THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Milei habla y Sánchez viste abrigo

«El presidente argentino habló de libertad económica y gobierno limitado como bases del bienestar y el progreso. El español reiteró los dogmas progresistas»

Opinión
17 comentarios
Milei habla y Sánchez viste abrigo

Ilustración de Alejandra Svriz.

La única noticia que propició Sánchez en Davos fue que vistió un abrigo que se agotó en las tiendas. Nada más. Su contribución ha sido, por tanto, patética y triste, aunque podemos estar seguros de que tomó el Falcon de vuelta a España con un subidón de alegría por haber lucido palmito. Por contra, Milei saltó a los medios por sus ideas y su propuesta, por la incorrección política y la reivindicación del realismo para sacar a su país del agujero. Seguro que también se quedó satisfecho aunque, a diferencia del español, volviera a Argentina en un asiento de la clase turista de un vuelo regular. 

Sánchez se empeñó en Davos en que es preciso aumentar la presión para imponer de forma coactiva, mediante el Estado, el dogma progresista. Su sueño, compartido por la mayoría en Davos, es crear el Hombre Nuevo en la Sociedad Nueva; esto es, moldear la realidad según su proyecto particular y extirpar de la naturaleza humana y social todo lo que se considere un obstáculo. 

Milei, por contra, dijo que la política está al servicio de la realidad, no al revés como quieren los colectivistas. Sostuvo una obviedad que se olvida: la ingeniería social siempre ha fracasado, como el comunismo. Ahí está la historia del siglo XX. Esa obsesión por forzar a la realidad a ser otra cosa ha acabado siempre en pobreza económica, social y cultural. Y no hay excusas, porque esos ingenieros gobernaron durante mucho tiempo y con mano de hierro. 

El presidente español, por su parte, mostró que entiende que ser libre se limita a la autodefinición de la identidad sexual o étnica dentro de un colectivo, en un planeta sin contaminación. Nada que ver con la defensa de los derechos individuales, de la propiedad y de la vida, porque es el Estado quien determina los límites de todo esto. Sin Estado, vino a decir, no somos nada, por lo que cuanto más Estado, regulaciones, prohibiciones e impuestos para distribuir la riqueza, más posibilidades tendremos de ser personas. 

El argentino defendió el liberalismo (libertarismo allá) tal y como la definió Alberto Benegas Lynch (h), basado en el respeto al proyecto de vida del prójimo, en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. En consecuencia, criticó los proyectos de crecimiento del Estado, al que llamó instrumento de coacción y, por tanto, enemigo de la libertad. «¿O es que Vds pagan impuestos con alegría y voluntariamente?», ironizó Milei. Y de ahí pasó a una descripción del mundo actual: cuanto mayor es el Estado más impuestos necesita —como propone el Gobierno de Sánchez—, lo que significa más coacción y recortes de la iniciativa individual, más peligro para la propiedad privada, y menos creadores de riqueza, a los que se ataca fiscal y retóricamente.

«El liberalismo, señaló el argentino, ya asentó la igualdad de todas las personas ante la ley en defensa de su proyecto de vida y propiedad»

Nuestro Sánchez, en cambio, es un conocido defensor del feminismo institucional y hegemónico que colectiviza a hombres y mujeres, que crea una retórica victimista, y que es la palanca para llegar al colectivismo socializante porque permite que el Estado se meta en la vida privada de la gente. Este tipo de feminismo se ha convertido en un dogma intocable del que se apoderado la izquierda, y con el que hace bailar a la derecha. 

Milei dijo que el fracaso del comunismo obligó a esos izquierdistas a cambiar su planteamiento de la vida en comunidad como un conflicto. Sustituyeron la lucha de clases por la lucha de sexos, introduciendo una falsa división y choques absurdos en la sociedad para desviar la atención de lo verdaderamente importante: la pérdida de la libertad a manos del Estado. El liberalismo, señaló el argentino, ya asentó la igualdad de todas las personas ante la ley en defensa de su proyecto de vida y propiedad. El feminismo radical, en cambio, solo ha servido para aumentar el intervencionismo del Estado y despilfarrar. 

La incorrección política de Milei fue tal que los principios básicos de la democracia liberal que recitó resultaron sorprendentes. Habló de la libertad económica, del gobierno limitado y del respeto a la propiedad privada como elementos esenciales para el bienestar y el progreso. Por otro lado, Sánchez, sonriente, hizo un discurso común y ramplón sobre el cambio climático, el feminismo y la desigualdad y la necesidad de intervenir cada vez más el mercado, de ampliar la discrecionalidad de los gobiernos y ajustar la propiedad privada a los objetivos fijados por la élite mundial. 

No es necesario estar de acuerdo con todo lo que dijo Milei, ni con su estilo, pero es preciso reconocer que no le falta razón en que cada día somos menos libres y estamos más endeudados. A nadie se le escapa que ahora hay menos libertad intelectual, cultural y creativa por la presión de la corrección política patrocinada por los gobiernos. También es evidente que cada día crece un poco más el Estado, al que sacrificamos nuestra libertad por considerarlo nuestro salvador. 

Puede que Milei fracase, o que triunfe —ojalá que así sea por el bien de Argentina—, pero al escuchar su discurso me entró una notable envidia por la pobreza del debate político en nuestro país. Todos circulan por el mismo carril, repitiendo con distintas voces la misma cantinela, marchando juntos en dirección hacia ese paraíso obligatorio en el que no tendremos nada y seremos felices.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D