Y después de Sánchez, ¿qué?
«El numerito de Sánchez plantea una pregunta que se ha abierto paso en medio del vacío de liderazgo visto en el PSOE sin la alargada sombra del inquilino de la Moncloa»
El PSOE, ya saben, el partido más sistémico de nuestra democracia hasta la llegada de Pedro Sánchez, cumplió esta semana 145 años desde su fundación en la Casa Labra de Madrid por parte de un grupo de obreros, profesores y tipógrafos acompañados por unos pocos intelectuales convencidos de que dada la situación política y social en España, la clase obrera necesitaba de una herramienta que sirviera para organizar la lucha y encauzar la participación institucional de unas masas populares obligadas a acatar los dictados de los poderosos sin poder levantar la voz.
A lo largo de esos 145 años el partido de los socialistas españoles ha tenido todo tipo de líderes a su cargo, desde los primeros Pablo Iglesias, Andrés Saborit y Largo Caballero hasta los últimos: Felipe González, Joaquín Almunia, José Luis Rodríguez Zapatero, Alfredo Pérez Rubalcaba y Pedro Sánchez.
Una lista de veinte nombres nacidos a lo largo de todo el país con orígenes sociales diferentes, ideologías que iban del marxismo más cejijunto hasta la socialdemocracia más europea y avanzada e incluso visiones de España tan distintas que en él convivieron al mismo tiempo desde los jacobinos más centralistas hasta los federalistas más centrífugos.
«La operación de Sánchez debe abrir un proceso de reflexión que necesariamente ha de responder preguntas: ¿puede un partido estar al albur de los brotes abandonistas de su líder? ¿Existen posibilidades de que este bochorno se pueda repetir?»
Veinte líderes que las pasaron de todos los colores en con las sucesivas prohibiciones del partido, el paso a la clandestinidad, una guerra civil, condenas a cárcel al destierro e incluso fusilamientos sumarísimos por parte de la dictadura franquista.
Veinte líderes de los que solo uno de ellos se ha tomado cinco días de supuesta reflexión para decidir si el partido merecía contar con su providencial liderazgo.
Una operación que más allá de su desastroso resultado en términos de imagen y credibilidad para su propio perpetrador y para el partido que dirige, de radicalización de una parte (la más ruidosa) de su militancia y de exacerbación de la polarización de sus votantes debe abrir un proceso de reflexión que necesariamente ha de responder tres preguntas:
La primera: ¿puede un partido estar al albur de los brotes abandonistas de su líder?
La segunda: ¿existen posibilidades de que este bochorno se pueda repetir?
Y la tercera, que seguramente no estaba en el guión pero que se ha terminado abriendo paso en medio del despropósito generado por el numerito y del vacío de liderazgo y de cuadros que se ha podido ver en el PSOE cuando se ha apartado la alargada sombra del inquilino de la Moncloa: y después de Sánchez, ¿qué?