Un año para olvidar
«¿Qué piensa el PSOE sobre la deriva que está tomando el Estado de las Autonomías? ¿No queda ahí dentro alguien capaz de oponerse a Sánchez?»
En mayo hubo en España elecciones municipales y autonómicas y, a la vista de los resultados, casi todos creímos que el reinado de Pedro Sánchez acabaría en julio. Fue esta creencia, avalada por multitud de encuestas electorales, la que llevó al PP a meter la pata por doquier. Hasta se negaron a asistir al debate en TVE.
El PP ganó las elecciones de julio pero Sánchez subió respecto a mayo y aquella misma noche lo celebraron los suyos en la calle Ferraz, pues ya se veían en la cama de La Moncloa con Bildu, Junts, ERC, Sumar dentro del mismo lecho, y lo demás, según han escrito Francisco Sosa Wagner y Mercedes Fuertes en el diario El Mundo, son ruinas:
«¿Hemos de recordar el número de decretos leyes embarazados de centenares de normas, ayunas de cualquier coherencia? ¿O cómo ha manejado los hilos en el Congreso de los Diputados para la rápida tramitación de proposiciones de leyes que se aprobaban en menos de un mes? ¿Cómo ha nombrado fiscales generales o magistrados del Constitucional, cuyas futuras decisiones, como si fueran bocas alquiladas, las podemos predecir ya que es probable que sigan los vientos que en cada caso soplen desde el Gobierno? Es buena verdad por ello que España se ha convertido en estos años en una ‘democracia menguante’, según el título de un libro firmado por varios catedráticos eméritos».
El primer acuerdo de Sánchez fue con Bildu (a mediados de octubre), pero no sabemos nada de su contenido, ya lo sabremos más adelante. De momento le han entregado a estos proetarras la alcaldía de Pamplona, nada menos. Luego le llegó el turno a ERC y allí dentro hay mucho dinero público, traspaso de competencias y ferrocarriles, lo cual supondrá la fragmentación de la red, cosa que dificultará su adecuado gobierno. La red en estos momentos está integrada en un sistema único gestionado por una sola entidad, Adif, al ser competencias del Estado las líneas que se extienden por más de una comunidad autónoma. Además, justamente en Cataluña, se han precisado tramos de «interés europeo» para facilitar el «corredor del Mediterráneo», que también exigen una responsabilidad única para la gestión.
«Aunque no lo parezca, la peor de todas las cesiones la está haciendo Sánchez a impulsos del PNV»
Luego llegó la exhibición con el huido que reside en Bélgica y que ha impuesto un mediador experto en conflictos militares destinado a supervisar el desguace que comenzará con esa ley de amnistía con la cual se pretende elevar a los altares a todos los golpistas de octubre de 2017. Pero, aunque no lo parezca, la peor de todas las cesiones la está haciendo Sánchez a impulsos del PNV, donde se especifican aspectos muy concretos de las leyes que hay que modificar ya (Estatuto de los trabajadores, régimen local, régimen de los títulos oficiales…). O de aquellas en las que se ha exigido que el PSOE no impulse ninguna modificación salvo «extraordinaria necesidad» y siempre con acuerdo previo del PNV.
Para no incomodar al PNV, se ha incluido el compromiso bien expresivo de impedir la reforma del régimen electoral, semilla de la que procede la desigualdad ciudadana en España. El colmo del desafuero es la inclusión de una «cláusula foral». De acuerdo con ella, en la preparación de los proyectos de ley por el Gobierno ha de negociarse bilateralmente con el PNV.
No dejo de preguntarme cómo es posible que dentro del PSOE no se oiga ni una sola voz crítica con este desaguisado. ¿Qué piensa el PSOE sobre la deriva que está tomando el Estado de las Autonomías? ¿No queda ahí dentro alguien con dos dedos de frente capaz de oponerse a Sánchez y a la tropa que le aplaude?