THE OBJECTIVE
Román Cendoya

Ruina moral vasca

«Que Bildu pueda llegar a ser la fuerza con mayor representación en el Parlamento vasco no es culpa de ellos, es responsabilidad de todos los demás»

Opinión
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Ruina moral vasca

Ilustración de Alejandra Svriz

Es todo un escándalo que los candidatos del PNV y PSE se hayan soliviantado porque el candidato de EH Bildu no haya condenado a ETA y, usando la tradicional terminología batasuna, haya dicho que: «ETA fue un grupo armado. Afortunadamente ETA no existe y a partir de aquí podemos construir el futuro y la memoria de una forma mucho más compartida y con respeto a todas las víctimas». No hay razón para tanto aspaviento y tanta crítica. EH Bildu es coherente y mantiene su trayectoria. El PSOE es indigno y hace el ridículo cuando asegura que «EH Bildu es incompatible con la democracia». ¿Se enteraron ayer? Pedro Sánchez es quien amplió la dictadura, mediante la Ley de la Memoria Democrática, hasta 1983, cuando era presidente del Gobierno Felipe González (PSOE), para otorgar a ETA una presunta justificación histórica de su actividad terrorista. Pedro Sánchez y el PSOE son socios de Bildu. Pedro Sánchez es presidente gracias a «un partido incompatible con la democracia». Según lo afirmado es obvio que no tiene legitimidad democrática para continuar en el poder. 

El hecho, que algunos ya adelantamos el pasado noviembre, de que EH Bildu pueda ganar este domingo las elecciones vascas no es culpa de ellos. Objetivamente será su mérito y su éxito. Su victoria será la culminación de un proyecto político —repugnante por criminal— de conquista del poder para el que han sido capaces de utilizar todos los medios posibles: el asesinato, los secuestros, las extorsiones, exiliados… todo lo que haya hecho falta. Todo.

Que EH Bildu pueda llegar a ser la fuerza con mayor representación en el Parlamento vasco no es culpa de ellos, es responsabilidad de todos los demás. Ahora bien, las culpas de ese fracaso social, moral y ético no son ni iguales, ni homogéneas.

El mayor responsable de esta realidad es el EAJ-PNV. Ese partido nazionalista, la derecha extrema vasca, que siempre pensó que los gudaris, «los chicos de la gasolina»… eran sus lacayos, los empleados, los que les agitaban el árbol para que ellos recogieran las nueces. Xabier Arzalluz —ese personaje deleznable y abyecto, origen del desastre al que está abocado su partido— decía que «el PNV nunca aceptaría la derrota de ETA». Y así ha sido. No quisieron derrotarla y, es más que probable, que el domingo se convierta en su heredera política. EH Bildu, que lidera el exjefe de ETA Arnaldo Otegi, va a suceder en el poder al PNV.

El PNV fue el que, asustado por la reacción del pueblo vasco, primero ante el asesinato de Gregorio Ordóñez y después con el cruel secuestro y ejecución de Miguel Ángel Blanco, paró la criminalización social y la liquidación de ETA. El PNV es el cómplice de que, por su financiación presuntamente legal, los empresarios vascos tuvieran un salvoconducto del mal llamado «impuesto revolucionario», si contribuían y financiaban el partido. El PNV ha vivido, durante cuarenta años, de vender en Madrid que él era el instrumento necesario para tener controlada a ETA bajo toda la sopa de letras con las que la organización terrorista se ha ido adaptando al momento político: Herri Batasuna, Euskal Herritarok o Euskal Herria Bildu. Siempre con las siglas HBE.

«El PNV necesitaba que cientos de miles de vascos abandonáramos el territorio para mantener su hegemonía»

El PNV fue copartícipe de la estrategia de ingeniería social de eliminar a todo aquel ciudadano que no fuera sumiso al nazionalismo vasco. El PNV necesitaba que cientos de miles de vascos abandonáramos el territorio para mantener su hegemonía a través de la desaparición de nuestros votos. El PNV es un partido de derecha extrema —burgués, tradicionalista, conservador, clerical y supremacista— que supo convertirse en el comodín imprescindible de los gobernantes de Madrid. Su mentira ha llegado tan lejos que, siendo lo que son, Pedro Sánchez, Bolaños y Francisco Javier López Álvarez —alias Patxi— lo consideran un partido progresista. El típico socio de la izquierda. 

