MyTO

Begoña Gómez o la insoportable cutrez del ser

«Pocas cosas hay menos feministas que los logros por encamarte con alguien, ya sea que te pongan un pisito en Las Ramblas o una cátedra en la Complutense»

Opinión

Ilustración de Alejandra Svriz

  • Doctora en Filología Española, Máster en Literatura y posgrado en la enseñanza de lenguas extranjeras. Concejal del Ayuntamiento de Barcelona (2015-16). Diputada del Parlament de Cataluña (2015-21). Colaboradora en varios programas de televisión.

A Begoña Gómez no le bastaba habitar en la Moncloa a la que entró a hombros de filoetarras, golpistas y malversadores, no, ella quería más, ella aspiraba a tener la carrera profesional que no había logrado conseguir por méritos propios. Y no era aquello de quod natura non dat, Salmantica non praestat, porque es que ni tan siquiera se había molestado en pasar por Salamanca, o no había podido, vayan ustedes a saber. Pese a no tener ni una mala licenciatura, sino tan solo un titulillo de la Srta. Pepis en Márketing, la pusieron a dirigir un máster  y le montaron una cátedra. Se supone que una cátedra corresponde a un profesor universitario con una sólida carrera docente e investigadora, pero en este caso, se trata de una simple bachiller y, de repente, todo un carrerón académico por estar casada con el presidente del Gobierno.

Luego, eso sí, no se pierde una cabecera del 8-M, pese a que hay pocas cosas menos feministas que los logros por encamarte con alguien, ya sea que te pongan un pisito en Las Ramblas, una mercería en Valladolid o una cátedra en la Complutense. No hay ninguna duda que la carrera profesional sobrevenida de Begoña Gómez es fruto de ser la mujer de Pedro Sánchez y es tan fácil de comprobar como cotejar su trayectoria antes y después de que su marido se alzara con el poder. Y es que, oye, fue pillar él el cargo en 2018 y pasar ella de reclutar personal para recoger donativos a ONG a directora del Africa Center.

Si bien nada de lo anterior es ilegal, sí que resulta poco ético y, además, un insulto a todas esas personas que han dedicado su vida a lograr un puesto en las universidades españolas, lo que suele suponer un gran sacrificio personal y periodos de precariedad económica y laboral. Por otra parte, cualquiera que haya trabajado en una universidad pública sabe las fatiguitas que pasan las facultades para poder sufragar gastos y lo escasos de fondos que andan todos los departamentos y, sin embargo, Gómez contó con 60.500 euros de la Complutense para montar una web con la que capta clientes para su empresa privada.

Vamos, que no es solo que esté ocupando una plaza que no le corresponde, sino que, además, le estamos financiando entre todos su ‘negociete’, con un dinero que tendría que estar siendo invertido para la mejor formación de los alumnos y no para su lucro personal. Y es que Begoña Gómez encaja a la perfección en lo que en el mundo anglosajón denominan una wannabe, porque todo en ella es falsa apariencia y pretensión de ser lo que no es. No tengo pruebas, pero tampoco dudas, de que tanto su verdadera aspiración como la de su marido es encabezar la jefatura del Estado y de ahí los reiterados saltos de protocolo de ambos cada vez que coinciden con los Reyes o sus viajes internacionales en los que consta como Primera Dama pese a que, obviamente, no lo es.

«La esposa de Sánchez debería hacer público el patrimonio que tenía antes de que su marido llegara a la Moncloa»

Claro que debe de ser eso de que dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma opinión, porque todo en Pedro Sánchez es impostado, desde su tesis doctoral hasta su interminable retahíla de mentiras. Y ahora, en vista de que en España no puede salir a la calle sin que lo abucheen, se va de gira y, pese a que a nivel internacional es un cero a la izquierda –como lo ha definido el ministro israelí Amichai Chikli-, se dedica a pedir la paz en el mundo como si fuera una Miss y, de paso, a hacer el ridículo, porque realizar una campaña a favor de un Estado palestino justo cuando a Irán le da por atacar Israel, no condenarlo como sí hicieron el resto de democracias y tener que sacar un tuit al día siguiente con una condena a todas las violencias al más puro estilo etarra no lo deja (y lo que es peor, no nos deja) precisamente en un buen lugar.

