THE OBJECTIVE
Fernando Savater

El repudio del héroe

«Estas líneas van dedicadas en modesto homenaje a David y Miguel Ángel, guardias civiles, o sea guardianes de la civilización legal»

Opinión
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El repudio del héroe

Varios compañeros lamentan la pérdida de uno de los guardias civiles asesinados en Barbate. | EP

En todas las épocas y en todas las comunidades humanas se han llevado a cabo acciones heroicas, aunque la mayoría hayan pasado desapercibidas. Hoy seguramente ocurren en los escenarios bélicos, en Ucrania o Gaza, donde militares y civiles van más allá de su deber e incluso del sentido común más necesario para conquistar objetivos improbables, salvar a compañeros o familiares, hasta para destruir a más enemigos. Pero no hace falta ir a campos de batalla ni buscar hazañas truculentas: en las situaciones más pacíficas de nuestras urbes hay mujeres que sin apoyo masculino sacan adelante a dos o tres hijos pequeños simultaneando un par de empleos precarios, maridos ancianos que cuidan con amorosa paciencia a sus cónyuges con Alzheimer, maestros y maestras que se enfrentan cada día con una turba de niños respondones y se esfuerzan hasta lo milagroso por convertirlos en herederos de la Ilustración… Y las enfermeras, y los médicos que viajan de pueblo en pueblo para que nadie se quede sin ser atendido, y los bomberos, y los pescadores y… los policías, más necesarios que nunca y tan detestados como siempre, y los guardias civiles, los admirables guardias civiles.

Guardias civiles como los que fueron asesinados en las aguas de Barbate por hampones narcotraficantes y por la incuria de quienes no les dotan de los instrumentos necesarios para su tarea y los mandan a una muerte casi segura «porque para eso están». Los héroes, a la vista está, son también víctimas colaterales o propiciatorias de la aciaga problemática humana, empeorada por la sociedad injusta, por la naturaleza atroz (ambas cuentan con partidarios beatos) y por la crueldad del azar que nada respeta. Frente al caos letal sólo están los héroes, muchos de ellos lo son sin poderlo remediar: y detrás nosotros, temblando, esperando que se inmolen para defendernos o nos rescaten.

Algunos (me viene a la memoria Bertolt Brecht, pero sé que son más) han lamentado públicamente los tiempos y las sociedades en que los héroes son necesarios. En efecto, la necesidad heroica surge cuando no basta con cumplir los deberes normales, cuando se abren vacíos que la simple tarea bien hecha no puede superar y hace falta un atletismo excepcional de la voluntad para remediarlos. Los héroes son necesarios cuando la vida social incumple sus promesas y nos provoca con exagerados retos, lo mismo que un sentido del equilibrio fuera de lo normal se requiere para bordear con paso firme enormes precipicios pero no para pasear por la calle un día de primavera. Sí, claro, pero esta argumentación no me convence del todo. Convengo en que no es buena señal colectiva estar reclamando constantemente a todo el mundo estatura heroica y prefiero que baste para vivir como es debido una buena disposición rutinaria sin alharacas. Pero moralmente me parece imprescindible que se sepa que las peripecias de la humanidad son tan imprevisibles que antes o después algún tipo de heroísmo siempre llega a ser necesario.

Hace falta algo de fibra heroica en el alma más vulgar para que pueda llamarse alma y no simples reflejos condicionados. Todo el que quiera llega a ser verdaderamente humano debe ser capaz alguna vez de lo sobrehumano si llega el caso: esta es la primera lección de la ética y que me perdone Kant si no lo digo a su modo, aunque por supuesto él me entendería muy bien. De modo que no comparto lo de «pobres de los tiempos y sociedades que no se remedian más que con héroes» y prefiero: «¡Pobres de las sociedades y las épocas que no tienen héroes ni para un remedio!». En la literatura, la lírica es el lujo (y en los mejores casos la lujuria) pero la épica es, ay, tanto ayer como hoy, lo sencillamente imprescindible.

«Malo es no saber que hay que admirar a los héroes pero aún peor admirar con la baba caída a los héroes equivocados»

Lo malo es que la educación actual (por llamarla así, perdonen la ironía despiadada) no recomienda a los neófitos el heroísmo o, mejor, no les propone los ejemplos de los verdaderos héroes. Malo es no saber que hay que admirar a los héroes pero aún peor admirar con la baba caída a los héroes equivocados. Los jóvenes se afilian al culto desordenado a los triunfadores, cubiertos de likes en la página en que figuran sus hazañas. Pero el verdadero héroe, el héroe necesario, rara vez aparece como envidiable y es la cualidad de ser envidiado la que admiran los boquiabiertos. Se envidia a los multiadmirados y se admira a los que parecen envidiables. Pero en cambio el auténtico héroe pasa desapercibido o se le percibe como un pringao, digno en el mejor caso de compasión pero desde luego sin ser modelo más que de fracaso. Esos guardias civiles abandonados sin recursos por sus mandos y triturados por los gángsters, que dejan atrás como único patrimonio viudas desoladas y huérfanos de corta edad… Esos padres y madres que protestan porque sus niños pierden su lengua materna al ir a escuelas indignas de ese nombre y tienen que soportar que les llamen fachas y provocadores porque piden que se cumpla con ellos la constitución sin la cual no hay libertad cívica… No se les admira, no, a veces se les ridiculiza y otras se les compadece, pero en general la pregunta desdeñosa es: «¿Y qué sacan con eso?». Nada, claro, por eso son héroes: no «sacan» nada de los demás, no maman de las ubres públicas, no disfrutan de subvenciones ni hacen negocio de ningún modo, ni siquiera se venden como víctimas. No sacan sino que ponen de su parte, enriquecen a quienes muchas veces no saben lo que reciben ni por tanto lo agradecen como es debido. Ahora a los héroes se les rechaza porque lo son, porque su generosidad obstinada debería recordarnos que significa vivir en sociedad y sin embargo nos avergüenza como un reproche. Gracias a ellos no somos una simple piara hozando en cuentas corrientes o en mitologías ideológicas (de izquierdas, mayormente) sino un proyecto de sociedad libre, igualitaria y fraterna aunque hoy devenida una comuna de identidades irreconciliables y obligatorias.

Estas líneas van dedicadas en modesto homenaje a David y Miguel Ángel, guardias civiles, o sea guardianes de la civilización legal, asesinados en Barbate por defender el bien común, cuya muerte no mereció ni un minuto de silencio en el Parlament de la Generalitat de Cataluña, esa pútrida sentina.

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