THE OBJECTIVE
César Calderón

La Coruña era una fiesta

«Todo lo que se espera de ellos es que aplaudan con entusiasmo los distintos números cocinados por Producciones Moncloa S.A.»

Opinión
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La Coruña era una fiesta

Pedro Sánchez. | Alejandra Svriz

Cuentan los más viejos del lugar que uno de los debates más intensos de la historia del PSOE, ya saben, aquel partido en el que los militantes tenían espacios para defender sus opiniones políticas más allá de plebiscitos convocados cuando más conviene a su general secretario, fue el que se dio entre la figura del mandatario, es decir, aquella persona electa en una agrupación socialista con la obligación de defender y votar en los órganos superiores las decisiones mayoritarias de su agrupación y la del delegado, que una vez elegido representante ante instancias partidarias superiores, podía, una vez escuchadas las opiniones del resto de los participantes, saltarse la opinión de sus conmilitones y votar lo que su conciencia dictase.

Y lo cierto es que este debate, aunque lo parezca, era de todo menos teórico ya que de la resolución del mismo dependieron buena parte de los cambios ideológicos y estructurales que el PSOE hubo de realizar para convertirse en un partido suficientemente transversal para alzarse como el principal partido de nuestro país y encarar con garantías la transformación de España en un país homologable al resto de democracias europeas.

Una fina distinción doctrinal ésta entre mandatario y delegado que finalmente ha sido superada por el genio político de Pedro Sánchez mediante el eficaz método de abolir ambas categorías y convertir a todos los asistentes a su «convención política» (otro feliz descubrimiento) de La Coruña en nada más y nada menos que invitados, es decir, asistentes sin voz ni voto a un espectáculo de ilusionismo político en el que todo lo que se espera de ellos es que aplaudan con entusiasmo los distintos números cocinados (brillantemente, que todo hay que decirlo) por Producciones Moncloa S.A. con el fin de ocupar todos los espacios televisivos del fin de semana.

«En el PSOE ni siquiera existe un documento marco de debate para que los militantes puedan hacer sus aportaciones al mismo»

Un invento ad maiorem Pedri gloriam sin encaje en los estatutos del PSOE aprobados en su último congreso federal (que no mencionan el invento en ninguna de sus páginas) y que por tanto, permite a la dirección socialista saltarse todas las aburridísimas normas democráticas que marcan su funcionamiento interno para ofrecer a las diferentes audiencias del fin de semana una cuidada fotografía en la que el Sánchez, travestido de Zeus Olímpico desciende sobre los mortales para traerles la buena nueva sin el engorro de haber tenido que superar debate ideológico alguno ya que, por no existir, ni siquiera existe un documento marco de debate para que los militantes puedan hacer sus aportaciones al mismo.

Algo que, por cierto, aleja al PSOE de Sánchez del modelo de los partidos socialdemócratas europeos, organizaciones vivas y en permanente debate ideológico y programático y le acerca (siendo generosos) al de los partidos norteamericanos, que como todos ustedes saben no son más que meras plataformas instrumentales sin vida interna más allá de los procesos electorales que solo sirven como acompañamiento acrítico al candidato presidencial de turno. 

Una especie de enorme fiesta de cumpleaños a la vera de la playa de Riazor en la que los militantes, perdón, invitados, solo tienen la responsabilidad de aplaudir con fervor y no desafinar demasiado cantando el «cumpleaños feliz» cuando Sánchez apague las velas de un soplido.

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