THE OBJECTIVE
Francesc de Carreras

El 'caso PSOE'

«Sánchez transformó el partido en un proyecto personal, en una plataforma de adhesión a su persona: es el PSOE de hoy, el de los Ábalos y los Koldos»

Opinión
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El ‘caso PSOE’

Ilustración de Alejandra Svriz.

Queda mucho aún por investigar, cada día aparecen nuevas derivaciones cuyos protagonistas son los acusados por la fiscalía y seguro que nos enteraremos de cosas que nos helarán la sangre. Pero estoy convencido que no estamos ante el caso Koldo, ni ante el caso Ábalos y ni siquiera ante el caso Sánchez, sino ante el caso PSOE, el PSOE de Sánchez, claro. 

Cuando Pedro Sánchez alcanza en 2014 la secretaría general casi nadie le conocía. Recuerdo una reunión del consejo editorial de El País en la que Antonio Caño, su director entonces, preguntó si alguien conocía a Sánchez. La mayoría de los presentes, unas 15 o 20 personas, eran periodistas de la redacción y sólo cuatro éramos simples colaboradores. 

Una veterana periodista parlamentaria dijo conocerlo un poco porque había hablado con él un par de veces en los pasillos del Congreso y le había parecido un tipo amable y educado, aunque sin ningún peso en el grupo parlamentario. Un catedrático de Economía dijo que si bien no recordaba exactamente su nombre creía que se trataba de la misma persona que un colega y amigo suyo insistía desde hacía un año que quería presentárselo para almorzar juntos. Nadie más sabía de Sánchez y acababa de convertirse por sorpresa en el nuevo secretario general. Todo bien extraño.

En aquellos primeros meses no me hice una idea de quien podía ser Sánchez, se decía que era un secretario general de transición, perfectamente controlable por el establishment socialista  a la espera de que Susana Díaz acabara su mandato como presidenta andaluza. Desde luego no fue así, como tantas veces sucede en casos semejantes: los provisionales maniobran y se convierten en los peores enemigos de quienes les han aupado al cargo hasta conseguir derrotarlos y entronizarse en el poder. Así somos de agradecidos. 

La primera vez que tuve la sensación de que Sánchez era un tipo peligroso y no de fiar fue en un debate mano a mano con Rajoy en TVE, probablemente un debate electoral antes de las elecciones de 2015. La conversación entre ambos discurría dentro de las naturales discrepancias pero de forma educada, como era habitual en la democracia española hasta entonces. De repente, ya en los momentos finales, sin venir a cuento e inesperadamente, Sánchez le soltó a Rajoy: «Usted es una persona indecente». No adujo pruebas, ni razones, ni motivos, ni argumentos. El insulto puro y duro. Muchos lectores lo recordarán. 

«El PSOE se estaba podemizando, cambiando de estilo, la política empezaba a entrar en una fase de enconamiento permanente»

El candidato del PP quedó primero desconcertado y después le contestó con fría dureza pero sin faltar a la cortesía política. En aquel momento, algo parecía estar cambiando en la política española. Eran tiempos en que Pablo Iglesias agitaba a las masas y a sus parlamentarios con frases todavía más contundentes y también gratuitas. Había que intentar emularle. 

Al día siguiente fui a la reunión semanal de El País y, antes de empezar, en la antesala, un veterano periodista, no precisamente de política, me dijo sólo al verme: «Bueno, estarás contento, ayer fue bien el debate, ya era hora, por fin el PSOE pone a Rajoy en su sitio». Le respondí que, si se refería a la ya famosa frase de Sánchez que destacaban todos los periódicos del día, me pareció fatal, que así no se hacía política sino demagogia y que si la democracia española íba por este camino acabaríamos mal. Se mostró sorprendido y extrañado, él estaba muy contento por este nuevo rumbo que rompía las reglas usadas hasta entonces. 

Alí me di cuenta de un peligro que ya sospechaba: volvíamos a las andadas porque el PSOE se estaba podemizando, cambiando de estilo, la política empezaba a entrar en una fase de enconamiento permanente, Iglesias provocaba un efecto contagio, muchos militantes del PSOE envidiaban la suerte de los podemitas, éstos si eran de izquierda de verdad, Rubalcaba o Rosa Díez eran demasiado blandos con la derecha. Sánchez era su nuevo modelo. 

No lo pensé entonces, claro, pero se comenzaba a sembrar la semilla de la política de bloques, la polarización actual. Puigdemont, el PNV y ERC eran mucho más de izquierdas que el PP, que era la derechona de siempre a la que había que combatir antes que a nadie: con los demás había que aliarse para derrotarla. Todo esto se vio más claro un año y medio después cuando los militantes votaron por mayoría a Sánchez en mayo de 2017 y, con mayor nitidez aún, cuando mediante la moción de censura a Rajoy al año siguiente convirtió a Pedro Sánchez en presidente del Gobierno. 

«Permanecer callados es la primera regla de los actuales estatutos de ese partido que se autodenomina socialista»

Fue en aquellos tiempos que se forjó un nuevo PSOE, el de los Ábalos y los Koldos, el de Pedro Sánchez sobre todo: lo importante no son los principios sino el poder, los cargos. El aventurero Sánchez transformó el partido en un proyecto personal, en una plataforma de adhesión a su persona: si estáis callados os daré un cargo. Es el PSOE de hoy, el de los Ábalos y los Koldos, y los Santos Cerdán, me olvidaba de él, antes todos desconocidos, buenos socialistas por una sola razón: son obedientes. Permanecer callados es la primera regla de los actuales estatutos de ese partido propiedad de quienes se autodenominan socialistas.

Que en un partido haya algún corrupto es normal, en todas las familias suele haber una oveja negra. Pero que este corrupto sea la persona más cercana a quien ostenta el máximo poder ya es más extraño, hace cómplice al líder. Si este presunto corrupto se rodea de personajes oscuros y poco fiables, entonces todos son responsables, también los demás cargos y los militantes que callan. Ábalos fue destituido de repente y sin explicaciones públicas, la transparencia no es el punto fuerte de Sánchez, tampoco de su Gobierno  ni de su partido. 

El director de THE OBJECTIVE y un grupo de excelentes periodistas denunciaron el escándalo que esta última semana ocupa la primera plana de la política española cuando estaban en Vozpópuli: nadie les hizo caso. Pero la Fiscalía Anticorrupción, bendita sea, empezó a investigar minuciosamente y ha llegado a unas primeras conclusiones: de momento 20 procesados. Habrá que seguir la pista y ya están saliendo nuevas ramificaciones. Ábalos no ha seguido las indicaciones de su partido y se ha negado a dejar su escaño alegando cuestiones de honor. Ya veremos. Puede ser una bomba con efectos retardados.

Pero lo grave, el fondo del asunto, es que los cargos y carguillos del PSOE, sus militantes, agarrados a sus poltronas y poltronillas, han callado, con las excepciones que todos sabemos y que les honran. Tampoco los militantes ilustres del pasado, con las excepciones que también sabemos, permanecen en silencio, quizás invocando el patriotismo de partido. ¿Ignoran que el patriotismo de partido, ese sí, es el último refugio de los canallas? 

El caso Koldo es el caso PSOE.

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