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Ricardo Cayuela Gally

Rescoldos y sirenas

«¿Se imaginan lo que haría Sánchez si en un gobierno de Feijóo, un juez imputara en una trama corrupta a Cuca Gamarra? De Feijóo no quedaría ni la osamenta»

Opinión
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Rescoldos y sirenas

Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez. | Alejandra Svriz

El uso del presidente del Gobierno en las redes sociales es significativo. Para su avatar en X no ha sido una semana negra. Recibió al presidente de Paraguay (¡existe!), al peleador Ilia Topuria (deporte cuya virilidad tóxica queda atenuada por la visita a La Moncloa), al presidente de Andorra (paraíso fiscal que garantiza la oficialidad del catalán en la ONU, para regocijo del mundo entero), a las campeonísimas (el nuevo protocolo impone saludo de mano), a la presidenta del Parlamento Europeo, etcétera. Como extensión de su participación en el MWC en Barcelona, se entrevistó con varios CEO claves de las industrias tecnológicas (Nokia y Erickson confían plenamente en España y su solidez institucional), se reunió en París con Macron (hay que pararle los pies a Putin) y en Roma con Olaf Scholz, en el cónclave de la socialdemocracia europea donde fue orador principalísimo. Impecable y sonriente (qué alto y guapo es), en la Pedrosfera todo sucede en primera persona. Además, habló con el presidente de la ONU para seguir financiando a la UNRWA (cuyos vínculos con Hamás no caben en 280 caracteres). En medio de esa agitada vida de hombre de Estado, tuvo tiempo, en la sesión de control parlamentaria, de pararle los pies al PP, recordándole la ejemplaridad del PSOE ante la corrupción y de sacarle otra vez a relucir sus perennes trapos sucios. ¿Koldo, qué Koldo? ¡Rescoldos, señorías!

La estrategia de Pedro Sánchez está clara. Forzar la votación de la amnistía esta semana con nuevas concesiones, bien disimuladas por la caja mediática afín, que ha hecho de la necesidad virtud, y pactar unos presupuestos que alarguen la legislatura a cualquier costo (la casa paga). Después ya se verá. Subvenciones, polarización y propaganda obrarán otra vez el milagro. El poder y el tiempo todo lo curan, y lo que hoy parece grave y urgente nadie sabe cómo será mañana. La ventana del Falcon permite separar lo contingente (mascarillas administrativas) de lo importante (la derecha, que es lo mismo que la extrema derecha, tiene la culpa). Los renglones torcidos del manual de resistencia se vuelven rectos desde La Moncloa. 

A Pedro Sánchez la lenta construcción le exaspera. Es de tontos. De losers, dirían en América. Mejor encargar una tesis doctoral que investigar años y escribirla morosamente. Lo importante es el título, no el conocimiento. Mejor una moción de censura que ganar unas lecciones. El fin justifica los medios. La gestión también le aburre. Funcionarios por oposición quisquillosos, diplomáticos de carrera con ínfulas, procedimientos y reglas. Periodistas independientes. Qué fastidio. Todo conspira contra su grandeza. Lo vemos todos lo días con las acciones de sus ministros, que son libres de hacer y deshacer en función de sus filias y fobias ideológicas, pero también de sus taras personales y hasta sus picos hormonales. Nada importa si le son fieles. Ese es el verdadero principio de Peter. Encabeza un gobierno de ocurrencias, contradicciones y quebrantos que costará una legislatura enderezar en términos jurídicos y administrativos. Y una generación en términos morales.

A Pedro lo que de verdad le gustan son los mítines (mucha gente ansiosa a la espera del líder para ovacionarlo) y el roce internacional, por fin entre iguales (¡qué bien habla inglés!). También disfruta de triturar opositores en el Congreso, donde las mentiras salen gratis y el reglamento le da la última palabra, confabularse con sus palafraneros, asustados ante su siempre inminente defenestración, cooptar instituciones con leales, dirigir tras bambalinas una red mediática que multiplique los espejos y mandar sin debate en el partido, contra esos traidores que ya una vez lo lanzaron a la carretera. Un humanista en toda regla. 

