La globalización de la deriva autoritaria
«Puede que España no sea Hungría ni Polonia. Pero con su pacto con Junts, el Gobierno ha dejado claro que comparte el afán de controlar al poder judicial»
Para perpetuarse en el poder colonizan las instituciones que deben frenar sus abusos y expulsan del marco democrático a sus adversarios para liquidar la alternancia política. Eso en el caso de las democracias hoy en peligro. Si hablamos de los regímenes autoritarios, sus gobernantes han aniquilado toda posibilidad de transición democrática y demolido las aspiraciones de parte de sus élites y de una comunidad internacional que hace apenas una década coqueteaban con la idea. El martes pasado Gideon Rachman, analista jefe de Internacional y columnista del diario Financial Times, que acaba de publicar La era de los líderes autoritarios (Editorial Crítica 2023), fue desgranando uno a uno los rasgos que tienen en común esos mandatarios: Erdogan, Modi, Trump, Bolsonaro, Putin o Xi Jinping, todos ellos han acuñado una nueva manera de ejercer la política y dado un vuelco a la hegemonía de las democracias liberales en el orden mundial. La Fundación Abante organizó un coloquio en torno al libro de Rachman para presentar la nueva andadura de la revista Política Exterior, referencia en España desde hace 30 años en materia de las relaciones internacionales, y que hoy bajo la nueva dirección de José María de Areilza Carvajal aspira «a revitalizar su vocación de divulgar las mejores ideas y los mejores análisis desde la pluralidad y la honestidad intelectual», en palabras de su director.
Rachman conversó con el profesor de Ciencia Política y periodista Ignacio Torreblanca. El título de la charla se corresponde con el del número de esta nueva etapa de la publicación: ‘La revancha de los líderes autoritarios´. Confieso que mientras escuchaba al analista británico hablar de cómo se ha extendido por el mundo el acceso al poder de líderes populistas, que se atribuyen la exclusividad de representar al ciudadano de a pie, que promueven un inquietante culto a su figura, que se sacuden a los disidentes y aniquilan los contrapesos, no pude evitar establecer algunos paralelismos con la deriva autoritaria del Gobierno de Pedro Sánchez. Veamos si como yo ustedes encuentran también los parecidos.
Gideon Rachman quiso aclarar desde el principio que él no es ni periodista ni politólogo. Es historiador. Y por ello, familiarizado con la biografía de los líderes carismáticos, los hombres fuertes, de la historia europea moderna, que le han servido de referencia para escribir su libro. «¿Representan Trump o Modi una amenaza a sus respectivas democracias?», «¿estamos viviendo algo similar a lo que ocurrió en Europa en los años 30?», se preguntaba. Y como testigo directo de cómo se ha extendido por el mundo la deriva autoritaria: «Recuerdo estar en China en 2004 cuando se podía hablar regularmente con intelectuales chinos sobre si el país podía convertirse en una democracia. Ahora, bajo un líder nacionalista y autoritario, esa conversación es impensable».
Con respecto a los rasgos que tienen en común esos líderes carismáticos y autoritarios, Rachman señaló que son sumamente narcisistas. Y que identifican el sistema, el Estado, con su persona. «La pregunta que me hago es ¿por qué la gente los quiere? Su estilo de liderazgo es muy macho». En opinión del autor británico, recurren a declarar una suerte de estado de emergencia para saltarse los controles democráticos. Como el mundo se ha vuelto muy complicado y las amenazas son tantas, «no se puede perder el tiempo con los checks and balances (controles y contrapesos)». Y sigue así: «Tienen un sentido muy claro de darle al público lo que quiere oír».
Sobre si el posible regreso de Trump a la presidencia de Estados Unidos puede subvertir la democracia occidental más antigua, Rachman reconoció estar preocupado. Comentó que sus colegas intelectuales estadounidenses debaten abiertamente de su posible colapso. Y alertó del peligro de que un Trump que acceda a la presidencia de nuevo pueda poner a sus afines políticos en el poder judicial y colonizar otras instituciones que en la anterior legislatura le pararon los pies. Un mal que ya prolifera a otras democracias también a este lado del Atlántico. Eso de abrasar las instituciones que hacen de contrapeso al poder.
