Sánchez y la alta traición
«El coqueteo del presidente con quienes manejaron la alta traición, si se demuestra la financiación rusa del ‘procés’, sería la indignidad suprema»
No solo Sánchez va a conceder una autoamnistía para los golpistas y delincuentes del separatismo catalán, sino a traidores a la patria según el juez Joaquín Aguirre. El asunto va más allá de la supuesta concordia con quienes están fuera de la Constitución. Estamos hablando de personas que han conspirado con una potencia extranjera para perjudicar a España, incluso con la posibilidad de provocar un conflicto armado interno que podía extenderse a la Unión Europea.
El gran señalado si la imputación sigue su curso, y queda demostrada la financiación rusa del procés, sería Pedro Sánchez. Puigdemont no tiene que demostrar su odio a España. Ya sospechábamos algo. El fugado puede traicionar al país sin que el catalanismo lo repudie por ello. Todo lo contrario, recibirá el aplauso general y encontrará justificación en sus medios de comunicación. Pero Sánchez, ¿con qué reputación quedaría si se demuestra que no solo traga con el golpe, sino que acepta el pacto con quienes pensaron en una traición a España como es el acuerdo con un potencia extranjera para interferir en nuestro país?
La acusación a Puigdemont está encontrando ya a las baterías sanchistas dispuestas a bombardear con el mantra del lawfare. Su intento es tan soez como conocido. Tratan de desprestigiar al juez y a sus investigaciones diciendo que es un artimaña de la derecha, una más, en la persecución política de los nacionalistas que apoyan al gobierno de la «coalición progresista». Les ha faltado tiempo para incluir a Joaquín Aguirre en la fachosfera, como a García Castellón, usando un término inventado por un periodista de El País, el boletín sanchista de la mañana.
«La ley de amnistía que sostiene Sánchez es un golpe bajo al Estado de derecho y, ahora, un apoyo a los traidores a España»
Este relato ofensivo no podrá esconder que la ley de amnistía que sostiene Sánchez es un insulto a la dignidad de la democracia, un golpe bajo al Estado de derecho, y ahora, un apoyo a los traidores a España. No se trata ya solo de convertir en gamberros a los terroristas, ni a los golpistas en despistados ciudadanos que pasaban por ahí. Ahora quieren que se tenga por socios venerables a quienes conspiraron contra la paz del país. Lo que quedará, si esto prosigue, es que el PSOE pacta con un partido, Junts, que protagonizó un golpe, que chantajea al país con desdeño ostensible de su estabilidad, y que ahora, si las investigaciones judiciales se confirman, que resulta ser un atajo de traidores dispuestos a que los españoles derramaran su sangre.
Mucho va a tener que trabajar el comité de propaganda sanchista para evitar el desprecio de sus votantes. Hasta ahora, la sala de máquinas de psicología social del PSOE está trabajando a destajo. Imagine Vd. el marrón. ¿Cómo convencer a sus electores de que Sánchez no tiende la mano a unos indeseables que se abrazan a la extrema derecha europea? El asunto del control de la inmigración en Cataluña ya hizo sudar tinta a los sanchistas. Y el argumento del lawfare es un paraguas que no puede cubrir toda la lluvia que cae.
De hecho, la maquinaria propagandística del sanchismo ya se gripa. Está tan sobrecalentada que se queda bloqueada y se convierte en una fábrica de sandeces. Es ridículo acusar a la gente que reunió el PP el domingo pasado para protestar por la amnistía de estar contra la subida de las pensiones. Tan patético como decir que las personas que se reúnen en Ferraz para protestar son terroristas como los del procés.
El coqueteo de Sánchez con quienes manejaron la alta traición, si se confirma la investigación judicial y salen las pruebas de la financiación rusa del procés, sería la indignidad suprema. El líder del PSOE estaría en un escalafón de presidentes de áspera calificación, incómodos, de recuerdo amargo, de esos que son difíciles de tragar por la sociedad venidera. La resaca, el post-sanchismo, va a ser muy duro.