El silencio de la Moncloa con Maduro
«Nunca Pedro Sánchez ha tenido palabras, no ya críticas, sino al menos firmes contra el régimen asesino del narcodictador Nicolás Maduro»
A nadie le extraña en España, y tampoco ya en Europa, que cualquier afirmación de Sánchez sobre cualquier materia se convierta en semanas o días en todo lo contrario a lo que dijo antes. Da igual que haya gritado que no habría indultos o que una ley de amnistía era inconstitucional, ni que nunca pactaría con Podemos o con Bildu, o que nunca nombraría a un exministro como miembro del Tribunal Constitucional o una militante del PSOE como directora general de RTVE. Da igual la cuestión de la que hablemos, en Sánchez es todo cuestión de tiempo y mercadeo.
El mejor y mayor critico del Sánchez actual es el Sánchez antiguo. Y esto da igual cuando se lea. Él nunca se turbará, ni se sonrojará por ello. Tiene el engaño asimilado en su dialéctica. Una dialéctica siempre agresiva, cuando no insultante, si va dirigida contra políticos de la oposición. Un tono que se convierte en sonriente y sumiso hasta lo servil cuando es vapuleado por gente que tiene votos de los que depende su continuidad, sea Junts, ERC o Bildu. En esos casos, siempre acata y sonríe.
En el panorama internacional Sánchez sabe también cambiar de registros como si fuera el Zelig de Woody Allen que se mimetizaba con su interlocutor. Pero ya no cuela. Su influencia es cada vez menor. En la Unión Europea ya saben con quien hablan. Con un presidente siempre sonriente cuando busca fondos financieros y poco cumplidor con lo que promete, por no hablar con la nula transparencia cuando tiene que explicar el destino de los fondos Next generation.
La salida del Reino Unido con el Brexit dejó en la mejor posición posible a España para que con Francia, Alemania e Italia fuera la cuarta pata de la estructura de poder de la UE. Sin embargo, los vaivenes internacionales del gobierno español con socios de coalición más amigos de Putin y de Hamás le han dejado fuera de esa mesa en beneficio de la nueva Polonia que además se ha convertido en fundamental por su frontera con Rusia. Tampoco ha conseguido recuperar la confianza de Estados Unidos perdida en su día con Zapatero. Antes la excusa era Trump, ahora Biden tampoco ha dado juego a Sánchez a la hora de las grandes citas internacionales y en reuniones de extrema gravedad Sánchez pocas veces es convocado.
«Así las cosas, hay dos grandes referencias en nuestra política internacional, por activa o pasiva, y son Marruecos y Venezuela»
Así las cosas, hay dos grandes referencias en nuestra política internacional, por activa o pasiva, y son Marruecos y Venezuela. Algún día sabremos la verdad sobre el giro que hizo Sánchez con la política española sobre el Sáhara. Un giro que hizo con el voto contrario de todos los grupos políticos del Congreso de los Diputados. De todos excepto del grupo socialista a pesar de su histórica relación con el Frente Polisario. Pero todos votaron mansamente según las órdenes de Sánchez que, de nuevo, había cambiado su opinión sin explicárselo a nadie. Ni a su móvil.
Y luego viene Venezuela. Es la excepción. Nunca ha cambiado con Venezuela. Nunca Pedro Sánchez ha tenido palabras, no ya críticas, sino al menos firmes contra el régimen asesino del narcodictador Nicolás Maduro. Cierto que cuando la UE reconoció la presidencia interina de Juan Guaidó, en 2015, no le quedó al gobierno español más remedio que hacer lo propio, pero enseguida dejó clara su posición real con feos a Guaidó en la primera visita que este efectuó a España y en la que Sánchez se negó a recibirle en la Moncloa. Años después se vivió el esperpento del aterrizaje en España de la vicepresidenta de la dictadura, Delcy Rodríguez en un episodio que más allá de violar las prohibiciones de la UE a los dirigentes chavistas, se ha convertido en una de las escenas más oscura y sospechosa de la vida política española. Una escena con protagonistas como el que fuera ‘número tres’ del PSOE y ministro de Transportes, José Luis Ábalos, su protegido Koldo y Víctor de Aldama, el mediador de Air Europa para recuperar dinero. Una trama oscura y detrás, Venezuela.
