Como un castillo de naipes
«La situación es grave y es seria. Hay mucho malestar y muchos son también los riesgos de nuestra democracia»
Les aseguro que cada semana hago ímprobos esfuerzos para no caer en la fácil tentación de escribir sobre nuestra caótica situación política. Esfuerzos vanos, inútiles: no hay manera de escapar al presente, al excitado panorama de nuestra vida política.
El lunes escuché por zoom una conferencia del maestro de sociólogos Víctor Pérez Díaz en la que dio con una palabra que pienso es la adecuada, algarabía, «la algarabía del espacio público» dijo exactamente. Busco sinónimos del término: guirigay, barullo, griterío, galimatías, confusión, vocerío… todos me sirven, escojan el que quieran. A mí me gustó algarabía, un término antiguo de obvia raíz árabe. La precisión de las palabras ilumina la esencia de los hechos. Creo que es el caso.
La verdad es que suceden tantas cosas y a un ritmo tan vertiginoso que no sé por dónde empezar. Quizás distingamos entre cuestiones políticas y escándalos públicos: no crean que unas están desligadas de los otros. Empecemos, pues, por los primeros.
Un hecho al que no se presta mucha atención. En menos de cuatro meses se celebrarán en España cuatro elecciones distintas: gallegas, vascas, catalanas y europeas. Este período empezó el 18 de febrero y acabará el 8 de junio, a elección por mes. Si tenemos en cuenta que cada comicio supone un parón de la actividad del gobierno, de los mismos parlamentos y las repercusiones que tienen en la eficacia de las administraciones públicas, ahí hemos perdido medio año.
Al que hay que sumar los seis meses anteriores con las generales de julio y, antes, con las autonómicas y locales a fines de mayo. ¿Es serio todo ello? Ennio Flaianno, distinguido escritor y sobre todo guionista de grandes películas del cine italiano, dijo en los años sesenta una frase afortunada e irónica sobre la política italiana de su tiempo: «La situación es grave pero no es seria». En el caso español actual, y no sólo por este frenético encadenamiento electoral, podría decirse que la situación es grave y es seria. Hay mucho malestar y muchos son también los riesgos de nuestra democracia.
En este contexto de adelantos electorales nos encontramos con un protagonista: los presupuestos generales. Por un lado, el presidente de la Generalitat Aragonés disuelve por sorpresa el Parlament porque no puede aprobar los Presupuestos y a las cuatro horas el presidente Sánchez anuncia que no presentará este a año los Presupuestos Generales del Estado porque habrá elecciones en Cataluña. ¿Una cosa es causa de la otra? Pues sí, Sánchez ve que peligra su mayoría porque no podrá obtener los votos de los dos partidos nacionalistas catalanes. ¿Tan frágil es el gobierno Sánchez? Sí, es tan frágil y más, es la debilidad pura.
Pero, encima, ni a él ni a sus colaboradores y asesores, se les ocurrió releer, o quizás leer, la Constitución, en concreto el art. 134.3, en el que se dice: «El Gobierno deberá presentar ante el Congreso de los Diputados los Presupuestos Generales del Estado al menos tres meses antes de la expiración de los del año anterior». Que no los presentara en septiembre pasado es excusable porque el Gobierno estaba en funciones. Pero fíjense que el primer inciso contiene una obligación constitucional: «El Gobierno deberá presentar…».
Pues bien, nuestro atolondrado Presidente se pasa esta obligación por el forro y se autoexcluye de este deber: como en mi bloque no tengo los votos necesarios me salto la Constitución a la torera. Sánchez es prisionero de su bloque, el famoso «bloque progresista», en el que incluye al PNV y Junts, y sólo puede buscar ayuda en los partidos que forman parte del mismo, nunca en la de algún partido del bloque contrario. Es la también famosa «bipolarización».
Recordemos que en 2019 Sánchez disolvió el Congreso porque ERC no apoyaba los Presupuesto. ¿Por qué entonces sí y ahora no? Porque ahora la Constitución ya no es un límite, el Presidente ha comprobado que puede saltarse las reglas constitucionales sin pagar peaje electoral alguno mientras lo apoye su bloque, el que le tiene prisionero… y en el que se encuentran todos los que quieren destruir la Constitución. Todo es grave, nada es serio.
Podríamos seguir con estas cuestiones políticas que nos está llevando al abismo. Ya hemos hablado varias veces de la amnistía y seguiremos con ella mucho tiempo. Las mentiras que han dicho portavoces cualificados del Gobierno sobre el contenido del informe de la Comisión de Venecia deberían avergonzar a cualquier gobernante honesto.
Y ahora vendrán otras reclamaciones insalvables de sus socios, las que pactó para Sánchez en su investidura. Una ya está sobre la mesa: ERC quiere el concierto económico, como los vascos y los navarros, aunque no pueda ampararse en los mal interpretados derechos históricos que los constituyentes en mala hora incluyeron en una disposición adicional de la Constitución. ¿Podría ser solidario un sistema de financiación basado en el cupo? Quizás, pero la práctica demuestra que no ha sido así. Por eso lo quiere ERC, por supuesto Junts y no escucho a los socialistas catalanes que se opongan y, si lo desea Pedro Sánchez, no se opondrán.
«No sé exactamente cuándo ni cómo, pero el gobierno Sánchez es tan débil que más pronto que tarde se derrumbará como un castillo de naipes»
Y vendrán más retos a nuestro sistema constitucional: el acuerdo de investidura con el PNV para «profundizar», todavía más, en los derechos históricos. Por fin el plan Ibarretxe se hará realidad, lo que era en su momento inconstitucional se verá revestido de constitucionalidad como por arte de magia. Ah! y por supuesto, la autodeterminación, en Cataluña y en Euskadi (¿quizás ya en una Euskalerría que incluya a Navarra?), los opacos y vergonzosos pactos en Suiza con Puigdemont, con una árbitro salvadoreño de testigo.
No quiero alargar el artículo hablando de los casos de corrupción que implican a los que han sido miembros del Gobierno como Ábalos, con el tal Koldo recomendado por Santos Cerdán, actual secretario de organización del PSOE, hoy interlocutor de Puigdemont en Suiza. Tampoco de la revelación de secretos de la Agencia Tributaria por parte de la ministra de Hacienda, para perjudicar a Isabel Ayuso, algo insólito que ayer explicaba muy detalladamente Ignacio Ruiz-Jarabo, antiguo director de dicha agencia y colaborador habitual de TO. No quiero entrar en este embrollo de corruptelas, con centenares de millones por en medio, no por un supuesto fraude fiscal, como es el que se investiga a la actual pareja de la presidenta madrileña. De todas estas grandes corruptelas ya ha informado y seguirá informando con responsabilidad y seriedad este periódico.
Todo es serio, todo es grave. Y hay una causa de todo ello: un gobierno que desde sus inicios en 2018 infringe constantemente las reglas de todo sistema parlamentario, intenta ocupar los cargos que deben controlarlo, al clásico modo populista. Sánchez no es un intrépido resistente sino un intrépido irresponsable, un equilibrista que camina sobre el vacío por una peligrosa maroma. No entiendo como los militantes del PSOE no lo ven y lo denuncian.
No sé exactamente cuándo ni cómo, pero el gobierno Sánchez es tan débil que más pronto que tarde se derrumbará como un castillo de naipes. Hoy empieza la primavera, esperemos que dentro de un año podamos escribir de cómo florecen los almendros, del sabor de las nuevas fresas y de cómo irá en 2025 la temporada del espárrago. Tengo muchas ganas de que cese esta algarabía y la democracia, como algunos prometieron, sea aburrida.