THE OBJECTIVE
Manuel Fernández Ordóñez

Los impuestos son para maquillaje

«Nuestra ministra Ribera sigue empeñada en cerrar las centrales nucleares mientras firma con una amplia sonrisa el acuerdo de la COP28 en el que se apuesta por la energía nuclear»

Opinión
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Los impuestos son para maquillaje

Ilustración de Alejandra Svriz.

Es la primera vez que el texto final acordado en una cumbre COP menciona explícitamente la energía nuclear como tecnología necesaria para mitigar el calentamiento global. Y no solo eso, sino que el acuerdo llama a potenciar la energía nuclear. Algo obvio al tratarse de una fuente de electricidad que no emite gases de efecto invernadero en su operación y es capaz de producir enormes cantidades de energía de manera estable, asegurando el suministro y disminuyendo la dependencia de los combustibles fósiles.

Más de 30 años les ha llevado admitirlo. Pero finalmente la realidad acaba imponiéndose. Aun así, siempre hay gobiernos que parecen inmunes a los acuerdos internacionales, puesto que eligen a la carta qué parte de lo firmado van a cumplir y qué parte van a ignorar. Los casos de España y Alemania son paradigmáticos en este sentido.

Alemania ha cerrado sus centrales nucleares, siendo el país de Europa que más emisiones de CO2 tiene. A pesar de ello, se permiten el lujo de dar lecciones de moral y pretende condicionar la política energética europea afeando la conducta a Francia por apostar por un programa nuclear que ha dado unos frutos extraordinarios. El sistema eléctrico francés es muchísimo más limpio que el alemán y menos dependiente del exterior. Alemania se ha suicidado con su dependencia de los combustibles fósiles rusos y los altos precios de la energía han lastrado su economía, situándose su producción industrial un 20% por debajo de los niveles de 2015.

Para no cumplir ninguno de los objetivos climáticos y encima ir dando lecciones hay que ser inmune a la realidad. Algo que cumplen a rajatabla los ministros en Alemania y también en España. Sin ir más lejos, la ministra de Exteriores germana –Annalena Baerbockse gasta 137.000 euros al año en maquillaje (su maquillador tiene un sueldo de 7.500 euros mensuales) y la agencia de fotografía que la acompaña de manera continua cobró el año pasado más de 178.000 euros. La ministra, que vive en un selfie continuo, pagó miles de euros para hacerse fotografías en una playa de Bali durante la cumbre del G20. Su compañero en el partido de Los Verdes y vicecanciller, Robert Habeck, vive en un postureo similar, pero su gabinete no ha querido hacer público el gasto en fotógrafos y maquillaje. Por no hablar de que estos dos ministros realizan al año más de cien viajes internacionales con todo su séquito mientras impulsan políticas para prohibirle a usted viajar en avión, porque contamina. Todo ello, por supuesto, pagado por unos alemanes a los que se les repite una y otra vez el mantra socialdemócrata de que los impuestos son para sanidad y educación.

En España, nuestra ministra Ribera sigue empeñada en cerrar las centrales nucleares mientras firma con una amplia sonrisa el acuerdo de la COP28 en el que, precisamente, se apuesta por la energía nuclear. Vivir en la distopía continua parece ser el sino de este gobierno. Otra muestra de ello consiste en subvencionar el gas y los hidrocarburos (como se hizo en España los pasados meses) y luego ir a la COP a firmar un acuerdo para la prohibición de las subvenciones a los combustibles fósiles. Inmunes a la realidad, como digo.

Y en esta inmunidad ante lo que realmente sucede en el mundo, son capaces de arrastrarnos a todos sin contemplación alguna. El propio gobierno reconoce que sus planes de transición energética abocarían a España a apagones al llevar a la quiebra las centrales de gas. Lo reconocen ellos mismos, pero la ideología no entiende de realidad y lo importante es cerrar las centrales nucleares. Que los españoles tengamos el riesgo de cortes de suministro parece no importar. Con estas mimbres pocos cestos vamos a hacer.

Vivimos ajenos a la realidad sin cuestionar nada de lo que nuestros dirigentes planean. Llegan a acuerdos y plasman en los papeles cosas que son irrealizables. Quimeras destinadas a la construcción de una narrativa que les permita continuar aferrados a un poder anestésico que les desconecta cada día más de la sociedad a la que supuestamente sirven. Lo hacen porque, en realidad, únicamente se sirven a sí mismos. Todo vale para permanecer donde están, arrasando todo y a todos a su paso. Nos harán más pobres, más dependientes y más serviles. Huirán como ratas cuando el barco se hunda, saltarán a algún carguito público en algún organismo internacional mientras a nosotros nos dejarán pagando la juerga que ellos se corrieron. Hipotecarán nuestro futuro, el de nuestros hijos y el de nuestros nietos, sabiéndose impunes, escudados en la inacción de una sociedad que nunca les pide cuentas por nada de lo que hacen. Saldrán guapos, al menos, en las fotos. No en vano el maquillador de Baerbock tiene un sueldo más alto que el de un catedrático de universidad. Será por algo…

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