Europa ante la inmersión lingüística
«La visita de los eurodiputados a Cataluña deja en evidencia a todos los gobiernos centrales que por cobardía o convicción siguen ignorando la realidad»
Es llamativo que las autoridades de Cataluña hayan sido tan reacias a explicar su exitoso plan educativo a la comisión del Parlamento Europeo. Quien goza de un modelo de gestión ejemplar suele querer exhibirlo, no esconderlo. Normalmente no intenta ahuyentar a los observadores. Al contrario, les abre sus puertas para enviarlos de vuelta cantando las bondades de su proyecto. No ha sido así en Cataluña, donde la comisión de investigación sobre la inmersión lingüística ha sido recibida con manifestaciones y gritos de «fascistas». Mala estrategia para convencer a un contingente de eurodiputados de que allí todo es normal.
La visita ha sido posible gracias al esfuerzo de las asociaciones en defensa del bilingüismo, cuyas peticiones han sido por fin atendidas por el Parlamento Europeo. Según las crónicas, el sentimiento más extendido entre los miembros de la comisión ha sido el asombro: sentencias judiciales que no se cumplen, acoso a niños y familias que solicitan que se respeten sus derechos, ostracismo, persecución y exilio. Perplejidad ante una realidad a la que los españoles nos hemos acostumbrado: en materia educativa, el Estado de derecho está suspendido hace mucho tiempo en Cataluña. Y buena parte de la población, también en el resto de España, ha naturalizado que ciertos derechos civiles no se respeten. Y la vida sigue.
«La inmersión es la negación del bilingüismo y del derecho de los niños escolarizados en Cataluña de estudiar también en español»
Afortunadamente, hay personas que a pesar de las amenazas, las presiones y otros sinsabores de la resistencia, nunca se han resignado. Algún día este país agradecerá a Ana Losada, Jorge Calero, José Domingo o Rafael Arenas su coraje y su compromiso con la defensa de los derechos civiles de los escolares catalanes; es decir, con los derechos de todos los españoles. Son referentes cívicos, frecuentemente presentados como alborotadores por quienes temen confrontar el tabú de la inmersión. Políticos y medios que acusan a la Asamblea por una Escuela Bilingüe (¡Bilingüe!) de querer exterminar el catalán, y loan las virtudes del bilingüismo imponiendo un modelo monolingüe.
La inmersión, para cualquiera que domine un nivel básico de lógica, es la negación del bilingüismo, y la negación del derecho de todos los niños escolarizados en Cataluña de estudiar también en español. El PSOE estará comprobando que pactar con el nacionalismo tiene sus inconvenientes. Por ejemplo, ser cómplice de la vulneración de derechos de miles de familias. Y hemos de insistir en que son estas familias, con el apoyo de unas pocas asociaciones, quienes están en primera línea del frente constitucional, enfrentándose al acoso y el señalamiento por parte de sus vecinos y de la Administración que tendría que protegerlos.
Hay una cuestión que las crónicas no están remarcando los suficiente: a quien deja en evidencia esta visita no es a los sendos gobiernos de Cataluña que han impuesto su proyecto homogeneizador sobre los derechos ajenos, ignorando resoluciones judiciales y jaleando la vigilancia y el acoso de los rebeldes. A quien deja en evidencia es a todos los gobiernos centrales que por cobardía, conveniencia o convicción siguen ignorando la realidad.