El mundo nos mira… y alucina
«En Cataluña llevamos muchos años soportando eso de que te llamen ‘facha’ a la que discrepas de las posiciones del poder y ahora Sánchez lo ha hecho extensivo al resto de España»
Durante la época del procés hizo fortuna la expresión «el món ens mira», que repetían ufanos los independentistas cada vez que salía alguna noticia o artículo sobre el tema en la prensa internacional. Huelga decir que esas apariciones en los medios eran fruto de la enorme maquinaria propagandística para la que siempre se han dedicado ingentes cantidades de dinero, mientras que el Gobierno de España no ha hecho nunca nada por desmentir todas las barbaridades vertidas para desacreditar a nuestro país. Una de esas muchas mentiras es que el catalán está perseguido, mientras que aquí venden que la mal llamada inmersión lingüística es un modelo de éxito reconocido internacionalmente. Y han bastado tres días de una misión del Parlamento Europeo para que se dijera que el emperador está desnudo.
Si la semana pasada, desde estas mismas página, Marta Martín explicaba como Sánchez es un alumno aventajado de Goebbels y yo he de añadir que los nacionalista catalanes llevan décadas aplicando estos principios a rajatabla ante la absoluta pasividad del Estado. Resulta realmente curioso que si el sistema educativo catalán es tan maravilloso, los nacionalistas (entre los que incluyo a los socialistas) hicieran todo lo posible por impedir la visita de los eurodiputados para desmentir a esas familias que recurren a los tribunales para conseguir que sus hijos puedan tener una asignatura en español y a las que siempre pintan como meras marionetas en manos de los partidos constitucionalistas cuando no insidiosas personas cuyo único fin es acabar con el catalán.
Como al final no pudieron impedir dicha visita, pusieron todo su empeño en boicotearla y recurrieron a ese mantra que tan buenos resultados da en España, y muy especialmente en Cataluña, que es demonizar lo que ellos llaman la derecha y la ultraderecha. Si miramos la composición del Parlamento Europeo podemos comprobar que hay 304 miembros de partidos de derechas frente a 253 de izquierdas. Como aquí se mete en el paquete de la derecha a los liberales de Renew, la suma sería, según ellos, de 406 frente a 253. La misión encabezada por la liberal Yana Toom estaba compuesta por dos eurodiputados del Partido Popular Europeo, una socialista, uno del grupo de los conservadores, una del grupo Identidad y Democracia, una de los Verdes y otra no adscrita del Movimiento Cinco Estrellas de Italia. Como pueden ver, es una proporción bastante equilibrada con respecto a la composición del Parlamento Europeo. Pues bien, las eurodiputada socialista decidió no venir y la de los Verdes (Diana Ribas, de ERC) abandonó la delegación oficial, pero asistió como acompañante. ¿Y cuál fue la noticia en todos los medios nacionalistas catalanes y los que se autodenominan progresistas? ¡Bingo! Que la misión estaba compuesta únicamente por diputados de derecha y ultraderecha. A todo esto, Puigdemont, que está considerado en Europa ultraderechista y no encontró grupo parlamentario que lo quisiera en sus filas, ha preguntado indignado por el coste de la misión.
Como les decía antes, en Cataluña llevamos muchos años soportando eso de que te llamen «facha» a la que discrepas, aunque sea en algún matiz, de las posiciones del poder y ahora Pedro Sánchez lo ha hecho extensivo al resto de España, pero en Europa no están acostumbrados, así que se pueden imaginar la sorpresa de los eurodiputados al tener que entrar a las reuniones con cordones policiales para protegerlos de la jauría que les gritaba lindezas como «fascistas» o «racistas». Y no solo eso, es que una de las personas con las que entrevistaron, Iolanda Segura, portavoz del sindicato USTEC, una vez finalizado el encuentro con ellos en el que defendió, ante la estupefacción de estos, no acatar las sentencias judiciales, se sumó a los manifestantes y se puso a proferirles insultos también.
Otros de los motivos para descalificar la misión es que, según ellos, es una jugada de la popular Dolors Montserrat y que la agenda era partidista. La realidad es que cuando se admitió la petición, la presidenta era una socialdemócrata y que había más encuentros con partidarios de la «inmersión» (Consejera de Educación, Consejo de Evaluación, Presidente del Consejo Escolar, Síndic de Greuges, Alta Inspección, Fundació Bofill y USTEC) que partidarios del bilingüismo (familias peticionarias, AEB y Docentes Libres). A esto hay que sumar las entrevistas con el Presidente del TSJC y con el Presidente de la Sala Contencioso-Administrativa y la visita a dos centros escolares, uno de educación especial y otro de secundaria donde se aplica el 25% conseguido en los tribunales en una de sus clases. La elección de los centros también fue motivo de enfado por parte de los nacionalistas y, de nuevo, resulta incomprensible. Si el sistema educativo catalán es un modelo de éxito, ¿qué más da los centros escogidos? Pues que no querían bajo ningún concepto que se visitara un centro de educación especial porque ahí es donde más claramente se ve lo injusto que es para los alumnos imponer una lengua de aprendizaje que no es la materna y el daño que inflige a aquellos a quien más se debería proteger. Para sorpresa de los eurodiputados, en las visitas a esto centros se presentaron, sin haber sido invitados, unos comisarios políticos que no dejaron contestar a los directores.
Yo tuve el honor de acudir a una de estas reuniones, junto con mi compañero Carlos Silva, en nombre de Docentes Libres, les entregamos el documento que hemos realizado y contestamos a sus preguntas. El informe de esta misión verá la luz en la primavera, pero de momento tenemos las palabras de la liberal estona Yana Toom que comentó que en su país se enseñaba en ruso -minoría a la que pertenece- a quien lo demandaba y no entendía por qué aquí no se podía hacer lo mismo. También constató que el catalán no está perseguido, que en las escuelas catalanas se intenta erradicar el español y que las personas que defienden el bilingüismo se exponen a sufrir delitos de odio. Vamos, que constató que el agua moja.