«La estrategia de Pedro Sánchez está clara. Forzar la votación de la amnistía esta semana con nuevas concesiones, bien disimuladas por la caja mediática afín, que ha hecho de la necesidad virtud, y pactar unos presupuestos que alarguen la legislatura a cualquier costo»

Las redes sociales de Feijóo estos días también son también significativas. Por una parte, son un eco inercial de las acciones del presidente de Gobierno. Tras pasar de manera reluciente por La Moncloa (himnos, banderas, discursos y demás símbolos del poder real), los visitantes (extranjeros y nacionales) tienen un encuentro menor, estrictamente institucional, con el líder de la oposición. Una foto veloz en un ajuste de agenda, un café para dos en una mesita al fondo del Congreso, un saludo protocolario. Nada para presumir. Y, sin embargo, se hace. Su efecto es obviamente nulo. También es verdad que esta semana hay una serie de denuncias de la trama Koldo, pero en la que se piden explicaciones, renuncias puntuales, dar la cara. Estamos hablando de una trama (en plena pandemia e ilícito estado de excepción) que implica al núcleo duro del presidente en partido, Gobierno y hasta familia, que salpica a la presidenta del Congreso y al ministro de Interior, que posiblemente contó con un chivatazo en la etapa de instrucción (lo que le permitió a los investigados embadurnar a opositores). Estamos hablando de un Gobierno que queda al desnudo sobre el proscenio como una mafia y sus apologistas como una secta. ¿Explicaciones?, ¿renuncias puntuales?, ¿dar la cara?

Con 85 diputados, los dos peores resultados electorales (consecutivos) del PSOE en su historia (mi tenaz corrector de Word insiste en sustituirlo por «poseo») y una sentencia absolutoria, en lo penal, del PP por el caso Gürtel más de diez años después de los hechos, Pedro Sánchez fue capaz de desalojar al sólido, flemático (y esdrújulo) Mariano Rajoy de Moncloa sin el engorroso trámite de unas elecciones. ¿Se imaginan lo que haría Sánchez opositor si en un hipotético gobierno de Feijóo, tras sistemáticas denuncias periodísticas de El País y la SER (siempre ávidos de la verdad), un juez imputara en un trama corrupta a Cuca Gamarra, misma que involucra a los presidentes autonómicos de Galicia y Madrid y varios ministros, incluidos Elías Bendodo y Miguel Tellado? De Feijóo no quedaría ni la osamenta, que sería una y otra vez, una y otra vez, pasada por la trituradora de huesos. Una y otra vez. 

***

En 1994, en México, con el alzamiento zapatista del Subcomandante Marcos en Chipas, el asesinato del candidato a la presidencia por el PRI, Luis Donaldo Colosio, la ruptura de la familia revolucionaria con la emergencia de Camacho Solís como posible candidato alterno al oficial, el asesinato del excuñado del presidente Salinas y presidente de su partido, José Francisco Ruiz Massieu, y demás baile de máscaras y dagas venecianas, Octavio Paz dijo que México estaba viviendo un momento shakespeariano. Es decir, un momento en donde el poder muestra sus contornos más salvajes y se pliega sobre sí mismo en un grito agónico de traición y muerte. Lo mismo pasa estos días en España, pero no en clave de tragedia, sino de farsa. Un volumen inédito de la picaresca. La obra perdida de Valle-Inclán. El film póstumo de Luis García Berlanga.   

¿Por qué supe antes que nadie que Josefina Vázquez Mota iba a perder las elecciones en México y su desempeño iba a permitir el regreso del PRI al poder en 2012? Porque en una entrevista al inicio de la campaña (al inicio en México significa seis meses antes) dijo que lo más duro de esos días de brega era que no podía recoger a sus hijos a la salida de la escuela y que extrañaba los desayunos en familia.

Sólo alcanzan el poder quien entiende su naturaleza. Aunque lo expresa mejor Julio Torri: «¡Circe, noble diosa de los hermosos cabellos! Mi destino es cruel. Como iba resuelto a perderme, las sirenas no cantaron para mí».

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