Todo lo descrito hasta aquí es, sobre todo, cutre y da bastante vergüenza que algo así ocurra en nuestro país, pero la realidad es que por muy poco ético que resulte, no es delictivo. Tampoco se ha considerado -de momento- delictivo que Industria contratara a Barrabés para promocionar a Begoña Gómez «por orden de Moncloa» ni que el Gobierno usara 200.000 euros de nuestro dinero para pagar las jornadas de Begoña Gómez y su gurú en Ifema, ni que Calviño inyectara 4 millones de créditos ICO a la empresa de ese señor ni que Sánchez le soltara 340.000 euros; ni el apoyo recibido de la ministra Maroto para la promoción empresarial de Gómez en la República Dominicana; ni que Marlaska contratara al contacto de la misma pese a que la Guardia Civil había detectado que vendía mercancía con defectos críticos; ni que Industria diera 10 millones de los fondos europeos a empresas amadrinadas por ella; ni que 200.000 euros de Correos fueran a la empresa recomendada por Begoña por un curso de Filosofía Agile; ni que el exconsejero delegado de Globalia y el cabecilla de la trama Koldo se reunieran con ella y que luego se vieran beneficiados del Gobierno, pero todas las actividades me parecen, cuando menos, poco éticas y me gustaría recibir una explicación para asegurarme de que no hay nada irregular en estas y otras muchas situaciones comprometidas en las que aparece el nombre de Begoña Gómez.

Y, para acabar ya de disolver todas las dudas, en un ejercicio de transparencia que creo que nos merecemos, la esposa de Pedro Sánchez debería hacer público el patrimonio que tenía antes de que su marido llegara a la Moncloa para poder cotejarlo con el actual. Diría que es lo mejor que podrían hacer para limpiar su maltrecha imagen y que nadie pudiera pensar que, además de cutres, se están aprovechando del cargo. Para la tranquilidad de todos, digo. 

29 comentarios
  1. PactaSuntServanda

    Impecable su artículo. La realidad que vivimos es que destacan las mujeres más mediocres por su apegos a los machos alpha izquierdistas, que las mantienen, unos con contratos matrimoniales y otros, entre ellos muchos diputados socialistas, Ábalos, Tito Berni, y los del PSOE andaluz, con contratos de hecho por actos indecentes. En fin, cutrerío, hipocresía, desvergüenza. Y pregunto….si estos socialistas de hoy, con Pedro Sánchez a la cabeza, son capaces de todo esto, ¿de qué no son capaces de hacer con 2 millones de voto por correo durante 15 días, con sus noches, en el cajón de tres directores provinciales de correo socialistas?….¿lo dejamos en que las encuestas se equivocaron?

  2. Leoncico

    No hace falta ser jurista para entender que aquí hay algo más que una señora jugando a ser una exitosa mujer de negocios.
    ¿Debería hacer público el patrimonio que tenía antes de que su marido llegara a la Moncloa?
    Lo raro es que esa información no se conozca,independientemente de se haya visto envuelta en este asunto.Cualquiera que tenga acceso a los recursos públicos debería estar obligado a proporcionarla,cuando más un presidente y su esposa.Una anomalía más del maravilloso estado de derecho en el que vivimos.

  3. Valfierno

    Buen artículo Sonia.
    Yo creo que el problema no es Begoña Gómez, el problema está al otro lado del colchón.
    Ella, intuyo que como Urdangarín, hace lo que ve hacer y le dejan hacer (el otro).
    Lo sorprendente es que se haya dedicado al mundo universitario y empresarial donde evidentemente se ha movido de la forma más indiscreta posible. ha dejado más migas de pan que en el cuento.
    Si Sánchez no se casó con Begoña por su preparación intelectual y académica por qué intenta colárnosla. Se han aprovechado de su torpeza un montón de «aguilillas», que, por tanto, retratan al propio Sánchez.
    Lo que sí es imposible de comprender es que Feijoó no la llame a declarar a la comisión. su obligación es otra, no hacerlo le convierte en alguien de dudosa legitimidad.

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