'Influencers', rusos, publicidad y política
«No solo hay una necesidad imperante de transparencia en ‘influencers’ comerciales. También la hay en medios, periodistas y políticos»
Corría 1955 cuando, en su obra seminal Influencia personal: el individuo en el proceso de comunicación de masas, dos sociólogos, Katz y Lazarsfeld, sentaron las bases para entender cómo ciertas personas (los líderes de opinión) impactan en actitudes, conocimientos y comportamientos de la gente.
Quién iba a decir que casi 70 años después, en la era digital, las redes elevarían el poder y el estatus de los influenciadores o influencers. En España, dedicarse a esta profesión es el sueño de mucha gente: uno de cada tres jóvenes aspira a ello. El atractivo no es solo la fama; vivir de opinar en plataformas brinda también oportunidades económicas. Aunque ustedes no lo sepan, hay influencers que se embolsan sumas muy considerables por cada publicación u opinión… porque hay alguien que les paga.
El fenómeno de los influenciadores plantea hoy gravísimos desafíos éticos y legales. La semana pasada, la Asociación de Usuarios de la Comunicación (AUC) divulgó un estudio sobre más de 50.000 posts referidos a unos 1.400 personajes de la red que apunta que el 80% de los mensajes presentan irregularidades éticas.
El principal foco de preocupación es la falta de autenticidad y de veracidad de la comunicación. Es decir: no se detecta claramente que los mensajes se emiten porque hay contraprestaciones económicas y, además, parte de la información que se transmite no es cierta. La publicidad engañosa por encubierta resulta por tanto un problema. Y es que cuando no se identifica claramente la naturaleza publicitaria de un mensaje no solo se engaña a los espectadores, sino que se complica la actuación contra los posibles ilícitos que se están cometiendo. Los sectores de la salud, bebidas alcohólicas y la falta de restricciones en la promoción de contenidos para adultos son las áreas de alto riesgo identificadas por la AUC.
El informe es tremendo y exige una acción inmediata de la administración porque los receptores, a veces menores a pesar de las restricciones, no pueden distinguir que los productos se promocionan porque hay dinero de por medio y no por una recomendación genuina de su ídolo.
«Entre septiembre y octubre de 2017 se detectó una actividad masiva en redes, originada en Rusia y Venezuela, para amplificar la campaña separatista»
Pensaba en esta noticia cuando leía ayer que el juez ha reactivado la investigación sobre los vínculos de Puigdemont con Rusia. Al parecer, los rusos, que querían desestabilizar la democracia española y la Unión Europea provocando nuestra salida de ella, empezaron por moldear un «campo de batalla comunicativo». Como explica Nicolás de Pedro de la Universidad Francisco de Vitoria, entre septiembre y octubre de 2017 se detectó una actividad masiva en redes sociales, originada en Rusia y Venezuela, para amplificar la campaña separatista. A través de medios e influencers se lanzaron falsas narrativas, por ejemplo, que los catalanes habían comenzado a quemar sus pasaportes o que en Cataluña había un inminente enfrentamiento violento de consecuencias imprevisibles. Después se descubrió que la inteligencia rusa había creado toda una infraestructura digital y mediática para conseguir la independencia de Cataluña.
Muchos españoles asistimos hoy atónitos a los movimientos del sanchismo y a la degradación que están provocando en instituciones como el Congreso. Como muestra la deserción de letrados que ha habido (y ya les digo yo que son grandísimos profesionales).
Pero lo más sorprendente es la cantidad de medios, tertulianos y opinadores que han cambiado radicalmente de opinión y que tratan de hacernos cambiar al resto. La pregunta inevitable que a una le viene a la mente es ¿quién promueve este marketing ideológico de influencers? ¿Quién y cuánto se está invirtiendo en tertulianos, opinadores, tiktokers, youtubers y medios para que la opinión pública normalice lo intolerable?
«Tanto el consumo como el voto son dos aspectos de un mismo problema»
La promoción encubierta de bienes, servicios, ideas y políticas públicas, donde las cosas se presentan como genuinos productos o convicciones personales, cuando en realidad son parte de un entramado mayor, asusta.
Una de las cuestiones importantes que apuntó Lazarsfeld, es que tanto el consumo como el voto son dos aspectos de un mismo problema. «No hay diferencias sustanciales en investigar cómo se escoge un jabón o un candidato… se deben buscar las respuestas en las mismas preguntas» y las soluciones a los mismos problemas.
No solo hay una necesidad imperante de transparencia en influencers comerciales. También la hay en medios, periodistas y políticos.
Pues eso.