La ética del Gobierno de coalición: entre precios y límites
«Es urgente una estrategia que divulgue qué nos estamos jugando: en qué se traduce en la vida real de cada paisano las concesiones que se están haciendo»
Hoy celebramos el cumpleaños de Ricardo Darín. Hace años estuve viviendo en Argentina, trabajando en un proyecto sobre el sexismo publicitario. Durante aquellos meses, escribía semanalmente un blog en clave de humor para mantener informados (y entretenidos) a amigos y familiares. El año anterior, cuando realicé la misma investigación en Manhattan, había creado el diario por correo Meeting George Clooney, que resultó todo un éxito. Así que, en Buenos Aires, la trama que me inventé fue que había ido a conocer a Darín porque quería hacerme una foto con él. Con la excusa de encontrarlo, en mi bitácora recorría la ciudad y me acontecían historias (algunas surrealistas) que mezclaban realidad y ficción. Evidentemente, nunca coincidí con Darín (ni, por supuesto, con Clooney), pero con la broma descubrí lugares y personas increíbles y me empapé de cine argentino, que es maravilloso.
Desde entonces, me declaro fan del actor: expresivo, atractivo e inteligente a la hora de escoger los guiones. ¿Quién no recuerda El hijo de la novia o El secreto de sus ojos? De toda su filmografía, sin embargo, yo me quedo con Bombita, una mini historia de Relatos Salvajes, la película de Szifron hecha de cortos con un hilo común: la paciencia, la rabia y el placer de perder el control cuando se llega al límite.
Centrada en la desidia burocrática de la administración, Bombita cuenta la historia de un tipo que, objeto de una injusticia tonta (le ponen una multa), busca resarcirse y acaba, por carambolas, sin nada en la cárcel. Y hasta ahí voy a leer. Lo importante es que Bombita apunta, como el resto de las historias de la obra, que hay un momento en el que la presión o la adversidad nos empujan más allá de fronteras autoimpuestas. La pregunta inevitable es: ¿qué (nos) hace, como a Darín, decir «basta, hasta aquí aguanto, este es el límite»?
A la historia de Darín le sigue en Relatos Salvajes, La propuesta, con Óscar Martínez. Un joven atropella a una embarazada. Para exculparlo, acuerdan inculpar a su casero, José, a cambio de dinero; este acepta. A la de los límites, La propuesta suma la pregunta de los precios: ¿Por cuánto dinero, poder, reconocimiento o aceptación se vende la gente? ¿Cómo de frágil es la integridad de los individuos frente a qué tipo de incentivos?
El precio y el límite se relacionan con la complejidad de las elecciones, la fragilidad o la fortaleza de las convicciones y la danza que las personas mantienen con la ética.
«Puigdemont ha puesto precio a la continuidad del sanchismo: amnistía, pasta y humillar al constitucionalismo»
La semana pasada, diputados socialistas que justificaron su apoyo a un Gobierno sostenido por prófugos y filoetarras «para evitar la amenaza de la derecha», consolidaban la derecha más extrema, que es la xenófoba, con la votación de los decretos con las exigencias de Junts.
Está claro que Puigdemont se ha puesto un precio para garantizar la continuidad del sanchismo: su amnistía (y la de amigos delincuentes), pasta y humillar al constitucionalismo. Pedro, que carece de «fronteras autoimpuestas», ha aceptado (paga con dinero, bienestar y libertad de los españoles su compra), mientras todos los diputados «progresistas» [sic] tragan sin rechistar. Sus señorías borraron sus límites en la medida en la que Sánchez les pagó su precio: seguir estando. No en vano la ausencia de contestación interna en el PSOE da cuenta de que hay incentivos empujaron a muchos hace tiempo a renunciar a su dignidad.
Pero la pregunta es otra. ¿Y la ciudadanía? ¿Dónde están sus límites y cuál es el precio que está dispuesta a pagar?
«Como decía Edmund Burke, hay situaciones en las que ‘la paciencia puede dejar de ser una virtud’»
El diagnóstico no es halagüeño. Cada día a la gente el esperpento político le importa menos. Muchos ciudadanos han bajado los brazos y la determinación ante el panorama es que cada cual intenta ir a lo suyo. Cada vez hay menos nación y gran parte de la culpa es del establishment y de los medios. Me decía un amigo: «Marta, a la tía Manoli, la del quinto, no le puedes pedir que sepa qué es un decreto-ley, las competencias del Estado, qué están negociando en un cuarto oscuro… bastante tiene con llegar a fin de mes».
Más allá de plataformas y manifestaciones, a mí lo que me parece urgente es lanzar desde el constitucionalismo una estrategia comunicativa que divulgue claramente qué nos estamos jugando: en qué se traduce en la vida real de cada paisano las concesiones que se están haciendo en términos económicos, sociales y de derechos individuales.
La tradición judeocristiana nos educa en el valor del aguante y la ecuanimidad: tolerar contrariedades con fortaleza se presenta como necesario para subsistir. Pero, en según qué casos, la imperturbabilidad es casi peor que el estallido. Como decía Edmund Burke, hay situaciones en las que «la paciencia puede dejar de ser una virtud».
Es en parte lo que apunta sutilmente la película de Darín.
Por cierto, felicidades, por tu aniversario Ricardo.