Monarquía, cruz y delicia
«Las monarquías europeas parecen hoy día el condimento esencial de la prensa del corazón, lo que las hace a priori muy populares, incluso hay muchas series en plataformas de cine»
Las monarquías europeas (o sea, esencialmente las parlamentarias) parecen hoy día el condimento esencial de la prensa del corazón, lo que las hace a priori muy populares, incluso hay muchas series en plataformas de cine -Netflix, por ejemplo- donde los protagonistas, jóvenes en general, son príncipes o princesas de casas reales reinantes, que en instituciones educativas más o menos de élite, deben codearse -pros y contra- con otros chicos «del pueblo». Así parece que las monarquías están de moda, aunque como veremos su apertura a la vida fuera del reducto ilustre no deje de generar problemas. En España, sin embargo, aunque la mayoría de la gente es monárquica (pese a traspiés que no han faltado) la izquierda radical sigue presentando la monarquía como un atraso cuando no un vicio. El garibaldino Pablo Iglesias -lo que mejor se le da es armar grescas, sigue siendo el mitinero puro- proclama que la Monarquía es la derecha y la reacción, mientras la República es el progresismo natural. Por cierto, desde su taberna Garibaldi debe recordar que el héroe y rebelde italiano (que también anduvo por la América hispana), murió lejos, en la isla de Caprera -cerca de Cerdeña- porque al gran héroe era mejor tenerlo lejos, (pensaban en Italia de 1882) como a su partido «Extrema izquierda histórica», que seguro llena de ternuras imaginarias a nuestro Pablo. Pero volvamos a la monarquía.
¿Es la monarquía un sistema de gobierno anticuado o clasista? La monarquía arrastra unas lacras históricas que veremos, pero la pregunta se ha repetido y es fácil: ¿Es mejor la monarquía holandesa o danesa o la república cubana de Raúl Castro, sumida en la miseria, o la república dictatorial del tosco Maduro en Venezuela? No hace falta ser un lince en nada para entender que las monarquías europeas son infinitamente mejores que las repúblicas populistas y desastrosas de América. Monarquía/República sólo tienen la diferencia de su ejercicio, de su ser vivo. Por lo demás, el presidente de una república pertenece a un partido concreto, y aunque entendamos que tiene la obligación de gobernar para todos (los suyos y los opuestos) siempre habrá ese matiz.
Un rey si es honesto, si no es un títere, está por encima de todos los partidos políticos, se le da todo para que no compita con nadie. El rey honesto es un emblema con una tradición histórica, el presidente republicano, aunque busque lo mismo, tiene una raíz de partido. La monarquía española (tras el franquismo) ha sido y es ejemplar, si dejamos de lado -y lo está pagando- los dislates de Juan Carlos I, no ya por mujeriego (eso se sabía desde muy atrás y era sólo problema con su cónyuge) sino el mucho más grave manejo de capitales en busca de enriquecimiento propio y de algunas de sus queridas, como la tristemente célebre Corina, la del abatido elefante en tiempos de crisis. Juan Carlos dilapidó su buen nombre (no así la muy ejemplar Sofía) pero en nada lo ha seguido Felipe VI, que incluso hace más de lo que puede por apartarse oficialmente de su padre o de su hermana Cristina, tampoco nada ejemplar. Las monarquías no deben enriquecerse ni aunque a menudo les avale la historia. Miremos la supuestamente ejemplar monarquía británica llena de dislates. Isabel II por su longevidad y su profesionalidad, validó unos gestos hoy ya arcaizantes o turísticos. El lujo excesivo, la publicidad de un mundo perdido de carrozas y lacayos y joyas descomunales, atrae mucho a los turistas que van a Londres, pero no son hoy ni mucho menos la esencia de la monarquía, con hijos dudosos y hermanos golfos. La familia real ni puede ni debe coincidir con la familia del rey, y el exceso de fastos, rubicelas y diamantes (que la izquierda juzga propio de la derecha) debía ser reducido y minimizado.
«¿Reyes y duques en la boda de un alcalde que debe ser uno más? No ha acertado Almeida, debió hacer una boda mucho más discreta, aunque todo se explique»
La izquierda española quiere sacar provecho de la mediática boda del alcalde de Madrid que -dicho de paso- cuenta con menos simpatías que Isabel Díaz Ayuso. ¿Reyes y duques en la boda de un alcalde que debe ser uno más? No ha acertado Almeida, debió hacer una boda mucho más discreta, aunque todo se explique. Su mujer Teresa Urquijo (mucho más joven) es por rama materna pariente del rey Juan Carlos, exactamente por su abuela Teresa de Borbón-Dos Sicilias. Eso explica razonablemente la presencia de los reyes eméritos, pero no el espectáculo de lujo y francachela, típico para un gran reportaje para la prensa del corazón. Soy monárquico de Felipe y me parece necio (propio de nuestro frentismo sanchista) la oposición monarquía-república, como si no hubiera mil repúblicas peores que las monarquías, incluido el republicano/monárquico por propia voluntad, Vladimir Putin. La monarquía hoy (incluyendo la británica, tan de postal) tiene, manteniendo su atuendo histórico, que apartarse de rubíes y diamantes pasados, y la república -con no pocos seguidores- tiene que distinguir. Denominarse «república» no le agrega ni un punto, el extremismo de izquierdas la vincula al peor populismo latinoamericano, y debe decir no a Cuba, Venezuela, Colombia o Corea, para merecer la mínima credibilidad esencial. Prefiero la monarquía de Suecia o Dinamarca a las populistas repúblicas de Rusia, Turquía, Brasil o Cuba otra vez, grande pena…