MyTO

La demagogia medioambiental de Sánchez

«Utilizan el medioambiente como excusa para expandir el intervencionismo económico, con un gasto desmedido, un déficit crónico y una deuda abultada»

Opinión

Ilustración de Alejandra Svriz.

  • José María Rotellar es Doctor Economista. Directivo en el mundo empresarial, bancario y financiero desde hace más de dos décadas, en el que se mantiene, también fue viceconsejero de Hacienda de la Comunidad de Madrid, actividades que compatibiliza con la docencia universitaria y la colaboración en medios de comunicación en materia económica. Es también director del Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria.

Ha tenido lugar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático 2023 y el presidente Sánchez ha participado en ella. En su intervención, ha desgranado una serie de medidas para la lucha contra el cambio climático que no dejan de ser medidas para la galería, pero que la demagogia que las envuelve puede hacer mucho daño a la economía.

Si hace un siglo la izquierda creó la lucha de clases como conflicto, como hoy eso ha quedado en el olvido, fruto del fracaso de sus políticas económicas, cogen como excusa el cambio climático para tratar de sensibilizar a la población, atemorizándola y controlándola con una serie de medidas restrictivas de la libertad, que es la base de las políticas de la izquierda, tanto en la economía como en términos generales.

Así, Sánchez ha anunciado que España contribuirá con 20 millones de euros al fondo de pérdidas y daños para ayudar a los países en desarrollo a paliar los efectos del cambio climático.

Igualmente, apoyará, a través de bonos medioambientalmente sostenibles, a los programas de reforestación de la Amazonía, ya que sostiene el Gobierno español que es el pulmón del planeta y que nada se hace por ello.

Esto, que aparentemente puede parecer solidario no encierra nada más que la apuesta económica de la izquierda por el subsidio permanente. Dichos países en desarrollo lo que necesitan es que les dejen tener las mismas oportunidades que hemos tenido los países ya desarrollados, porque de lo contrario nunca alcanzarán un desarrollo sostenible. Son lógicas las quejas habituales de India, por ejemplo, cuando se le intentan poner limitaciones a sus emisiones, porque eso cercena sus posibilidades para prosperar. Por otra parte, ¿por qué a China no se le imponen dichas restricciones o no se la critica por ello? Por más que China e India acudan a la cumbre y tengan buenas palabras, no parece claro que vayan a cumplir con los requerimientos de descenso de emisiones. Una vez más, la demagogia económica, revestida de medioambiente, aparece en la doctrina económica de los intervencionistas.

«Su obsesión por no emplear ni las nucleares ni el ‘fracking’ nos hace energéticamente muy dependientes»

Y luego, más demagogia a raudales, para decir que para parar la subida de la temperatura y dejar el aumento en 1,5º, hay que lograr un descenso rápido de las emisiones de gases con efecto invernadero a partir de 2025. Esto, materialmente, es inviable. Para empezar, si China no lo aplica, poco se puede hacer, y no digamos si India tampoco lo hace.

Por otra parte, la factura a pagar en términos de desarrollo y prosperidad es muy elevada. Los países desarrollados notarán el encarecimiento y la pérdida de poder adquisitivo. Eso es lo que hará Sánchez con sus promesas de cerrar en 2025 la última central térmica de carbón o con su compromiso de que la participación de las renovables en la generación de energía eléctrica llegue al 81%. Todo ello es inviable y carísimo. Con ello, Sánchez está destrozando nuestra competitividad, mientras los alemanes, por ejemplo, no renuncian al carbón. Junto a ello, su obsesión por no emplear ni las nucleares ni el fracking nos hace energéticamente muy dependientes.

En cuanto a los países en vías de desarrollo, no podrán desarrollarse adecuadamente, pasando a depender de las subvenciones, haciéndolos completamente dependientes de los países desarrollados, es decir, mucho más desiguales.

