THE OBJECTIVE
Pilar Marcos

El ISIS y Hamás

«Por lo que sea, nos ha interesado menos que el ISIS reclamara, a golpe de brutal matanza, su cuota de renovado protagonismo en el avispero de Oriente Próximo»

Opinión
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El ISIS y Hamás

Atentados del ISIS en la guerra de Gaza el pasado 3 de enero. | Europa Press

En la guerra de Gaza (con epicentro en Gaza) entró el miércoles 3 de enero, a bombazos, un nuevo-viejo actor al que no hemos prestado la más mínima atención, al menos desde España, pero que puede cambiar los equilibrios, la extensión y la gravedad del conflicto que desató Hamás con sus brutales atentados del 7 de octubre en Israel. 

El nuevo-viejo actor es nada menos que el ISIS, el DAESH, el muy terrorista Estado Islámico, que atacó Irán con una triple demostración de fuerza. Burlando su sistema de seguridad e inteligencia, denigrando la memoria de uno de sus principales líderes muertos y avisando al mundo de que la ortodoxia (y la mayoría) islamista no es chií (como los ayatolás iraníes) sino suní.

El miércoles 3 de enero, como cada año, los iraníes rendían póstumo homenaje en Kermán (mil kilómetros al sureste de Teherán) al general iraní Qasem Soleimani, muerto hace cuatro años en Bagdad, de la vecina Irak, por el impacto de un dron estadounidense en tiempos de Donald Trump. Soleimani, comandante de las Brigadas Al-Quds (la yihad islámica palestina), no fue un cualquiera en la Guardia Revolucionaria iraní y en el diseño del activismo exterior de Irán. Fue exactamente lo contrario, pero en su homenaje de 2024 dos terroristas suicidas del ISIS burlaron a los servicios de inteligencia iraní. De forma coordinada (primero uno y otro cuando ya se había desatado el caos), hicieron explotar sus cinturones-bomba diseminando de cuerpos desmembrados y de heridos el denominado Jardín de los Mártires. Según las cifras oficiales, casi un centenar de muertos y cerca de trescientos heridos en una ciudad de 700.000 habitantes en medio de Irán. 

Antes de la reivindicación (el jueves) del atentado por el ISIS, Irán apuntó a Israel y a Estados Unidos, sus enemigos oficiales y contra los que es más fácil dirigir la ira del pueblo y su sed de venganza. EEUU lo negó inmediatamente e incluyó en el desmentido cualquier participación de Israel. Quizá, quién sabe, de haberse mantenido la incógnita sobre la autoría, habríamos visto un mayor despliegue mediático sobre el atentado de Kermán en nuestros informativos. Quizá no tanto despliegue como el que hemos recibido debido a la muerte, dos días antes en Beirut (Líbano) y por el impacto de un dron israelí, de Saleh al Arouri, un líder de Hamás a quien se atribuye haber ideado los atentados del 7 de octubre. Por lo que sea, nos ha interesado menos que el ISIS reclamara, a golpe de brutal matanza, su cuota de renovado protagonismo en el avispero de Oriente Próximo.

Muchos (¿ingenuos o malinformados?) creímos que, efectivamente, el Estado Islámico (ISIS o DAESH) había sido derrotado en 2019. Así nos lo anunciaron y nos ayudó a creerlo que, con el paso del tiempo, fuimos arrumbando en la memoria cómo el DAESH había utilizado las más avanzadas técnicas mediáticas para difundir sus barbaridades más sangrientas. Aquello arrancó el 11-S, con las Torres Gemelas de Nueva York y todo lo demás: el Pentágono en Washington, el avión que se estrelló en Pensilvania… Empezaba el siglo. Diez años después, tras la muerte de Osama Bin Laden en una operación comandada por Barack Obama, el DAESH siguió exhibiendo su sello de infernal publicidad del terror en atentados como la matanza en el Bataclán de París, en 2015, o los degollamientos difundidos por Youtube, iniciados con el del periodista James Foley en 2014 y que tomaron forma de macabra producción cinematográfica con la veintena de coptos egipcios decapitados en una playa resplandeciente. 

