THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

Camus y la peste canceladora 

«Nunca está de más escribir otro libro sobre Albert Camus, sobre todo si le sirve a uno para matar al padre».

Opinión
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Camus y la peste canceladora 

Albert Camus.

Nunca está de más escribir otro libro sobre Albert Camus, sobre todo si le sirve a uno para matar al padre. Después del padre, todo escritor tiene un padrecito ideológico o un padre literario al que quiere matar superándolo.

Entiendo que un escritor mediocre se plante cuando Francia idealiza en exceso a Camus y quiera matarle a base de cancelarlo, sin intentar siquiera superale. Lo primero que hace cualquier lector es plantearse la vigencia de Camus, pero esta pregunta es ya una señal de vigencia, ahí radica su importancia. Nadie se preguntaría hoy por la vigencia de Sartre, un suponer.

Sartre murió, realmente, en mayo del 68 cuando fue abucheado por los estudiantes de París, ahí se acabó la moda del pesimismo existencialista como una actitud desde la cual juzgamos el mundo. Años más tarde, y mientas escribo estas líneas, Camus levanta nuevos ensayos, artículos polémicos y todo aquello que le mantuvo vivo, mayormente la eterna polémica con su antagonista Sartre.

Solo cuando Camus muere en un accidente muy aparatoso, muy de acuerdo con el absurdo de los tiempos modernos, Sartre decide escribir contra sí mismo. Pero Camus ha seguido dando mucho juego y hasta hoy llegamos a plantearnos la superioridad de un autor sobre el otro.

Un tal Olivier Gloag ha publicado un ensayo reciente, Oublier Camus, pero ha caído en un vicio mucho más viejo que el de la crítica, que no es otro que el de la peste canceladora. El texto retrata a Camus como “el último escritor colonial”, lo cual es curioso porque en realidad fue uno de los pocos en condenar la masacre francesa de argelinos en 1945 en Sétif. Yo no se si en toda la moda de Camus hay mucho lector diletante, y mucho de postureo, y eso inevitablemente acaba cultivado fieros detractores y críticos.

«Los detractores no son el problema, salvo cuando tienen demasiada inquina canceladora y no admiten la vigencia del autor que les obsesiona»

Los detractores no son el problema, salvo cuando tienen demasiada inquina canceladora y no admiten la vigencia del autor que les obsesiona. Los detractores no han tenido en cuenta que el pensamiento de Camus, un pensamiento filosófico hecho de pequeñas ocurrencias, iba a ser la esencia de la Filosofía de nuestro tiempo, una vez que las humanidades han dejado de ser materia relevante y toda filosofía se digiere mejor en forma de novela o cápsula de autoayuda. Lo cierto es que todos agradecemos que alguien libere a Camus de las manipulaciones abusivas y complacientes de quienes le ven como un santo, pero tampoco hacía falta que saquemos los desatornilladores de estatuas.

Si el presente parece sonreír el lirismo de los aforismos camusianos también puede optar por cargarse al icono de un plumazo, y esta es una moda muy recurrente. Disparar a los ídolos de los tiempos modernos es tarea de aquellos que no supieron matar al padre a tiempo, y en este secretito freudiano se basa toda la esencia de la contracultura moderna. Sartre se ha dejado de leer y todos seguimos sin saber qué cosa era el existencialismo. El autor de ‘La Peste’ vuelve a las superventas libro a libro, y muerto su antagonista, que es el que lo mantiene vivo con su encelamiento, ha seguido viviendo. Quienes niegan que el existencialismo sea un humanismo, debieran saber que el camusianismo hoy puede ser un fascismo y que estos antagonistas son mucho más peligrosos, son prescriptores morales. Es la esencia de la modernidad, contenida en una línea del diario de Camus: “Tiempos modernos: Rechazan la gracia y permiten el pecado. Sed de martirio”.

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