Las revoluciones, ay, las revoluciones
«Puigdemint frappé ha ido atesorando ese halo de malditismo a la napoleona que le permite soñar un regreso en plan Cien Días a la Generalitat»
Octave Mirabeau, mayo (mayo… ¡sic!) de 1789: «Mal le haya a quien intente hacer una revolución y no se vea por ello calumniado».
Si las cosas malas llegaran de golpe, en lo personal y en lo colectivo, la especie humana probablemente se habría extinguido. En muchas partes, el infierno en la tierra es la mera cotidianeidad. Razón suficiente para saber valorar nuestras aburridas sociedades adocenadas.
Pero si la realidad se hace digerible, incluso en esta isla-fortaleza que es Europa, es porque se nos administra, a dios gracias, en dosis bastante homeopáticas. Las pateras están llenas de personas desesperadas que creen en esa homeopatía.
El vocero del absurdo existencial, el rumano E.M. Cioran (que escribió en francés para rebatir lo que había escrito en rumano), reconocía que es la idea, siempre aplazada, de acabar consigo mismo lo que le permitía seguir viviendo; y riendo, que es de lo que se trata. Un mundo sin humor sería impensable: hasta en los campos de concentración parece que lo hubo, por increíble que parezca. La vida es realmente bella.
La historia digamos moderna (la antigua era, por definición, el imperio de la violencia permanente, limitándose el poder al ejercicio del derecho a explotar, sojuzgar al bien llamado «sujeto», o de matar al asimismo bien denominado «enemigo») se ha ido conformado por la vía reformista; esto es, con pequeñas aportaciones de hormiguita, a lo largo de las décadas, mérito de algunas pocas mentes esclarecidas, las tan injustamente denostadas élites, empeñadas en mejorar algo tan intangible como altruista y necesario: el bien común.
La democracia, esa anomalía pues de la Historia, es la porfía de un puñado de pacienzudos reformistas, gente con entendederas y buena letra, que fueron colando sin que apenas se notase enmiendas y mejoras, bajo forma de leyes, mayormente, pero no sólo. También con la ciencia y la cultura, que es lo que diferencia, in fine, a los humanos de sus congéneres dentro del reino animal, al que sin duda pertenecemos también, vistos nuestros instintos básicos. (Los ultraecologistas, los apocalípticos climáticos y los animalistas freudianos -«mi gran amor es mi perro»-, deberían reflexionar sobre la violencia de las leyes de la naturaleza, así como sobre el carácter despótico e irracional del mundo animal: donde muere viejo el cervatillo y el cisne es en el estanque y en el zoo.
Contrariamente al imaginario colectivo, tan dado al drama y al psicodrama, los grandes avances no han venido de la mano de la siempre sobrevaloradas revoluciones. Las que de verdad han sido salutíferas se han asemejados más a contrarrevoluciones moderantistas.
Las revoluciones (la francesa, señaladamente, tan sanguinaria como falsariamente enarbolada por la biempensancia, pero también la rusa, la china, la cubana, o la llamada revolución rumana, una mascarada que se permitió ejecutar (¡filmándolo!) al dictador y su esposa con un tribunal de asesinos desarrapados a lo que Ceausescu respondía, con ingenuidad leguleya, que no les reconocía ninguna legitimidad jurídica), siempre suponen un baño de sangre, es decir: cometer crímenes a mansalva para combatir, sin duda y muchas veces, grandes injusticias.
El biopic de Ridley Scott sobre Napoleón, otro revolucionario, ha generado unanimidad de críticas en Francia, no en vano patria del chovinismo: se le reprocha todo tipo de inexactitudes históricas (y no yerran en esto) y el haberlo adornado con grotescos elementos de fantasía, inconcebibles para unas mentes tan cuadradas como hexagonales. Pero lo que nadie se atreve a decir es que lo que más les duele es que Napoleón hable en el inglés de Joaquin Phoenix (menos lobos: Napoleón hablaba el francés con acento y lo escribía mal, cosas de haber nacido corso).
Que un sátrapa como Napoleón sea un héroe en Francia, la patria de la Luces y de los Derechos humanos, no se debe a que bajo su imperio se sentasen las bases de lo que acabaría siendo el Estado moderno, sino a la inconfesable atracción por el hombre providencial y fuerte, que es a lo que aspira el común de lo votantes, es decir ,todos aquellos que votan sin haber leído los programas políticos, pues ni siquiera esos folletos de prosa bastante infecta son capaces de entender.
En el caso español, sin ir más lejos, si ganaron los Suárez, González, Aznar e incluso el iluminado Zapatero fue porque gran parte del cuerpo electoral vio en ellos al hombre de la situación, y con la excepción que confirma la regla de Rajoy (que es el anti líder), también este Sánchez de todos los demonios ha concitado cierto fervor en una parte del electorado. 60 mil ejemplares de salida de su biopic así lo demuestran.
Y si algún día el péndulo cumpliese con su ley, y Abascal llegase, todo es posible, a gobernar, sería por ese mismo mecanismo salvador-redentor: esto debiera saberlo Feijóo desde el día después de «ganar» las elecciones de julio; y, en consecuencia, tomar medidas antes de ver qué pasa en las europeas, porque su perfil de gallego se asemeja mucho al del otro gallego.
Por esa misma razón irracional en el votante, Puigdemint frappé, a diferencia del cabrito autodegollado de Junqueras, ha ido atesorando durante sus años del exilio ese halo de malditismo a la napoleona, ese sueño grandilocuente que le permite soñar con un regreso en plan «Cien Días» a la Generalitat, digno de todo un pequeño Napoleón de butxaca.
