El «pseudofango»
«Tras el dolor de Sánchez por las acusaciones, ni una explicación sobre las mismas. Ni una»
Fango es la palabra que más se lee y escucha estos días. Fango ya no es sólo esa sustancia viscosa y sucia que se encuentra en áreas pantanosas, de terrenos húmedos o de aguas estancadas. Fango es ahora, desde el falso autoencierro espiritual de Pedro Sánchez, la palabra que quiere manchar toda la vida política española. Sin embargo, el auténtico fango fue el intento de engañar a todo un país, incluidos votantes, militantes, ministros, amigos y camaradas del dolorido presidente. Fango fue ensuciar a la Casa Real en el esperpento que montó con su visita al Rey antes de decir que seguía, para que su paripé fuera todavía más creíble.
«El primer presidente en la historia de un país democrático que apostó por crear un muro contra la mitad de la población ahora quiere nuevos muros contra la prensa y la justicia»
No han sido cinco días de fango. Sánchez lleva cinco años de fango, de barro, de lodo, de cieno y de limo. Años de degradación de lo que fuera un estado de derecho o de lo que fue un país donde todos los ciudadanos eran iguales ante la ley. Degradación de un PSOE que tras 145 años ha sido fagocitado para convertirse en el Partido de Sánchez, donde nadie le critica y todos le adoran por miedo o interés. Un partido convertido en barro por una persona que además se recrea como un tirano aburrido viendo sufrir y llorar a los suyos haciéndoles creer que se va. Lo más humillante y triste no es tanto eso, como el que Sánchez les haya dejado claro que los desprecia e ignora totalmente en sus decisiones. Ni les considera, ni les consulta, ni les cuenta. Eso sí, le encanta ver cómo le aclaman como si fuera un funeral en vida, viendo lo que dice de él. Seguro que el culmen fue cuando escuchó a todos en su Comité Federal rogarle que no se fuera. Pura diversión sádica eso de jugar con todos los suyos.
Y ahora tras los cinco días de teatro se permite un paseo por sus medios afines, sí, esos que nunca le preguntaran por las informaciones publicadas sobre las actividades de su esposa, para poner en evidencia que todo lo que dijo en la carta a los ciudadanos ni siquiera lo había hablado, discutido o pactado con Begoña Gómez. Que esta más fuerte y decidido que nunca a seguir y que todo es culpa del fango y de los “pseudomedios”.
Cinco años de fango suyo y ahora intenta darle la vuelta con ese “pseudofango”. El primer presidente en la historia de un país democrático que apostó por crear un muro contra la mitad de la población ahora quiere nuevos muros contra la prensa y la justicia. Porque entre sus obras muchos piensan que fango ha sido la degradación de la Fiscalía General del Estado hasta unos niveles insoportables en un estado de derecho. Fango ha sido convertir el Código Penal en una especie de Código de familia donde desaparecen delitos como la sedición o se modifican las penas a la baja de otros como el de la malversación. Eso es barro puro. Reducir las penas por corrupción es algo que nadie imaginaba, ni esperaba, ni ha votado, ni ha querido. Es fango jurídico.
Fango pestoso y contaminante es también una ley de amnistía que rompe el estado de derecho y que se defiende desde la Moncloa con el bulo de que es la única forma de pasar página y devolver la convivencia a Cataluña. Un bulo para la realidad pantanosa que ahora vivirá dos campañas electorales. Da igual si gana Illa y por cuanto gana. Da igual porque lo que primará será hacer lo que mejor le venga a Sánchez para seguir en el poder y no en lo que mejor le venga a Cataluña.
Dice Alfonso Guerra, el hombre que ha tenido las mayores cuotas de poder nunca la historia del PSOE, que Pedro Sánchez es un autócrata y que está cavando su propia tumba. Y lo dice en una entrevista para The Times. No será de extrañar que este prestigioso medio, y otros que han criticado la maniobra teatral de Sánchez, pronto pasen a integrar el equipo de «pseudomedios» al que tanto Sánchez, como sus acólitos y sus medios amigos culpan de todo sin desmentir nada. Porque tras el dolor de Sánchez por las acusaciones, ni una explicación sobre las mismas. Ni una.
Contaba estos días, Miriam González, la esposa del exviceprimer ministro británico Nick Clegg, que si ella hubiera hecho lo mismo que Begoña Gómez en el Reino Unido la habrían quemado en Trafalgar Square. Para los que puedan escuchar por encima del fango, Miriam les confiesa que cuando su marido estaba en el gobierno tuvo que inhibirse en varias decisiones. No sólo a ella como abogada le restringieron la lista de cliente para no entrar en incompatibilidades, también le afectó a él por estar en el gobierno.
¿Se imaginan ustedes que Pedro Sánchez hubiera renunciado a estar presente en la reunión del Consejo de ministros que decidió ayudas a Globalia, la empresa que colaboraba económicamente con el máster de Begoña Gómez? ¿No? Pues no, aquí en España, no. El «pseudofango» ha hecho que casi nadie le pida explicaciones a Pedro Sánchez y a su mujer por esas actividades. No hace falta deben de pensar, todos son bulos de los llamados «pseudomedios».
Esa nueva palabra de moda que la lucida Miriam González pone también en evidencia en un brillantísimo artículo en El Confidencial. Dice que en Europa es inusual escuchar a políticos democráticos hablar de «pseudomedios». Y hace el original ejercicio de preguntar a ChatGPT, a la Inteligencia Artificial, sobre qué políticos usan con frecuencia esa palabra para despreciar, menospreciar o directamente insultar a la prensa. La respuesta de los cinco políticos que más la usan es demoledora y deja sin aliento. Por orden, primero Viktor Orbán en Hungría; Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil; Vladimir Putin en Rusia y Nicolás Maduro en Venezuela. Cinco políticos que suelen acusar a los que les critican de «pseudomedios». Cinco nombres inmensos en el deterioro democrático de sus respectivos países.
No debiera Pedro Sánchez dedicarse a generar odio contra los mensajeros, ni a insinuar o pedir ya directamente medidas de control a los medios. La mejor ley de prensa es la que no existe. La mejor ley de prensa en un país democrático está ya contenida en el Código Penal. Llevamos casi medio siglo de democracia con una Constitución que ha sido el mejor garante de la libertad de información. Si echamos la vista atrás, nada mejorará el logro de esa Carta Magna, que ha permitido todos estos años de democracia y libertad. Nuestro régimen democrático ha sabido en estos años localizar, corregir y penalizar los casos de corrupción. Y lo ha hecho gracias a una prensa libre, aún con todos sus defectos, y a una justicia, lenta, pero independiente. Entre las dos han permitido mantener vivos y activos los controles al poder. Por eso es urgentísimo, de primera necesidad, el desbloqueo por parte del PP y también del PSOE, no se olvide, de la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).
No permitamos que llamen fango a todo lo que provenga de los medios. La prensa nació para denunciar y controlar. Y cuando alguien piense que se ha extralimitado o mentido o calumniado o afectado al honor, que no dude en acudir a los juzgados. Este discurso de Sánchez nos lleva a un «pseudofango» muy peligroso porque todo lo ensucia y oculta y nada explica.