THE OBJECTIVE
José Rosiñol

Armengol, su uniformidad y la plurinacionalidad

«El cinismo de la presidenta del Congreso es su seña de identidad: pido para los demás lo que no cumplo para mí y doy lecciones de moralidad democrática»

Opinión
1 comentario
Armengol, su uniformidad y la plurinacionalidad

Ilustración de Alejandra Svriz.

Escuchando el discurso de la tercera autoridad del Estado, parecería que estamos ante el mejor de los mundos posibles, aquél en el que el diálogo es la herramienta fundamental de la democracia. He de reconocer la capacidad de elaborar relatos emocionales trufados de camuflados sesgos ideológicos excluyentes. Las continuas referencias al consenso, a la generosidad, a la altura de miras, colisiona con el cerrojazo, durante meses, del órgano legislativo por interés de un partido. Esta asimetría entre lo que digo y hago es, en el fondo, un instrumento de desinformación narrativa, de utilizar y construir los marcos favorables a este «multipartito único» que nos gobierna y que, recordemos, entre sus principales protagonistas, están todos aquellos que quieren acabar con la democracia del 78 junto a los que, simplemente, quieren acabar con España como nación.

Armengol, mientras enlazaba una loa con otra a la Constitución, en un día como el de ayer, recurriendo al ya bien conocido cinismo narrativo, iba lanzando mensajes que la realidad demuestran que son contradicciones puras entre lo dicho y lo hecho. Me permito el lujo de transcribir algunas de las contradicciones. La presidenta dijo: «…la misma constitución que se erige como garante de la riqueza de un Estado diverso y plural es nuestro salvoconducto ante cualquier planteamiento de uniformidad…», como verán, la presidenta tiene razón, por mucho que insistan, la Constitución ya reconoce la pluralidad de nuestro país, eso es algo que todo el mundo sabe y defiende, otra cosa es la deriva centrífuga y disgregadora en la que mutó el espíritu fundacional de nuestra democracia.

Pero, la gran paradoja de los defensores periféricos de la diversidad es que esa riqueza solo es válida para una España que ellos conciben como una especie de Estados compuestos, es decir, el reconocimiento y defensa de la diversidad que defiende nuestra Carta Magna es algo que se borra en las comunidades autónomas gobernadas por el nacionalismo y/o sus amigos. Mientras claman contra un inexistente y autoinventado intento de uniformización nacional, implantan políticas de aculturación y crean situaciones artificiales de diglosia en Cataluña o, de la mano de Armengol, en Baleares. Políticas cuyo objetivo es borrar la huella cultural y social de cualquier cosa de lo que ellos entienden como «española». ¿No sería hora de plantear una reforma que protegiese la diversidad en todos los territorios de nuestro país y evitar estos procesos de «construcción nacional» que excluyen y convierten a los no adictos en, como mínimo, ciudadanos de segunda? Sería algo tan sencillo como aplicar en estos territorios esta otra afirmación de Armengol: «…asumiendo el privilegio de nuestras diferencias, abrazando lo heterogéneo que nos convierte en quiénes somos…».

La presidenta también hizo referencia al Artículo 14 de nuestra Constitución, que entre otras cosas defiende el derecho a no ser discriminado por opinar distinto. Imagino que eso también incluye poder opinar, por ejemplo, en Cataluña, que el nacionalismo es una enfermedad social y no por ello ser señalado y perseguido por el entramado de presión social creado por los próceres de la política catalana. Imagino que esa no discriminación por opinar distinto incluiría a aquellos comerciantes o padres convertidos en inesperados héroes por poder utilizar la lengua de su país. Imagino que el señalamiento público por parte del entramado mediático de esas comunidades también debería estar inscrito en ese Artículo 14. Como vemos, el cinismo de Armengol es su seña de identidad, pido para los demás lo que no cumplo para mí y, encima, doy lecciones de moralidad democrática.

«El trasfondo de esta cosmovisión esencialista, identitaria y excluyente es el proyecto de Sánchez y sus socios»

Otro de los puntos maravillosos del discurso de la mallorquina ha sido cuando se ha referido al Artículo 31 de la Constitución, refiriéndose a la necesidad de un sistema tributario justo. ¿Qué entenderá esta izquierda populista como algo justo? Porque mientras te envuelves con la capa de la justicia, la redistribución y la progresividad, estás pactando una especie de cupo catalán que será lo más injusto para el conjunto de los ciudadanos de nuestro país, empezando por los propios catalanes y esa clase política que derrocha sin control hasta que todo acabe mal o muy mal. ¿Esa es la convicción de los que nos gobiernan? ¿qué la fiscalidad justa es territorial? ¿qué los derechos van en función de unas características genético-culturales-territoriales? ¿esta es la democracia que nos dimos en el 78? ¿no estamos ante la concreción patria de esa versión iliberal e identitaria de la política?

La respuesta a esta última pregunta es, por supuesto, afirmativa, el trasfondo de esta cosmovisión esencialista, identitaria y excluyente es el proyecto de Sánchez y sus socios. El proyecto es convertir a España en esa república plurinacional por la que clamaba el defenestrado Pablo iglesias y que, ahora, con un verso más suave, con un relato más cínico e inteligente parece estar ejecutándose. El terreno ya se va preparando, los voceros del movimiento populista ya se han puesto en marcha, el 5 de diciembre, el otrora medio de referencia nacional, El País, publicó una oportuna encuesta en la que decía que «casi la mitad» aceptaba reconocer la «plurinacionalidad» de nuestro país.

El camino parece trazado, utilizarán el cambio constitucional en lo referente a la preferencia del varón en la Corona para, como un caballo de Troya, intentar cambiar la Constitución y la naturaleza misma de nuestro país. Todo ello responde a una visión ideológica en la que el individuo y, por extensión, el ciudadano solo es un mero agregado de un cuerpo superior, está supeditado a esos procesos disgregadores de «construcción nacional», de unas «naciones» con las peores características del nacionalismo decimonónico y de principios del siglo XX, para, finalmente, convertir a España en una especie de velo o recuerdo sentimental.

Por cierto, no hay que olvidar que todo esto, el programa para desmantelar nuestro sistema democrático, de cambiar la faz de nuestro país, de poner la pista de despegue a los que anhelan la secesión, todo en contra de más de la mitad de la ciudadanía, está siendo posible por siete votos, siete apoyos y el miedo a volver a preguntar al pueblo, pero esta vez sin mentiras, ni cambios de opinión, solo con la verdad de los hechos y las obras…

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D