El PSOE, que tiene tantas víctimas de ETA en su historia, dejó de ser un partido de izquierdas con José Luis Rodríguez Zapatero para convertirse en una máquina de poder, al margen de la ética y de cualquier principio. El muerto al hoyo y el presidente a la Moncloa. Con Zapatero, Equiguren y con Alfredo Pérez Rubalcaba, el cómplice con la banda terrorista en el caso Faisán, cambiaron para pasar del lado de las víctimas a asociarse con los victimarios. Con Pedro Sánchez han pasado a la obscenidad histórica de ser socios. A Sánchez siempre le perseguirá su fotografía en La Moncloa sentado con la jefa del comando Aizpurua que es «incompatible con la democracia».

En esta realidad fue necesario el cobarde de Mariano Rajoy, maniatado por Rubalcaba por su presencia en papeles, listas de viajes y otras regalías de la corrupción de su partido. Rajoy, además de oficializar la «vía Nanclares» para excarcelar etarras, con Soraya Sáenz de Santamaría, no quisieron devolvernos los derechos políticos de voto en nuestro territorio a los exiliados vascos. Un proyecto de ley que era absolutamente constitucional.

Así hemos llegado a la situación actual. El candidato de Bildu, Pello Otxandiano, esté donde esté, haga lo que haga, tiene como sombra al exjefe de ETA Arnaldo Otegi. Su eslogan de campaña lleva una «E» atrofiada que tiene el perfil de la serpiente del logotipo de la banda terrorista. Tanta ETA ha llevado a Otxandiano ante su primer problema de campaña por no calificar a ETA como organización terrorista. Después de tanto blanqueamiento por parte del Gobierno, de los esfuerzos de Jordi Évole y de todas las terminales mediáticas, cómo se le puede exigir que llame a ETA organización terrorista. Otxandiano es el producto de la realidad creada por Pedro Sánchez y sus acólitos que le están llevando a la victoria en el País Vasco.

«Ortuzar tiene todas las papeletas para pasar a la historia como el inútil que se cargó la hegemonía del PNV en el País Vasco»

Ver a Ortuzar mendigar votos y reivindicar el saber gestionar del PNV es toda una humillación. Ampararse en la supuesta «agenda oculta» de EH Bildu es patético. Qué ridículo llegar a esta situación. Ortuzar tiene todas las papeletas para pasar a la historia como el inútil que se cargó la hegemonía del PNV en el País Vasco. Ése es el precio de ser un acomplejado cashero al que le han hecho creerse que era progre. La original forma de cobrarse políticamente el mantener a Pedro Sánchez en La Moncloa va a ser perder el poder. Ortuzar se cargó al lehendakari Urkullu y de paso la lehendakaritza.

El PSOE, a través de su candidato Eneko Andueza, más que escandalizado porque Otxandiano no condene a ETA, concurre a las elecciones con el falso eslogan que reza: «Vota al que elige». El PSOE ya ha elegido. Por la pasta gobiernan con el PNV. Por su radicalidad son tan de Bildu que, a pesar de ser «incompatibles con la democracia», acaban de entregarles la alcaldía de Pamplona. El suceso imposible al que se enfrenta Sánchez es que, siendo capaz de todo, lo que no puede es nombrar a dos lehendakaris a la vez.

Lo más importante del lamentable panorama político vasco es que puede cambiar. El 30% de los vascos se declaran indecisos. No saben qué votar cuando sólo hay tres alternativas. Votar la ruptura y radicalidad que representan EH Bildu, el PSOE y el PNV. Siendo uno de ellos “incompatible con la democracia» votan juntos y hacen lo mismo desde la moción de censura del 31 de mayo de 2018. Votar al Partido Popular que representa el Estatuto de Guernica, los derechos históricos, el Concierto Económico… todos esos beneficios que otorga la Constitución Española de 1978 a la Comunidad Autónoma del País Vasco o, irresponsablemente, optar por la abstención. El resultado final del domingo será el que determine hasta dónde llega la ruina moral de la sociedad vasca. Una sociedad cuya moral, a pesar de todo, está muy por encima de la demostrada por el PSOE, el PNV y EH Bildu.

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