Las tres españas electorales
«Tras las próximas generales, el nacionalismo seguirá siendo determinante para llegar al Palacio de la Moncloa»
Quienes nos dedicamos a la consultoría política y hemos tenido la oportunidad de observar de cerca los engranajes de nuestro sistema electoral, sabemos perfectamente que el elemento más sólido y previsible del mismo reside en que independientemente de los vientos políticos que soplen en nuestro país y de si los mismos son favorables a progresistas o conservadores, cuando se cuenten los votos la noche electoral, el bloque formado por los partidos nacionalistas y regionalistas va a obtener entre el 8% y el 10% de los votos y una representación en torno a los 35 diputados.
También sabemos que en caso de igualdad entre bloques y como ha sucedido en 9 de las 14 investiduras que hemos vivido, el voto o la abstención de esos diputados va a ser determinante a la hora de decidir quién será el presidente del Gobierno.
Y por último, y a pesar de que hayan podido leer lo contrario en algunos fantasiosos y poco informados análisis más cargados de ideología que de realidad, también sabemos que no son en absoluto partidos sobrerrepresentados, es decir, que obtendrían prácticamente el mismo número de diputados incluso en el caso de que cambiásemos nuestro sistema electoral a uno de circunscripción única como ocurre en las elecciones europeas.
Tanto es así que cuando un medio de comunicación publica un sondeo, uno de los métodos más rápidos para saber si estamos ante una encuesta trucha o una fetén es contar el número de diputados que otorga a nacionalistas y regionalistas: si les da menos de 30 escaños les recomiendo pasar la página e irse directamente a la sección del horóscopo.
«Si un sondeo les da a nacionalistas y regionalistas menos de 30 escaños, les recomiendo pasar la página e irse directamente a la sección del horóscopo»
Históricamente y con la excepción de José María Aznar, que fue el primer político de la derecha española en comprenderlo y aprovecharlo en su favor, quien mejor ha entendido este hecho ha sido el PSOE, que a lomos de su visión federal del Estado ha logrado en diversos periodos pactos con todos ellos para el gobierno central con el asumible coste de devolvérselo en sus territorios, un do ut des que sin duda ha contribuido al progreso y desarrollo del país mientras contenía las pulsiones centrífugas de los sectores más irredentos de los mismos.
Así las cosas, a pesar del tiempo que aún falta para las mismas (sea este mucho o poco) y a pesar de los alaridos de la prensa más esencialista, creo que no es demasiado arriesgado aventurar tras las próximas elecciones generales, el nacionalismo y regionalismo van a seguir contando con un porcentaje similar de voto y un número parecido de diputados al que han obtenido durante toda nuestra historia democrática, lo que les va a convertir de nuevo en determinantes para ver quién consigue llegar al palacio de la Moncloa, algo que va a obligar al PP de Feijóo a encontrar una línea política y discursiva que propicie territorios comunes con alguno de ellos y que además no le abra flancos indeseados con los votantes de Vox (los dirigentes dan igual) a los que está logrando atraer.
Y para rizar el rizo, además deberá complementar todo esto con una estrategia consistente de desmovilización del voto más moderado de la izquierda a la vez que se convierten en imprescindibles en la gobernabilidad de alguno de los territorios con implantación nacionalista.
¿Difícil? Sin duda.
¿Imposible? Ni de lejos.