Maduro sobrevive porque ha creado un régimen que se basa en la corrupción de su generalato y de su clase dirigente chavista, ambas implicadas en el narcotráfico. Venezuela es un país expoliado con más de ocho millones de exiliados, con casi el noventa por ciento de su población en umbrales, o directamente sumido en la pobreza y con una hambruna generalizada en sus clase más humildes. Un régimen que según reiterados informes de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas ha asesinado a casi siete mil opositores en los últimos diez años.
Y a pesar del terror que imponen los chavistas y de la ausencia de los millones de exiliados la candidata de la oposición, María Corina Machado, iba a arrasar en las próximas elecciones. Iba, porque el gobierno chavista se inventó que estaba inhabilitada desde el 2021, aunque nunca recibió comunicación de ello hasta que se acercó la fecha de su designación de candidata de la oposición que, a pesar del varapalo ilegal, intentó competir con otra candidata, la académica Corina Yoris. También ella ha sido ilegalmente bloqueada por supuestos problemas informáticos del Consejo Nacional Electoral que la ha rechazado sin dar más explicaciones.
Un nuevo pucherazo del narcodictador Maduro que se siente fuerte tras haber engañado a Estados Unidos y a la UE que confiaron en el Acuerdo de Barbados y en una convocatoria de elecciones. A cambio flexibilizaron las sanciones contras las importaciones de petróleo de Venezuela, abriendo así de nuevo el grifo económico para la clase corrupta chavista. Pero sobre todo Maduro respiró cuando Washington, en una ingenuidad que se debate entre la sospecha y la estulticia, accedió a un canje de presos estadounidenses en Venezuela por el empresario Alex Saab, la mano derecha de Maduro y defendido de oro del bufete de Baltasar Garzón para evitar su extradición a Estados Unidos. A pesar de Garzón, hubo extradición y acusaron a Saab de lavado de dinero o de ser el principal operador y conocedor de los flujos narcofinancieros del entorno de Maduro. Una vez liberado, Maduro respiró. En su escalada golpista Maduro califica a Vente Venezuela, el partido de Corina Machado, de «movimiento terrorista». Está creando la base para aumentar la represión y el crimen de estado. Pero el tiempo de impunidad intencional se le terminó.
Todos los gobiernos de Hispanoamérica, excepto el México del populista López Obrador, la Cuba castrista y Honduras, han criticado con dureza las acciones antidemocráticas de Maduro. Y se incluye a figuras tan prestigiosas para la izquierda como Lula en Brasil o Gustavo Petro en Colombia a los que Maduro ha calificado ya de cobardes. Hasta un referente de esa izquierda como el expresidente uruguayo, Pepe Mujica, acusaba a Maduro de «no respetar las más elementales leyes de la democracia». Estados Unidos, la OEA, la Unión Europea y el grupo IDEA, Iniciativa democrática de España y las Américas, que reúne a 37 exjefes de estado y de gobierno.
Todos, excepto el gobierno español que mantiene un cobarde, inexplicable e inmoral silencio desde hace años con todas las tropelías del régimen chavista. Muchos dicen que es la influencia del expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, que durante años boicoteó todas las reuniones con la oposición en las que participó como «supuesto mediador» para dar siempre la razón y la sinrazón a sus grandes amigos Maduro y Delcy Rodríguez. Maduro está aislado de las democracias. No le importa mientras mantenga sus acuerdos con Rusia y China que le defienden a cambio del saqueo económico de Venezuela que ha quedado endeudada y comprometida económicamente durante décadas con estos dos países.
¿Por qué Sánchez y su fiel Albares siguen en silencio con Venezuela? Son el presidente y el ministro de exteriores del país que tiene una amplísima historia y vinculación con Venezuela. Allí está una de las mayores colonias de ciudadanos y descendientes de españoles de toda América. El gobierno de Sánchez tiene la obligación de colocar a España en la primera línea de los países que exigen a Maduro respeto a las libertades, a los derechos humanos y a unas elecciones libres y limpias. Nunca lo han hecho.
El cerco contra Maduro crece. Hace pocos días la Corte Penal Internacional (CPI) rechazaba el recurso del dictador para frenar las investigaciones que está realizando esta Corte en su contra por posibles crímenes de lesa humanidad perpetrados en 2017. Una vez conocida esta resolución 243 parlamentarios de Argentina, Bolivia, Chile, Costa Rica, Colombia, Honduras, Guatemala, México, Panamá, Perú, República Dominicana y Uruguay publicaban un comunicado para pedir que se aceleren los juicios contra Maduro y toda la cúpula chavista por estos crímenes de lesa humanidad.
Y en La Moncloa, silencio. Silencio cobarde o silencio cómplice.