Otra característica de los líderes autoritarios que identifica el autor británico es su afán por cambiar las leyes, finalmente la Constitución, para blindar su permanencia en el poder. Véase el caso de Putin, Xi Jinping o Erdogan. Todo acaba estando justificado porque han conseguido identificar el proyecto de país con su persona, asociarla a la supervivencia del sistema, erigirse como los únicos salvadores de la nación. Es un discurso político que funciona: Rusia no sobrevivirá sin Putin. Modi bombardea Pakistán antes de las últimas elecciones y se presenta como un líder fuerte que va a salvar a la nación. Y funciona.
«Ante la amenaza de mandatarios como Trump o Erdogan, es comprensible que Sánchez pase desapercibido»
Como nota positiva, Rachman señala que hay líderes con esa querencia autoritaria, como Jair Bolsonaro en Brasil o Rodrigo Duterte en Filipinas que han sido derrotados a tiempo en las urnas. La clave para salvar esas democracias ha sido, según él, que esos mandatarios hayan perdido las elecciones y desalojado el poder antes de hacer un daño irreversible a las instituciones. ¡Ay! Cabe preguntarse: ¿está la democracia española a tiempo también?
Ante la amenaza de mandatarios como Trump o Erdogan, es comprensible que Sánchez pase desapercibido. No es un nacionalista ni tampoco es un conservador en lo social o intolerante con la inmigración. Puede que España no sea Hungría ni Polonia. Pero con su pacto con Junts, el Gobierno ha dejado claro que comparte con estas el mismo afán de controlar al poder judicial con las inaceptables comisiones para investigar la actuación de los jueces que les son incómodas a sus socios independentistas. Porque más allá de la máscara de líder socialdemócrata y progresista bajo la que se protege, es alguien capaz de pactar con la ultraderecha nacionalista y supremacista catalana y de atentar contra la separación de poderes por un puñado de votos para mantenerse en el poder.
Las extendidas protestas ciudadanas contra la ley de amnistía no han pasado desapercibidas en Europa. Tampoco la insensatez cometida por el presidente del Gobierno español ante el Parlamento Europeo esta semana. Sánchez fue a hacer balance de la presidencia española de la UE y convirtió su réplica al líder del principal grupo de la cámara, el popular Manfred Weber, en una arenga contra las derechas de Europa que dejó estupefactos a muchos. Especialmente por sus referencias al Tercer Reich. Con el agravante de que mientras Weber le respondía, el presidente español decidió abandonar la Cámara sin escuchar su respuesta. Su discurso alejado de la institucionalidad y su chulería le dejaron en evidencia. ¿Está Europa empezando a desenmascarar a Pedro Sánchez? ¿Puede él mismo convertirse en su peor enemigo?
Y si se trata de identificar las instituciones públicas, pagadas por todos los contribuyentes, asaltadas por el Gobierno en la anterior legislatura, la lista es larga: CIS, Fiscalía y Abogacía del Estado, RTVE, INE, AENA, RENFE, Correos, CNI, Indra o Tribunal Constitucional. Y ahora la agencia Efe. Ojalá que el daño hecho no sea irreversible. Porque la sensación de deriva es total. Un escándalo tapa a otro: la humillación del mediador internacional; el chantaje público y constante de Junts al Gobierno de España; el infame pacto del PSOE con EH Bildu para darle la alcaldía de Pamplona; las risas de Sánchez con Jorge Javier Vázquez a cuenta del mediador salvadoreño; la indefensión de los jueces señalados en el Congreso, y el muro. Un muro para cancelar y deslegitimar la alternancia en el poder.
El propio Rachman advierte de que esos líderes autoritarios están operando en el corazón de las democracias avanzadas. Quién sabe si en una futura edición revisada del libro, Pedro Sánchez merezca una mención entre todos los líderes mundiales responsables de contribuir a su deriva iliberal.