THE OBJECTIVE
Antonio Caño

Los locos de la motosierra

«De forma premeditada, España ha provocado un conflicto con Argentina que sirve a los intereses políticos de ambos gobernantes»

Opinión
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Los locos de la motosierra

El presidente argentino, Javier Milei. | Ilustración: Alejandra Svriz

Llevamos ya varios años sometidos al imperio de los locos de la motosierra. La política se ha hecho revanchista, pasional y tosca. Se condena la sutiliza y la prudencia, al tiempo que se ensalza la brutalidad y el aventurerismo. Cuanto más disparatada es la propuesta y más zafia su puesta en escena, más parece acomodarse al ideal de una buena parte de los votantes.

No es ninguna sorpresa ese fenómeno en Argentina, un país donde el populismo ha calado hasta los huesos y que ha soportado hasta hace poco la demagogia izquierdista más estéril de uno de los peores gobiernos conocidos. Fue ese modelo, no obstante, una de las principales fuentes de inspiración de quienes en los últimos años han dirigido el rumbo de la izquierda en España.

En Argentina, ese pésimo gobierno fue sustituido en diciembre de 2023 por otro demagogo de signo contrario que ha prometido alcanzar el mismo paraíso dibujado por sus antecesores aunque por un camino distinto: el del liberalismo, el individualismo y la competencia sin contemplaciones.

«En España, los aprendices del peronismo se mantienen. Han anidado en el viejo partido socialdemócrata y, con la colaboración de Zapatero, han aumentado su influencia en el Gobierno y han nombrado comandante en jefe al propio Sánchez»

En España, mientras tanto, los aprendices del peronismo se mantienen. Han tomado otros nombres y ropajes, pero su poder no ha disminuido. Por el contrario, han anidado en el viejo partido socialdemócrata y, con la colaboración de Zapatero, han aumentado su influencia en el Gobierno y han nombrado comandante en jefe al propio Sánchez.

De manera que los dos países son ahora un espejo en el que se refleja la misma imagen de odio y manipulación, para consternación de esa enorme comunidad de argentinos y españoles que se sienten unidos y queridos con sólo saludarse. El loco de Argentina, al menos, no se escondió: esgrimió con orgullo su motosierra y sus planes ante una nación maltrecha y dispuesta a todo. El de España, un país más confiado y tranquilo, llevaba la motosierra escondida tras la espalda y sólo ahora ha empezado a sentir la necesidad de mostrarla ante la evidencia de que sus mentiras se agotan.

Los dos han entrado de repente en una guerra de mutua conveniencia. La ha desencadenado España, el más necesitado de oxígeno en este momento, por boca de uno de los más ardorosos guerreros de nuestro particular peronismo. Y, como era de esperar, respondió de inmediato el motoserrero originario, a quien seguramente le resulta muy útil mantener en la memoria de sus compatriotas el recuerdo del gobierno pasado, dignamente representado ahora por los que mandan en la cuarta potencia de la Unión Europea.

«Que nadie piense que al ministro de Transportes y asuntos varios se le calentó la boca. Esta es una provocación calculada y de la que se esperan obtener beneficios electorales para el PSOE»

No es normal que estas cosas pasen en el mundo civilizado. Los gobiernos responsables suelen poner los intereses nacionales por encima de sus intereses particulares, muchos más cuando se trata de la política exterior y muchísimo más cuando afecta a unas relaciones históricamente tan trascendentes como las de España y Argentina.

¡Pero quién está pensando en responsabilidad y en intereses nacionales! El Gobierno español está embarcado -según palabras de su líder- en un combate contra la extrema derecha en todo el mundo y no había en el horizonte nada más jugoso para ilustrar esa pelea que el peculiar presidente argentino. Que nadie piense que al ministro de Transportes y asuntos varios se le calentó la boca. Esta es una provocación calculada y de la que se esperan obtener beneficios electorales para el PSOE. Aunque sea a costa de provocar un inmenso daño para España.

No sé hasta dónde llegará el del otro lado del Atlántico, pero el de aquí ha sacado ya sin tapujos la motosierra y medio país se siente en peligro.

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