Menosprecio
«El separatismo es hoy un buen negocio y el constitucionalismo español una fuente de sacrificios y frustraciones»
El pasado jueves 25 ya empezábamos a mordisquear con angustia o fruición el hueso rancio de su posible renuncia que nos había arrojado Pedro Sánchez. Pero tranquilos, que ahora no les voy a hablar de esa opereta: de nada, a mandar, oigo suspiros de alivio. Ese mismo jueves estuve en una mesa redonda encuadrada en el II Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo, subtitulado “Comprometidos con la Memoria”. Me acompañaban tres mujeres a las que admiro profundamente: Ana Iribar, viuda de Gregorio Ordóñez, María San Gil, incansable luchadora por la democracia en Euskadi, y Carmen Ladrón de Guevara, formidable abogada de la AVT. Corrijo mi frase anterior: era yo quien las acompañaba a ellas. A nuestro diálogo asistía un público principalmente formado por jóvenes (estábamos en la Universidad CEU San Pablo), y se suscitaron las preguntas habituales, como: ¿Por qué Bildu, a pesar de las complicidades criminales de su pasado no tan remoto, ha obtenido en las últimas elecciones tan buenos resultados?, ¿Acaso quienes les votan, sobre todo menores de cuarenta años, no conocen la sanguinaria historia reciente del País Vasco? Por mi parte les di las respuestas que me parecen obvias, aunque no sean las más habituales.
Los votantes vascos, jóvenes o menos jóvenes, son como el resto de los españoles y por tanto conocen deficientemente la historia de su país. Pero saben bastante bien lo que fue ETA y a que se dedicaba, lo mismo que no ignoran quienes son sus herederos políticos. Lo que ocurre es que no le dan mayor importancia: al contrario, consideran que aunque los medios no fuesen todo lo limpios que sería de desear, el resultado merece la pena. Ahora cuentan con todas las ventajas de un separatismo no sólo tolerado y aceptado sino hasta premiado por el Estado central: ventajas electorales, ventajas fiscales, ventajas laborales, ventajas empresariales y ventajas políticas ya que de ellos depende la estabilidad del Gobierno. ¿Por qué no van a votar nacionalista, incluso el más radical, si de ello pueden a obtener buen provecho? Nadie debe temer ni el menor perjuicio por declararse vasco a tope, exclusiva y excluyentemente vasco, separatista convencido aunque aplazado de momento (estamos entre excuras e hijos de curas, para ellos la independencia efectiva es como el cielo, una condición beatífica a la cual, en vista del camino que hay que recorrer para disfrutarla, no tienen prisa por llegar).
«Estoy apasionadamente del lado de las mujeres valientes en política que se enfrentan a terroristas y dictadores en lugar de contentarse con apedrear a ese cómodo tentetieso de feria, el heteropatriarcado»
En cambio, votar a partidos españoles (el PSE no cuenta, claro) es incómodo, puede ser perjudicial y hasta peligroso, según las circunstancias… De modo que para la mayoría de los vascos, plenamente españoles en el arte de rehuir los incordios y adoptar al menos coram populo la ideología más rentable, la opción política está cantada. Gora Euzkadi askatuta! En resumen, el separatismo es hoy un buen negocio y el constitucionalismo español una fuente de sacrificios y frustraciones: no hace falta ir más lejos para explicar el resultado de estas elecciones… y de las que vendrán.
Entre los asistentes al acto estaba la política colombiana Ingrid Betancourt, que permaneció más de seis años secuestrada por las narcoguerrillas FARC y después de liberada fue galardonada con el premio Princesa de Asturias. Está promoviendo la candidatura al mismo galardón de María Corina Machado, la valerosa política venezolana que contra viento y marea encabeza la oposición al dictatorial Maduro en su país. Vino a pedir mi firma para la carta de apoyo a la solicitud, que le dí con todo gusto. Estoy apasionadamente del lado de las mujeres valientes en política que se enfrentan a terroristas y dictadores en lugar de contentarse con apedrear a ese cómodo tentetieso de feria, el heteropatriarcado. Me parece muy justo que Ingrid Betancourt obtuviera el importante galardón, lo mismo que es un acierto este año habérselo dado a la cineasta iraní Marjane Satrapi, que lucha artísticamente contra los abominables ayatolás que tiranizan a las mujeres y encima financian a Pablo Iglesias. Y por supuesto estaría muy requetebién premiar a la esforzada María Corina Machado, cuyo coraje debería hacer sonrojarse a los viles zapateros que corren a cuatro patas por este mundo.
Pero de pronto se me encendió una bombilla sobre la cabeza, como en los tebeos, y me hice la pregunta que venía al caso. ¿Por qué nunca habían obtenido esa alta distinción española, antes Príncipe y ahora Princesa, ninguna de las tres insignes mujeres españolas que me acompañaban esa tarde en la mesa para debatir sobre víctimas del terrorismo? Ni tampoco Maite Pagazaurtundua, ni Rosa Díez, ni Consuelo Ordóñez, ni lo obtuvo en su día la ya fallecida Ana María Vidal-Abarca, fundadora de la importante agrupación Víctimas del Terrorismo, que las visibilizó y les proporcionó influencia social. ¿Qué pasa, es que para la Fundación que concede esos premios la resistencia contra el terrorismo, el separatismo obligatorio, sus crímenes ayer y su rentabilización política hoy no tiene tanto glamour como otras causas extranjeras? ¿O es que resultará menos conflictivo y publicitariamente más seguro premiar a las de fuera que a las nuestras, porque aquí todavía tenemos en los parlamentos autonómicos y hasta en el Parlamento Nacional a representantes de esas plagas? En fin, prefiero no darle más vueltas para no amargarme más la vida.