La campaña que nadie quería ganar
«La competición de errores no forzados del PNV y el PSE ha dejado todo el terreno a disposición de EH Bildu, que con una campaña profesional puede alzarse con la victoria»
Llevo semanas observando las campañas electorales de los diferentes partidos vascos: analizando las distintas estrategias, tomando la temperatura de los discursos de los candidatos, estudiando las iconografías que proponen en sus actos públicos y examinando sus spots de campaña.
Y la conclusión no puede ser más desoladora, porque o bien, y con la excepción matizada de EH Bildu, los partidos vascos han olvidado todo lo que en otras ocasiones han demostrado, esto es, que son organizaciones serias que saben perfectamente cómo dirigirse a su electorado, o estamos ante una campaña electoral que ningún partido quiere ganar.
Comencemos por lo evidente, por la elección de candidatos, el manual nos dice que si tienes el gobierno, la mejor opción para foguear a tus candidatos es darles un puesto en el mismo para que la ciudadanía se vaya haciendo a sus caras y lleguen al día de la elección con un conocimiento lo más alto posible.
Pues bien, ni PNV ni PSE han pensado que esto sea relevante y a pesar de poseer el control del Gobierno Vasco, han arrojado a la arena electoral a dos candidatos sin otorgarles esta ventaja previa y fiándolo todo en que que en poco menos de dos meses sean capaces de hacerse hueco en una ciudadanía más preocupada por otros temas, Athletic de Bilbao incluido, que por conocer a dos esforzados paracaidistas que a pesar de su trabajo a destajo en estas semanas, lo máximo que van a lograr es que unos pocos electores se aprendan su nombre y menos aún sus apellidos. De sus programas y propuestas ni hablamos, claro.
La receta perfecta para que ni nacionalistas ni socialistas consigan un voto más del que hubieran conseguido presentando solamente sus logotipos pelados a la contienda electoral.
Vayamos ahora a la campaña propiamente dicha, a lo que los estadounidenses llaman la reason why, es decir, la razón que trasladamos a la ciudadanía para que vote a nuestras siglas.
«El PP vasco, en un momento histórico absolutamente propicio para convertirse en determinantes, se ha autodescartado con una campaña tan poco ambiciosa que tan solo una carambola final a 4 bandas puede volver a meterles en el juego parlamentario»
Pues bien, coincidiendo con la fecha de la muerte de Daniel Kahneman, el psicólogo que nos enseñó hace ya unos cuantos años con su «pensar rápido, pensar despacio» que los seres humanos somos básicamente emocionales y que nuestra forma de pensar es cualquier cosa menos racional, nacionalistas y socialistas han decidido dirigirse a sus electores proponiéndoles los primeros todo un ejercicio de raciocinio cartesiano más frío que un helado de limón (elige bienestar) y los segundos un puzzle irresoluble que solo puede lograr que quien trate de resolverlo se enfrente a una cefalea galopante (vota al que decide).
Toda una competición de errores no forzados que ha dejado todo el terreno a disposición de EH Bildu, que con una campaña profesional y aseada puede alzarse con la victoria electoral a menos que, como parece, comiencen a temblarles las piernas y se lancen a cometer errores durante la última semana de campaña pensando en cómo les cuentan a sus electores que a pesar de haber ganados las elecciones, en realidad ni su candidato ni su programa son otra cosa que un brindis al sol y que ni uno ni otro estaban pensados para gobernar, sino para preparar desde la oposición su asalto al Gobierno vasco dentro de cuatro años.
Y no me pregunten por el PP vasco, un partido que en un momento histórico absolutamente propicio para convertirse en determinantes, se ha autodescartado de la ecuación con una campaña tan poco ambiciosa que tan solo una carambola final a cuatro bandas puede volver a meterles en el juego parlamentario.