THE OBJECTIVE
David Mejía

Hasta pronto

«Es aburrido comentar la realidad porque los enunciados no importan; el corolario de la ecuación siempre es el mismo: mentiras de Sánchez, victoria del nacionalismo»

Opinión
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Hasta pronto

Ilustración de Alejandra Svriz.

Si les hablaran de un país donde los amigos del presidente están por encima de la ley pensarían en un régimen iliberal, una autocracia, un estado fallido o una república bananera. Si les hablaran de un país donde quienes están por encima de la ley son los socios parlamentarios del presidente sabrían que les están hablando de España. Nuestra política se ha vuelto demasiado previsible. Pero a diferencia de otros lugares, donde la previsibilidad es un síntoma de estabilidad, en España es una marca de tragedia. Desde 2018 la política española se resume en un axioma: el presidente miente, los nacionalistas ganan.

Hace unos años, el ya presidente Pedro Sánchez escribía «Nadie está por encima de la ley. Puigdemont es un prófugo de la Justicia. Trabajaremos para que el sistema judicial español, con todas sus garantías, pueda juzgarlo con imparcialidad». La capacidad que tiene Pedro Sánchez de convivir con versiones incompatibles de sí mismo me fascina. En este caso existe una brecha de años, pero hace sólo un mes se sentó en un plató de La Sexta para negar que fuera a suceder lo que hoy se ha confirmado: la modificación de la ley de amnistía para cubrir los delitos de terrorismo y traición imputables a Puigdemont. Es aburrido comentar la realidad porque los enunciados no importan; el corolario de la ecuación siempre es el mismo: mentiras del presidente, victoria sin sudor del nacionalismo. 

«Seré breve, porque llevo mal las despedidas: esta será mi última columna»

Lo que hace más trágico el relato es que los nacionalistas ganan más que nunca tras su hundimiento político y moral de 2017. Veo al nacionalismo como a esos villanos de secuela que, habiendo sido derrotados, resurgen de sus cenizas por el error de un niño o la traición de un científico loco. El nacionalismo, monstruo que jamás habíamos visto perder, cayó a la lona en otoño del 17. Los delincuentes estaban donde les corresponde estar: fugados o en la cárcel. Sus huestes avergonzadas por el ridículo, y quienes les plantaron cara unidos y orgullosos. Fue un espejismo. 

Fue también en otoño de 2017 cuando publiqué por primera vez en este diario, gracias a la generosidad de Manuel Arias Maldonado y la osadía de Ignacio Peyró. Desde aquel día, he podido escribir con total libertad: sin consignas, reprimendas o censuras, y por ello estaré siempre agradecido a este periódico y a quienes cada día lo hacen. Seré breve, porque llevo mal las despedidas: esta será mi última columna en THE OBJECTIVE. Gracias a todos mis compañeros. Y gracias también a ustedes, amigos lectores. Espero haberles hecho compañía estos años. Nos volveremos a ver. Entretanto, cuídense. Ha sido un placer. 

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