THE OBJECTIVE
David Mejía

Murió Henry Kissinger y habló Pedro Sánchez

«El presidente habló de la crisis diplomática con Israel y contó ‘una anécdota’: tuvo que ver los vídeos de los crímenes de Hamás. El robot volvió a fallar»

Opinión
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Murió Henry Kissinger y habló Pedro Sánchez

Ilustración de Alejandra Svriz.

Murió Henry Kissinger y con él otro pedazo del siglo XX. Kissinger nació en la República de Weimar, llegó a Nueva York huyendo de la persecución nazi y dos décadas después se convertiría en el principal forjador de la política exterior de Estados Unidos. Ningún diplomático ha sido más influyente desde la Segunda Guerra Mundial. Hombre clave de la guerra fría, será recordado con admiración y rencor por su realismo político: entre la defensa de los derechos humanos y la defensa de los intereses de Estados Unidos, siempre se decantó por lo segundo. Fue el artífice de la apertura a China, patrón del famoso viaje de Richard Nixon a los dominios de Mao y negoció la salida de Estados Unidos de Vietnam, gestión que le valió un irónico Premio Nobel de la Paz en 1973.

Y digo irónico, porque ese mismo año fue el hombre de la Administración Nixon para acabar con el Gobierno democrático de Salvador Allende: «No veo por qué tenemos que quedarnos mirando cómo un país se vuelve comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo», dijo entonces Kissinger. Después vinieron Camboya, Pakistán… Procesos bien documentados en El método Yakarta, de Vicent Bevins (Capitan Swing). Si viviéramos en un país normal, seguiría hablándoles de Kissinger, su vida y sus obras, la última de las cuales, por cierto, merece mucho la pena: Liderazgo: seis estudios sobre estrategia mundial (Debate). Pero no es el caso. He visto la entrevista del presidente del Gobierno en Televisión Española y no puedo evitarlo.

«La amnistía es a la vez la solución posible y la solución ideal»

Les confieso que mi interés por Pedro Sánchez tiene cada vez menos de político y más de antropológico. Le preguntaron los periodistas por su cambio de opinión sobre la amnistía, y le mostraron un vídeo grabado en ese mismo plató dos días antes de las elecciones generales en el que Sánchez negaba que fuera a conceder la amnistía. El presidente desfundó el argumentario escacharrado que sus portavoces han ido aireando estos días: «No decíamos que no a la amnistía, sino a la ley de amnistía que los nacionalistas llevaron al Congreso, que no se parece en nada a la que hemos aprobado». Es una pena que los compañeros no le preguntaran en qué se diferencian. Continuó con una dupla argumental contradictoria: sin mayoría absoluta, hay que negociar y la amnistía es el coste de esa negociación. Y acto seguido: la amnistía es lo mejor para todos los españoles; incluso aquellos que se oponen a ella la celebrarán en el futuro, como sucede con la ley del matrimonio homosexual (¡!). La amnistía es a la vez la solución posible y la solución ideal.

Cuando le preguntaron por el lawfare el presidente habló del caso kitchen (¡!), lo que implica que no entiende el término o bien pretende engañarnos. Después habló de la crisis diplomática con Israel y contó «una anécdota»: en su visita a Israel tuvo que ver los vídeos de los crímenes de Hamás. El robot volvió a fallar.

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