahora en España, el jocoso Gabriel Rufián: «A la gente no le preocupa la amnistía, sólo le interesa poder comer y que no gobierne la derecha». Seguro que tiene razón, pero pronto ocurrirá aquí lo que ha pasado en esos otros sitios (y yo me alegraré mucho): la gente se irá dando cuenta de que si no gobierna la derecha lo de comer se va a poner cada vez más chungo y Meloni o Milei empezarán a parecer más atractivos.

«Viniendo del populismo izquierdista de los perennes peronistas, inútiles para cualquier gestión de las arcas públicas salvo el saqueo en beneficio propio, lo asombroso hubiera sido volver a optar por lo que ya conocían y han aprendido a detestar»

Entre el elenco de nuevos jugadores políticos que Sánchez ha llamado al campo voy a fijarme en dos que se ocupan de áreas en las que he trabajado un poco: Ernest Urtasun, ministro de Cultura y Sira Rego, ministra de Infancia y Juventud (nuevo ministerio cuyas funciones nadie adivina, así de primeras). Ambos comparten entusiasmo ideológico equivocado, como prueba que fueran de los poquísimos parlamentarios europeos (solo 21 de más de quinientos) que no condenaron la matanza de Hamás el pasado 7 de noviembre. Notemos que la votación no exigía la aprobación sin reservas de la política de Israel o un juicio negativo sobre los palestinos de Gaza, sino solamente el rechazo total de una masacre de inocentes que incluyó a mujeres y niños, tomados por sorpresa y asesinados con una crueldad casi inverosímil (si no supiésemos, ay, que entre humanos toda crueldad es verosímil). Bueno, pues a esa pareja de indecentes chorlitos vamos a pagarle el sueldo los españoles.

De Sira Rego poco más puede decirse: compensa un currículum profesional minúsculo con una serie de retumbantes declaraciones paleocomunistas sobre Cuba, Rusia o Venezuela que asombran a estas alturas del siglo XXI. ¿Dónde habrá estado esta señora mientras transcurría la historia? Por lo visto es de familia palestina: esperemos que su ideología no sea mayoritaria en Gaza y Cisjordania, si lo fuera ya tenemos un motivo más para explicar el atraso político de la zona. Lo que es difícil de entender es por que la «moderada» Yolanda Díaz considera que las devociones de  de esta fanática son lo que necesita la infancia y juventud españolas para desarrollarse a la altura de los tiempos.

En cuanto al señor Urtasun, ha comenzado su mandato invocando a Jorge Semprún, cuyo centenario se cumple estos días. Le alabo el gusto, desde luego, porque fue un ministro de Cultura inolvidable. Pero me permito decirle un par de cosas sobre Semprún, aprovechando que sin duda le conocí mejor que él. Jorge y Urtasun no tienen muchas cosas en común, como no sea que ambos son buenos mozos. Si hay algo que Semprún detestaba fue el sectario antioccidental y antiamericano que prefiere no condenar una masacre terrorista que ir contra representantes de lo que ayer se llamaba Tercer Mundo y hoy el Sur global. Si quiere comprobarlo, Urtasun no tiene más que repasar los debates televisados sobre la Guerra del Golfo entre él y Manuel Vázquez Montalbán, por ejemplo. Y no digamos respecto a las «cancelaciones» culturales, mucho más frecuentes desde la izquierda que desde la derecha, contra lo que parece creer Urtasun. ¿Alguien se imagina a Jorge Semprún cancelando actuaciones de Plácido Domingo o corridas de toros? Solía decir que no hay nada más de izquierdas que la libertad. Sin duda fue un militante progresista pero no de un progresismo asimilable al que representa Ernest Urtasun y aún menos Sira Rego. Ni Yolanda Díaz ni el infausto presidente Sánchez. Que no pretendan engañarnos apropiándose de santos que nunca fueron de su parroquia.

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