Esa metodología que combina el terror con el último grito de la difusión mediática fue una seña de identidad del ISIS que, con todas las distancias que convenga, ha copiado Hamás en sus atentados del 7 de octubre. Enviar terroristas en parapente a masacrar jóvenes en un festival de rave durante una noche de sabbath tiene ese sello de brutalidad mediática que exhibía el Estado Islámico en sus atentados contra Occidente.  

«Esa metodología que combina el terror con la difusión mediática fue una seña de identidad del ISIS que, ha copiado Hamás en sus atentados del 7 de octubre»

Quizá por eso, a muchos nos pareció pertinente la comparación que hicieron el secretario de Estado de EEUU, Anthony Blinken, y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en su comparecencia conjunta tras los atentados de Hamás del 7 de octubre. «Hamás es ISIS, y tal como aplastamos al ISIS, aplastaremos a Hamás», dijo Netanyahu el 12 de octubre. Blinken fue más preciso: «La letanía de brutalidad e inhumanidad de los atentados de Hamás recuerda, sí, a lo peor de ISIS». Tenía razón el secretario de Estado: la letanía de brutalidad e inhumanidad, difundida con enorme despliegue de trompetería mediática, sí los hace comparables. 

El 4 de enero nos han enseñado otra similitud muy relevante: si los atentados de Hamás del 7 de octubre mostraron un dramático fallo de seguridad de Israel, los de Kermán apuntan a un grave error de la inteligencia de Irán. En lo demás, esta semana hemos empezado a ver la diferencia o, más bien, la competencia entre ambos; los dos son suníes, pero uno –Hamás- es aliado de Irán, pese a ser ésta la principal potencia chií del mundo islámico, y el otro –ISIS- ha atacado a Irán con el argumento de que es chíi. Los suníes del DAESH justifican el atentado de Kermán por la presunta apostasía de los chiíes de Irán; la ortodoxia suní del Estado Islámico contra la ‘rafidah’ chíi de la República Islámica iraní. 

En definitiva, el Estado Islámico, el DAESH, ha decidido entrar en el avispero de Oriente Próximo atacando a Irán, el principal patrocinador de Hamás. Por ser precisos, patrocinador de Hamás, de Hezbolá y también de esos hutíes de Yemen que han decidido impedir el tráfico comercial por el Mar Rojo con el resultado de encarecer, no sabemos cuánto, lo que consumimos en Europa, y contra los que (por lo que sea) nuestro Gobierno ha rechazado luchar. Por lo que sea, nuestro presidente ha sido aplaudido por los terroristas hutíes y por los de Hamás; no se sumaron al aplauso los renovados terroristas del ISIS, quienes, por cierto, en estos años se han hecho fuertes en el Sahel. 

Irán ha prometido venganza. Sus muertos y heridos del homenaje a Soleimani en Kermán serán vengados, han anunciado sus autoridades. ¿Dónde? ¿Un ataque iraní a Irak, mejor a Siria, o quizá a Afganistán? ¿Cuál será el territorio de la represalia? ¿El Mar Rojo? ¿Se atreverán contra las monarquías saudíes (y sunís) al otro lado del Golfo Pérsico? ¿Acabaremos viendo un choque entre árabes y persas? ¿O, más bien, sólo veremos una competición para ver quién mata más, y con más saña, contra Israel, contra EEUU, contra Occidente…?

En el duelo por las víctimas del atentado de Kermán proliferaron los gritos contra Estados Unidos y contra Israel. Eso es fácil y une mucho. El enemigo principal está claro; queda por definir quién se erige como su principal oponente. Lo peor de todo es que lo vamos a ir viendo. El siglo XXI avanza imparable.

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