No será corta, la inalterable hoja de ruta sanchista
«Sánchez, con su característico manejo de los tiempos y una estrategia que roza lo maquiavélico, solo convocará a las urnas cuando el viento sople a su favor»
En un escenario donde la política se transforma con la velocidad de un tweet, lo que las elecciones en Galicia han confirmado es la habilidad de Sánchez para navegar las turbulentas aguas de la política española. A pesar de las voces que interpretan los resultados como un posible vuelco, Sánchez, con su característico manejo de los tiempos y una estrategia que roza lo maquiavélico, sabe que solo convocará a las urnas cuando el viento sople a su favor. Él es el único que decidirá el cuándo.
La actuación de Junts por la unilateralidad, lejos de ser una amenaza real al Gobierno central, se presenta como una pieza más en el ajedrez político que Sánchez parece dominar. Esta postura de Junts, más allá de su radicalidad, no es más que una herramienta de negociación, un farol en el juego de poder con el Gobierno de España. Es aquí donde la sagacidad de Sánchez brilla con fuerza, demostrando una vez más que su capacidad para interpretar la realidad y adaptarse a ella es, si cabe, uno de sus mayores activos.
Sin embargo, como decía, el mal resultado en Galicia para el PSOE no se traduciría necesariamente en un debilitamiento de la posición de Sánchez en La Moncloa. Lo que sí parece evidenciar es una tendencia creciente dentro del espectro político español: la inclinación de la izquierda hacia los partidos nacionalistas en cada comunidad autónoma, en detrimento del Partido Socialista. Las elecciones catalanas y el resultado de Illa certificarán o no esta tesis. Este fenómeno podría interpretarse como una consecuencia del flirteo constante de Sánchez con los nacionalistas. Los votantes, para satisfacer sus necesidades políticas, al parecer, optan directamente por los partidos nacionalistas sin necesidad de confiar en una especie de figura de mediador o copia descafeinada como el PSOE. Este traspaso de votantes del Partido Socialista hacia los nacionalistas podría estar señalando el paso definitivo de esa supuesta «izquierda transformadora» a una izquierda identitaria y excluyente.
Esta situación plantea un dilema profundo para la izquierda española y para el mismo Sánchez. La estrategia de acercamiento a los partidos nacionalistas, aunque tácticamente beneficiosa a corto plazo, podría estar socavando la base tradicional del socialismo español, la estabilidad institucional de nuestro país y el cuestionamiento de nuestro sistema democrático, desplazándola hacia posiciones que priorizan las identidades regionales sobre una visión más integradora, plural y universalista.
Este ajedrez político nos lleva a reflexionar sobre el papel de los ciudadanos en este entramado. Aquellos que se oponen al populismo sanchista parecen estar atrapados en un ciclo de reacción constante, navegando entre la euforia de un posible cambio, la ansiedad ante la inmovilidad y la frustración de ver cómo, una y otra vez, sus expectativas se ven desvanecidas. Sánchez, como buen estratega, sabe leer estas reacciones y las utiliza a su favor, manteniendo a sus opositores en un estado de perpetua incertidumbre.
«La estrategia de Sánchez, lejos de ser una anomalía, es el reflejo de un sistema que premia la mentira sobre los hechos»
La pregunta que surge, entonces, no es tanto sobre la eficacia de las acciones de Sánchez, sino sobre el porqué de su éxito continuado. ¿Cómo es posible que, a pesar de las críticas, a pesar de las movilizaciones, mantenga un apoyo considerable entre la población? La respuesta, aunque compleja, puede encontrarse en la habilidad de Sánchez para crear y manejar narrativas que, aunque cuestionables, calan en una sociedad en busca de referentes.
Más allá de la puesta en escena, lo que estas elecciones en Galicia revelan es la necesidad de una reflexión profunda sobre el estado de la política española. La estrategia de Sánchez, lejos de ser una anomalía, es el reflejo de un sistema que premia la astucia sobre la propuesta, el cinismo sobre la acción concreta, la mentira sobre los hechos. Este escenario, cargado de cinismo y manipulación, requiere de una ciudadanía crítica, capaz de discernir entre el espectáculo y la sustancia, y de una oposición y una sociedad civil que, más allá de reaccionar, sea capaz de proponer una alternativa real y convincente que abarque e impacte más allá de los que ya estamos convencidos de que estamos ante una ola populista de corte autoritario.
En definitiva, las elecciones en Galicia no serán un punto de inflexión en la permanencia de Sánchez en el poder. Más bien, confirmarán una vez más su capacidad para mantenerse a flote en un mar político que él mismo ha sabido agitar. Para aquellos que buscan un cambio, la tarea no será menor: deberán aprender a navegar estas aguas con la misma destreza que el actual inquilino de La Moncloa, ofreciendo no solo una crítica, sino una visión alternativa que resuene con una ciudadanía cada vez más escéptica ante el espectáculo político, una narrativa que erosione la base electoral de Sánchez, un relato que rompa los paradigmas autorreferenciales que son tan provechosos para el sanchismo.
Este análisis del panorama político tras las elecciones en Galicia invita a una reflexión más amplia sobre la dirección que está tomando la política española y el papel de los ciudadanos como eje fundamental para una buena salud democrática. Y, he de recordar que, como decía al principio del artículo, solo Sánchez puede decidir cuándo serán las próximas elecciones generales. Y, para ese momento, se debe estar preparado…como decía Winston Churchill: «He estado toda la noche preparando la improvisación de mañana». Pues eso, a prepararse.