Luz y taquígrafos
«Que Sánchez les recuerde a sus ministros y ministras que respeten la palabra dada no deja de ser una broma. Solo le faltó añadir: tomen nota de lo que hago»
Una cosa es la discreción y otra muy distinta ocultar a la opinión pública decisiones que afectan a principios fundamentales de la democracia, como es el Estado de derecho. Cuestiones, en definitiva, que pueden poner en peligro la separación de poderes y el respeto a la Carta Magna. No deja de ser una anomalía democrática que, en un lugar indeterminado de Suiza, con un verificador internacional cuya identidad desconocemos, un delegado del PSOE, que no cuenta nada, y el fugado Puigdemont, que tiene la sartén por el mango, analicen y negocien cómo se llevará a cabo la amnistía, el reconocimiento nacional de Cataluña y la condonación de la deuda contraída por el gobierno de la Generalitat.
Jugar al escondite, sin dar pistas, para que no haya fotos y los medios de comunicación sigan especulando sobre el contenido de esa primera supervisión de los pactos firmados fuera de nuestras fronteras, en un Estado neutral, y poniendo sobre la mesa asuntos que afectan a todos es el primer aviso de lo que nos espera en esta legislatura. Hablar de transparencia, unidad o concordia no tiene ningún sentido, cuando este gobierno está haciendo, justamente, lo contrario. Lo pudimos observar el otro día, en el discurso sectario y lamentable que pronunció la presidenta del Congreso, Francina Armengol, durante la constitución solemne de las dos Cámaras.
Que Sánchez les recuerde a sus ministros y ministras – por escrito – que respeten, ante todo, la palabra dada no deja de ser una broma. Nada más le faltó añadir: tomen nota de lo que yo hago. Es como el que pone a la zorra a guardar el corral de las gallinas. Es la constatación de lo mucho que le preocupa al presidente la falta de compromiso, la mentira y el engaño. Esos valores que marcan su trayectoria y que dan la razón a quienes piensan que el presidente vive dentro de su propia realidad inventada.
«El problema que tienen los voceros del Gobierno es que no pueden ponerse puertas al campo»
Lo del encuentro en Suiza con el verificador internacional – una figura que confirma la desconfianza de Puigdemont en sus nuevos aliados – es otra broma, pero de mal gusto, pues pone de manifiesto el papel secundario que va a jugar en esta nueva etapa el Congreso y el Senado. Las dos instituciones que representan la voluntad popular tendrán que limitarse a observar y a preguntar en las sesiones de control al Gobierno sobre los contenidos de esas reuniones semiclandestinas a las que convoca el expresidente del Gobierno catalán, con advertencias y amenazas incluidas.
La expresión luz y taquígrafos – atribuida a Don Antonio Maura – se hace hoy más necesaria que nunca. Aunque la portavoz del Gobierno y del partido (supongo que a tiempo parcial), Pilar Alegría, presuma de una gran transparencia en la gestión gubernamental, los hechos demuestran todo lo contrario, especialmente en lo que se refiere a los compromisos adquiridos con los dos partidos independentistas catalanes que le tienen cogido a Sánchez por salva sea la parte.
El problema que tienen los voceros del Gobierno es que no pueden ponerse puertas al campo. Por mucho que escondan la identidad del verificador internacional y los asuntos despachados con los interlocutores de Junts per Catalunya y de Esquerra Republicana de Cataluña, saldrán a la luz inevitablemente los contenidos de estas reuniones por entregas a las que se ha visto abocado Sánchez para conservar el poder.
Aunque, quizá, entonces ya sea demasiado tarde.