¿Dimisión o republicanización?
«El mensaje más potente que contiene la carta de Pedro Sánchez no es el de apoyo a su mujer, sino el del señalamiento a jueces y medios de comunicación»
Primavera de 1936. Se pone en marcha una campaña de la prensa progresista para denunciar la connivencia entre la justicia y el fascismo. Los medios de izquierda instan al Gobierno de Azaña a intervenir para acabar con el amparo por parte del poder judicial a la violencia política ejercida por la derecha. Socialistas y comunistas denuncian que los jueces están impregnados de una ideología conservadora contraria al propósito y mandato del pueblo soberano.
Los ecos populistas y antidemocráticos de aquella infausta primavera reverberan en la de 2024 a través del lawfare. Pedro se dirige por carta al pueblo español para recabar su apoyo afectivo. Dice en la misiva estar profundamente enamorado de su esposa, a pesar de lo cual no duda en utilizar una denuncia insustancial formulada contra ella para exponerla mediáticamente, dotando de una dimensión internacional a lo que no era más que una cuestión doméstica con escaso recorrido judicial.
La epístola de Pedro no pretende la empatía de los españoles, sino su polarización, convirtiendo en una cuestión de Estado su particular lucha contra la derecha judicial y mediática que cuestiona sus leyes e investiga a su entorno político y personal. El mensaje más potente que contiene la carta no es el de apoyo a su mujer, sino el del señalamiento a jueces y medios.
La misiva busca servir de pretexto para inaugurar un plebiscito afectivo que saque al pueblo español a las calles. Cinco días de agitación que le legitimen para acometer las reformas legislativas que sometan a la justicia: un Estado progresista necesita una justicia progresista. La misma senda que recorrió el Gobierno republicano de Azaña, cuyo vínculo luminoso tanto ha reivindicado Sánchez.
La excepcionalidad personal del presidente mutará así en una institucional, que le ampare para reformar el sistema de nombramiento de los vocales del Consejo General del Poder Judicial y cubrir las numerosas vacantes existentes en las altas instancias judiciales con magistrados afines. Incluso promoverán la jubilación de los que conserven la plaza. Porque no pueden existir poderes del Estado cuyo desempeño sea ajeno al sentimiento público expresado en las urnas y personalizado en Sánchez.
«Si lo de Begoña da para que Sánchez escriba una carta, entonces Ayuso debería escribir un libro»
Las hiperventilaciones compungidas del socialismo por los ataques de la ultraderecha al entorno familiar de Sánchez son tan ridículas como incoherentes, ya que son los mismos que llevan años machacando política y mediáticamente a la presidenta de la Comunidad de Madrid a través de personas interpuestas: linchando a su hermano, a su padre fallecido, a su madre jubilada y a sus anteriores parejas sentimentales a pesar de no existir ninguna resolución judicial que sirva de sostén a sus difamaciones. Si lo de Begoña da para que Sánchez escriba una carta, entonces Ayuso debería escribir un libro con varios volúmenes.
El último podría dedicárselo a la cúpula del Ministerio Fiscal, que mientras filtra -presuntamente- a la prensa las comunicaciones entre el abogado de su novio y ese organismo a pesar de estar amparadas por el secreto, interviene como defensor de la primera dama recurriendo la admisión de la denuncia presentada contra ella. Entre tanto, el juez que acordó la apertura de las diligencias ya está en el centro de las dianas de las rotativas progresistas y hasta se publican las filias y fobias políticas de los miembros de su familia.
Los mismos que utilizan la maquinaria del Estado contra un ciudadano privado con el objetivo de hacer daño a su pareja -una adversaria política- son los que no dudan en poner esa maquinaria a disposición de la mujer del presidente. Los mismos que se quejan de los bulos contra el entorno de Sánchez, no dudan en proferirlos contra líderes de la oposición en sede parlamentaria.
Mas sería un error pensar que se trata de una mera inconsistencia, ya que realmente nos hallamos ante una cuestión conceptual: para la izquierda contemporánea, no existe la democracia fuera del marco ideológico progresista, así que urge embarcar al país en una segunda transición liderada por alguien dispuesto a «democratizar» las instituciones expulsando de ellas a la derecha. Tal y como Jesús hizo con los mercaderes del templo. El lunes, Sánchez podría dimitir o ser ungido para acometer, de una vez por todas, la republicanización de España que tanto ansía la izquierda guerracivilista de nuestro país.