THE OBJECTIVE
Ignacio Vidal-Folch

El regreso de Enrique Ponce

«Retomar el capote es más serio y arriesgado que la típica ‘operación nostalgia’. Si ya es temerario torear, volver a torear es redoblar la apuesta contra la sensatez»

Opinión
1 comentario
El regreso de Enrique Ponce

El torero Enrique Ponce. | Europa Press

El torero Enrique Ponce, que se despidió de los ruedos en el año 2021, después de 30 años toreando en temporadas larguísimas, anuncia su regreso.

Será, dice, sólo para 20 corridas más. Pero eso es como las copas: sólo una más y vuelvo a casa. Y a lo peor despiertas en un hotel de Pernambuco.

Dicen algunos perfiles biográficos de Ponce que ha matado 5.000 toros; a mí no me salen las cuentas, pero en fin, el caso es que un domingo, y al siguiente, y al siguiente, durante tres décadas, ha salido al ruedo. ¿Por qué ahora tiene que hacerlo 20 veces más, si, como suele decirse, «ya lo ha demostrado todo»? ¿Sólo por dinero? Me cuesta creer que no llegue a fin de mes. Supongo que vuelve por nostalgia de la gloria y del peligro.

El caso es que al anunciar su regreso Ponce ha dicho una de esas frases que a veces dicen los toreros, y que se hacen memorables por motivos obvios:

«Definiría el toreo más bien como la representación del libro de Handke: ‘El momento de la sensación verdadera'»

Esto es muy bonito, pero luego sale el toro. No es volver para cantar».

Vamos a deconstruirla:

«Esto es muy bonito»: Sólo he asistido a unas pocas corridas de toros, y ni le vi el arte –que no niego, por descontado: tengo respeto y tengo lecturas, entre ellas las de Arroyo-Stephens, que se explicaba muy bien— ni nada particularmente exaltante, sino más bien melancólico. Una estilización, elipsis y síntesis, de la vida. Según las normas clásicas, con su presentación, nudo y desenlace: entra al ruedo el bicho brioso, lleno de vida, se desarrolla un combate confuso, azaroso, empeñado y jadeante, que el hombre intenta realzar con los oropeles del traje, la elegancia del movimiento y el despliegue de coraje, y 20 minutos después, el noble bruto sale a rastras. No definiría el toreo, un ámbito de olores, sangre, miedo dolor, heces y multitud, como muy bonito…, sino más bien como la representación del libro de Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación. O el de Handke: El momento de la sensación verdadera.

«No es volver para cantar»: me gusta esta sentencia que deja las cosas muy claras y marca las distancias y jerarquías en el, digamos, mundo del espectáculo, mundo que incluye el toreo, los conciertos, el teatro y otras actividades heterogéneas relacionadas en mayor o menor medida con la creatividad artística.

«Estás vestido de luces, pisas la arena del círculo mágico, suena el pasodoble, todo espléndido, pero… sale el toro»

Uno a veces tiene la sensación de que todo es igual, todo da igual y por consiguiente todo vale lo mismo. Pero parece que opina diferente Ponce, quien, por cierto, cuando se cortó la coleta, hace dos o tres años, hizo unos pinitos como cantante –como quien con metadona trata de sustituir la heroína– pero no se le daba muy bien. Aún hay clases. Y el regreso de un torero no es comparable al regreso de Hombres G en una «operación nostalgia» de esas a la que son proclives las bandas pop. Retomar el capote es más serio y arriesgado. Si ya es temerario torear, volver a torear es redoblar la apuesta contra la sensatez.

«Pero luego sale el toro»: esas cinco palabras lo dicen todo. Sale el peligro, sale el azar, lo inesperado. Sale el toro, o sea: estás vestido de luces, pisas la arena del círculo mágico, con tu cuadrilla, suena el pasodoble, todo espléndido, pero… sale el toro.

No es volver para cantar.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D