Los rentistas de las drogas
«La obra de Antonio Escohotado es lo mejor que se ha escrito para ilustrar a los interesados y desasnar a supersticiosos»
El tema de la despenalización de las drogas viene de muy atrás: ya a comienzos de los años ochenta tuve ocasión de discutirlo en TV3 con Ernest Lluch cuando era ministro de Sanidad del Gobierno de Felipe González (él en catalán y yo en castellano, eran otros tiempos). Digo «despenalización» y no «legalización» porque sólo puede legalizarse lo que siempre fue ilegal por naturaleza, digámoslo así, y no es el caso de las llamadas drogas, que nacieron como elementos ceremoniales, remedios caseros o medicinas respetables.
Quien quiera informarse de verdad sobre el tema cuenta en nuestro idioma con la gran obra de Antonio Escohotado, que es lo mejor que se ha escrito para ilustrar a los interesados y desasnar a supersticiosos, aunque éstos no suelen ser dados a la lectura. Parece mentira que tanto tiempo después todavía se sigan repitiendo los mismos tópicos fraudulentos sobre la cuestión y continúen aplicándose las mismas legislaciones prohibicionistas que son la primera causa del negocio de los gángsters. Se ve que cuando la estupidez es lucrativa, las luces de la razón están mejor apagaditas…
«La objeción más seria a la despenalización es que no se puede aplicar la solución en un solo país»
A raíz del doble crimen de Barbate, el alcalde de la Línea ha aventurado que quizá fuera mejor acabar con la prohibición. Como es algo de sentido común, ha despertado más escándalo entre las almas pías que argumentos en contra dignos de consideración. En mis épocas de activismo hablé sobre el tema con varios cancilleres iberoamericanos: mientras ocupaban su cargo decían que despenalizar era imposible, que la DEA nunca lo permitiría, pero en cuanto cesaban reconocían que era la única medida posible para acabar con el tráfico criminal.
La objeción más seria es que no se puede aplicar la solución en un solo país, debería ser un acuerdo internacional y eso no ocurre de un día para otro. Por lo demás, insistir en que los mafiosos encontrarán otros delitos también lucrativos es una paparrucha: al día siguiente de que se descubra un remedio eficaz contra el cáncer la gente seguirá muriéndose de otra cosa… pero no de cáncer y eso ya es algo. Después de acabar la prohibición siguió habiendo delincuentes en Chicago, pero Elliot Ness pudo tomarse tranquilamente una copa.