THE OBJECTIVE
Antonio Agredano

Menos gurús y más trabajar

«Vivimos tiempos pueriles en política. Mensajes cortos, referencias pop, eslóganes y sincronización. Evitando la argumentación, sin respeto al rival»

Opinión
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Menos gurús y más trabajar

Ilustración de Alejandra Svriz

Cada vez que leo la palabra gurú para referirse a algún asesor político en los periódicos me pongo temblón. En el Advayataraka Upanishad lo definen así: La sílaba gu significa sombras. La sílaba ru, quien las hace desaparecer. Ese es el poder del gurú: disipar la oscuridad.

Demasiadas expectativas, me temo. Sobre todo porque la política, la verdadera política, no es dar luz a las tinieblas, sino acostumbrarse a orientarse dentro de ellas. Hay que tener más de murciélago que de luciérnaga. La política, al fin y al cabo, es como un mal boxeador. Su trabajo consiste más en encajar que en golpear. Así pasan los rounds y la esperanza se mantiene firme.

Pero últimamente yo sólo veo ocurrencias. «Entre la nada y el lodo» le arrojó Pedro Sánchez a Alberto Núñez-Feijóo unas cuantas veces en el Congreso de los Diputados. La frase no prendió. Sí llegó lo de fachosfera, pero es tan brillante, suena tan divertido, que seguro que fue una broma a los postres más que un trabajo de escritorio.

No estuvo bien vendido lo de Verano Azul en el Partido Popular. La playa improvisada, Borja Semper vestido como si fuera a coger coquinas. Nada caló. Y la última, esta de «Tu voto frente al espejo», usada en las elecciones vascas, está tan malamente conseguida, con Yolanda Díaz y Carles Puigdemont como dos apariciones ectoplasmáticas, que queda poco serio. Muy dejado. Como una idea mal ejecutada. Todo muy raro. Todo muy compol

La compol es la comunicación política dicho así con modernidad, como de jerga, con vasos de papel, té matcha y galletas caseras de plátano. Libros de Christian Salmon y George Lakoff en el escritorio. Las meditaciones de Marco Aurelio en la mesita de noche. Tercera vuelta a Baron Noir. Criticar Borgen por irreal. Decir que cualquier cosa «me voló la cabeza, tío». Ese mundo.

«Los acontecimientos son la humanización del poder»

Y está bien así. Pero la política avanza a su ritmo. Un ritmo callejero e indómito. Recordaba Michael Ignatieff en Fuego y Cenizas aquella pregunta que le hicieron a un primer ministro de Reino Unido, al conservador Harold Macmillan. «¿Qué es lo más difícil de gobernar?», a lo que Macmillan contestó: «Los acontecimientos, hijo, los acontecimientos». Apunten a Ignatieff en la lista de compols

Los acontecimientos, en efecto, son la humanización del poder. Como ese esclavo que seguía a los generales romanos victoriosos y les repetía: «Mira tras de ti… recuerda que eres un hombre». Es la vida la que decide. Es la vida con su vastedad y su desconcierto. Y con ella, las pasiones. Las envidias. El miedo. La pereza. Esas fieras íntimas que despiertan inesperadamente y atacan a sus propios cuidadores.

Vivimos tiempos pueriles en política. Mensajes cortos, referencias pop, eslóganes y sincronización. Una batalla con pinturas de colores. Evitando la argumentación, sin matices, sin respeto al rival. La nueva política que terminó siendo la vieja política pero más maleducada.

«Desconfíe de los consejos de aquellos que tienen manchado su pasado de cal viva», le dijo Pablo Iglesias a Pedro Sánchez. Se refería a Felipe González, que aconsejó al hoy presidente que no pactara con Podemos. No iba mal encaminado. De ahí, todo fue creciendo, capa tras capa, como una canción de Vampire Weekend hacia el delirio. 

«La comunicación política esta ya más cerca de las retorcidas tramas de un culebrón que de la transmisión de ideas»

Hace unos meses, la diputada de Adelante Andalucía Maribel Mora echó un jarro de arena en el escaño del presidente de la Junta, Juanma Moreno, para denunciar no sé qué de Doñana que luego no fue para tanto espectáculo. Son cosas así las que hacen que esto de la comunicación política esté ya más cerca de las retorcidas tramas de un culebrón turco que de la transmisión de ideas y proyectos a la ciudadanía.

Las ocurrencias siempre van a tener menor impacto que los acontecimientos. La criptonita del gurú siempre es la realidad, tan áspera, tan honesta, tan ingobernable. La inexplicable campaña de Feijóo en las generales, con el balón botando en el área, no ha servido para que en Génova aprendan que, lo que España necesita ahora, son menos chapas y más severidad. Menos caravanas y más didáctica. Menos impactos y más erosión. Menos samba e mais trabalhar.

Dios nos libre de los gurús, que de los motivados ya nos iremos librando nosotros. 

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