La vuelta al orden de Puigdemont
«El líder de Junts puede ser tan radical como pragmático y es consciente de que en su partido hay un clamor general para volver a ser el PNV catalán»
Hubo un tiempo en que la llamada nueva política pensó que podía cambiarlo todo, desdeñando la importancia del factor humano. El propio Pablo Iglesias reconoció al periodista Enric Juliana, en su libro-entrevista Nudo España que no fue hasta su entrada en política que se dio cuenta de la importancia del «componente humano». Algo que tiempo atrás habría despreciado por su «formación marxista».
«No todo es infraestructura, superestructura e intereses de clase», admitía Iglesias. Su descubrimiento, algo adanista, no es nuevo para quienes, sin entrar en política ni interpretar el mundo con los ojos de una ideología caduca, se han interesado por la trayectoria política de distintos líderes políticos, desde Gerry Adams hasta Carles Puigdemont.
El inexorable paso del tiempo, o el anhelo a una vida tranquila y cómoda, puede explicar incluso la renuncia a la lucha armada. Los líderes envejecen y a menudo no les compensa seguir en la clandestinidad. Es el hecho biológico, las leyes naturales, por encima de cualquier historicismo.
Si bien el Gobierno de Sánchez ha elevado a Puigdemont como actor protagonista de su acción política, no es menos cierto que el líder de Junts ha logrado sobrevivir al frente de su espacio político por su capacidad de adaptarse. Puede ser tan radical como pragmático, según lo que se requiera. Y es consciente de que, purgados los borrasistas, en su partido hay un clamor general para volver a ser «el PNV catalán». También la sociedad catalana está cansada.
«El nacionalismo mantendrá la ingeniería social y su programa de máximos»
Más allá del papel de la justicia en la derrota del procés o de la eventual amnistía, su anhelo de volver a España se explica en gran medida por el factor humano. Puigdemont ha teñido su campaña de azul convergente, se ha entrevistado con la patronal catalana y habla de sequía, inmigración o fiscalidad como quien ya pasea con naturalidad por las calles de Cataluña. Consciente de los nuevos tiempos. También mantiene la retórica independentista, sentimental, y en el horizonte político vislumbra un nuevo referéndum secesionista. Ya sea como señuelo electoralista o convicción política.
El nacionalismo mantendrá la ingeniería social y su programa de máximos, en la coyuntura actual de forma más platónica que de facto. Pero Puigdemont, si regresa y hay amnistía, ya ha cumplido. Seguirá como presidente de una Generalitat autonomista o se irá a Gerona a descansar.