Coda1) El retorno. Se ha estrenado Cayetana Álvarez de Toledo en su papel de portavocía adjunta con una de sus piezas oratorias marca de la casa. Poco importa que su promoción, por parte de Feijóo responda, probablemente, a lo del indio y la tienda de campaña (fue de número 6 por Madrid, ni mucho ni poco), sino que para Bolaños y la bancada azul empieza la pesadilla de las sesiones de control.
Coda 2). Jodío. Críticas de todas las oposiciones, desde la derecha radical a la izquierda radicalizada, al presidente francés Macron por haber propiciado, en el mismísimo palacio laico del Elíseo, una ceremonia religiosa judía de Jánuca o de las Luminarias. Incluso fue criticado por el muy mayoritario Consejo Representativo de Instituciones Judías de Francia (CRIF). El gesto se interpreta como un intento de hacerse perdonar por la negativa del presidente a participar en la multitudinaria marcha contra el antisemitismo del 12 de noviembre pasado en París, so pretexto de que él no ha acudido nunca a manifestaciones, y amparándose en su papel institucional de defensor de la «unidad nacional». Hasta el más lego sabe que si hubiera ido a la manifestación se le habría afeado el no ir cuando los musulmanes marchen, oficialmente, por las calles pidiendo borrar el Estado de Israel. No tardarán. Macron se ha defendido declarando que «el laicismo no es eliminar a las religiones». Tal vez, pero tampoco es celebrar todas las religiones, ni las más intolerantes ni tampoco la más perseguida.
Coda 3) 50 años no son nada. Se cumplen 50 de la publicación de Archipiélago Gulag (en España un año después, en 1974, de la mano del editor de Plaza y Janés, Mario Lacruz), a cuyo autor, Alexander Soljenitsin, le dieron el nobel de Literatura porque no se atrevieron a darle el de la Paz. Supuso el mayor golpe, en décadas, al oprobioso prestigio de que disfrutaba por entonces en Occidente el comunismo. Y fue en España donde el ruso, en marzo de 1976, protagonizó la legendaria entrevista con el legendario José María Íñigo. Este extracto para la Historia. «Sus progresistas llaman dictadura al régimen vigente en España. Hace diez días que yo viajo por España y he quedado asombrado. ¿Saben ustedes lo que es una dictadura? He aquí algunos ejemplos de lo que he visto. Los españoles son absolutamente libres para residir en cualquier parte y de trasladarse a cualquier parte de España. Nosotros, los soviéticos, no podemos hacerlo. Estamos amarrados a nuestro lugar de residencia. Las autoridades deciden si tengo derecho a marcharme de tal o cual población. También he podido comprobar que los españoles pueden salir libremente al extranjero. Sin duda saben ustedes que, debido a fuertes presiones ejercidas por la opinión mundial y por los Estados Unidos, se ha dejado salir de la Unión Soviética, con no pocas dificultades, a cierto número de judíos. Pero los judíos restantes y las personas de otras nacionalidades no pueden marchar al extranjero. En nuestro país estamos como encarcelados.
[…] Hace poco han tenido ustedes una amnistía. La califican de ‘limitada’. Se ha rebajado la mitad de la pena a los combatientes políticos que habían luchado con las armas en la mano (se refiere a los terroristas). ¡Ojalá a nosotros nos hubiesen concedido, una sola vez en veinte años, una amnistía limitada como la suya! Entramos en la cárcel para morir en ella. Muy pocos hemos salido de ella para contarlo».
Como era de esperar, la intelligentsia española, siempre tan poco inteligente, se cubrió de gloria, y el más que sobrevalorado -y hoy merecidamente olvidado- Juan Benet se permitió escribir en Cuadernos para el Diálogo (¡para el diálogo!): «Creo firmemente que mientras existan personas como Solzhenitsyn, los campos de concentración subsistirán y deben subsistir. Tal vez deberían estar un poco mejor guardados, a fin de que personas como Solzhenitsyn no pudieran salir. (…) Nada más higiénico que el hecho de que las autoridades soviéticas -cuyos gustos y criterios sobre los escritores rusos subversivos comparto a menudo- busquen la manera de librarse de semejante peste». El tiempo ha colocado a cada uno en su lugar.
Cuestionario maldito a Puigleone:
- ¿A qué se refería con las «consecuencias nunca agradables» para Sánchez? -Caballo y rey.
- ¿Sota, caballo y rey? – No, he dicho: caballo y rey.
- ¿Podría desarrollarlo un poco más? – No, sólo hablaré en presencia de mi abogado, Boye.
- ¿Boye? El acusado por blanqueo de narcotráfico… –Será amnistiado también, con carácter retroactivo.
- Pero si no ha sido aún condenado… – Lo condenarán Marchena, Llarena, Lamela, Lesmes o cualquier otro de esos de la guerra sucia.
- Dicen los jueces que está mal llamarlos por su nombres y apellidos… –Ellos bien que ponen nuestros nombres en sus autos y sentencias.
- Se llama Estado de derecho e independencia judicial, ¿no? – Eso se lo dirán al verificador internacional, cuando vaya al Senado, y ya verá lo que contesta.
- ¿Qué más van a sacarle a Sánchez? – Los higadillos, naturalmente, y luego una moción de censura.
- ¿Votarían con el PP y Vox? – Votaríamos contra Junqueras.
- ¿Volverá a la Generalitat? – El año que viene en Jerusalén.
- No lo entiendo. –Yo tampoco, pero nadie me acusará nunca de equidistancia.
- ¿Cree que Europa nos mira? – No, Europa nos admira.
- ¿Y eso? –Porque hemos colonizado la presidencia española.
- ¿Cataluña nos roba? – Siempre lo ha hecho, pero ahora será oficial.
- Usted no quiere la independencia, ¿verdad? – ¿Por qué cree que escapé en un maletero?