Desde hace ya algunas décadas, los fundamentalistas del ecologismo -que, realmente, no son ecologistas- están impulsando un cambio en la mentalidad de la sociedad para que nos sintamos culpables casi por el mero hecho de respirar. Así, a lomos del cambio climático han impulsado una tendencia que se está convirtiendo casi en una religión, que tapa lo que también puede ser un negocio. Por eso, su obsesión con hacer ver que dicho cambio climático es obra del hombre, cuando es algo que no está nada claro. Una cosa es que dicho cambio climático exista, pero como es un fenómeno que ha pasado desde hace milenios, con los distintos cambios ocurridos en la Tierra, no se puede decir que sea responsabilidad directa del hombre, cosa que sí que sostienen quienes impulsan esta especie de religión verde.

En nombre de lo verde se quiere aumentar el gasto público, como en nombre de lo verde han encarecido el recibo energético, donde más del 55% del coste se debe al intervencionismo público, entre peaje de distribución, subvención a las renovables, moratoria nuclear e impuestos, con el mercado de derechos de emisión como uno de los grandes elementos responsables del aumento del precio de la energía.

«Ser sostenible también es luchar por generar prosperidad, no por crear pobreza»

Y en nombre de lo verde se desarrollan muchos productos que contienen un margen adicional, que son publicitados como respetuosos con el medioambiente, aunque puede que su único propósito sea poder obtener unos mayores beneficios, puesto que esta nueva religión puede tener también un componente de negocio claro, del que pueden aprovecharse algunos.

Por supuesto que hay que tratar de cuidar el medioambiente y respetarlo al máximo posible, pues nuestro mundo es el lugar en el que vivimos y hemos de tratar, además, de legarlo en las mejores condiciones posibles a las generaciones venideras. Ahora bien, verde, sí, pero caro, no; y, desgraciadamente, el 90% de los que se envuelven en la bandera medioambiental sólo apuestan por todo lo que es caro, desdeñando las soluciones limpias y baratas, como la energía nuclear en lo relativo al campo energético. Ser sostenible también es luchar por generar prosperidad, no por crear pobreza, cosa esta última que es lo que está provocando esta religión verde, que empobrece a todos, especialmente a los más desfavorecidos, que son los que menos pueden afrontar el sobrecoste que ello supone. Es decir, además de empobrecedora, es un movimiento completamente regresivo, al perjudicar más a quien menos tiene.

Esto es lo que ha apoyado y abanderado Sánchez en la cumbre del clima COP28. Los intervencionistas eligen siempre los elementos más caros porque son los que les dan la excusa para gastar más, cobrar más impuestos e intervenir más en la economía, aunque sea todo lo contrario de lo que necesita la economía para ser próspera. En definitiva, utilizan la economía verde y la supuesta defensa del medioambiente como mera herramienta, como excusa, no como objetivo, pues su único y verdadero objetivo es expandir el intervencionismo por toda la economía, con un gasto desmedido, un déficit crónico y una deuda abultada. Ni verde, ni azul, ni rojo: ortodoxia, matemáticas y sentido común, eso es lo que necesita la economía y la vida en general.

8 comentarios
  1. ficomp2c

    Como los ricos ya estamos satisfechos, que cierren el grifo, no se nos vaya a caer el tinglado a todos
    Los pobres, ya se sabe, están acostumbrados a sus miserias y no lo notaran mucho.

  2. Alejado

    Un economista, viceconsejero de Hacienda de la Comunidad de Madrid (toma antecedentes, aunque por cierto, el portal de transparencia de la comunidad dice que es asesor), poniendo en cuestión la evidencia científica respaldada por el 99% de quienes saben realmente de esto.
    La frase «verde, sí, pero caro, no» lo resume todo, aunque dentro de la serie de falsedades del artículo, tildar a la nuclear de barata y limpia, además de ponerla como solución a la dependencia energética, es demostrar que no se tiene ni pajolera idea de lo que se habla.
    Pero que no lo digo yo, que no hace falta que lea solo el blog de Greenpeace, basta con que lea un par de artículos de Scientific American o Nature, y no me venga a decir que están pagadas por Sánchez, por dios. Y son gratis, como al autor le gusta.

Inicia sesión para comentar