Por amor al poder
«Tenemos que prepararnos para el recorte de derechos y libertades -en especial la de expresión y la de información- y para la intervención del Poder Judicial»
Pedro es un hombre enamorado, pero no de su esposa. A ella, a Begoña, no ha dudado en exhibirla impúdicamente ante el foco mediático y utilizarla para apuntalar aquello que verdaderamente anhela su corazón: el poder. Pero no un poder cualquiera, sino uno sin límites, sin cortapisas, sin contrapesos. Porque quien mucho ama acaba odiando todo aquello que se interpone en su camino.
Durante estos cinco días Pedro Sánchez no ha reflexionado sobre su permanencia al frente del Gobierno, sino sobre cómo acometer el desmantelamiento de las estructuras democráticas que le impiden llevar a término sus más íntimos deseos, sus ansias de control omnímodo. La pandemia le demostró cómo los españoles acatamos sumisamente la ilegalidad en nombre de la excepcionalidad. Sánchez ha intentado construir, a base de sobreactuación sentimental y victimización, un relato falaz y grotesco sobre las investigaciones en torno a las actividades de su mujer que le legitime para actuar contra la oposición, los periodistas críticos y, sobre todo, contra los jueces.
«Mucho más peligroso es el mensaje que ha deslizado sobre lo que está por venir: el final de las reglas del juego democrático tal y como las conocemos»
Ha sacado en peregrinación a Ferraz a militantes socialistas para que lo veneren y ha obligado a su entorno mediático a suplicarle y alabarle hasta la náusea para justificar su permanencia y, de paso, regar con patéticos elogios su narcisismo patológico. Pero por más que quieran hacer pasar lo acontecido a estas horas como un suceso épico, cuasi heroico, lo cierto es que toda la escenificación dramática sólo puede tildarse de mamarrachada abochornante.
Mucho más peligroso es el mensaje que ha deslizado sobre lo que está por venir: el final de las reglas del juego democrático tal y como las conocemos. Un «punto y aparte» a la democracia. Porque si es incapaz de respetar a su esposa, menos aún va a hacerlo con la legalidad.
Los españoles tenemos que prepararnos para el recorte de derechos y libertades -en especial la de expresión y la de información- y para la intervención del Poder Judicial. Si el enemigo son las resoluciones judiciales incómodas al poder se van a tomar medidas para que éstas dejen de producirse, las cuales pasarán por reformar el sistema de mayorías para nombrar a los vocales del Consejo General del Poder Judicial, que serán elegidos con la mayoría simple del Gobierno, en nombre de la «soberanía popular». Se cubrirán las vacantes existentes en las altas instancias judiciales con magistrados afines y se incentivarán el cuarto turno y la jubilación de los que resulten incómodos o se nieguen a sumarse al fervor sanchista. Además, se conferirá la instrucción a los fiscales, dirigidos por la batuta de un Fiscal General sumiso y complaciente con el Gobierno.
Pedro ama el poder y necesita ser amado por sus súbditos. No permitirá fisuras ni institucionales ni mediáticas que cuestionen el objeto de su afecto. Quien le discuta será debidamente disciplinado y cancelado civil y profesionalmente. Como llevo tiempo advirtiendo, el sanchismo es la versión patria del peronismo que, a diferencia de otros totalitarismos, no destruye las instituciones, sino que las coloniza y transforma para ponerlas a su servicio, disfrazando de democracia aquello que en realidad es una dictadura. Sólo el despertar de la sociedad española ante lo que está a punto de acontecer podrá evitar un daño de muy difícil reparación a la convivencia, a la Constitución y a la libertad. Si la calle calla, Pedro gana.