La hora de Europa
«Un cambio en el equilibrio de las fuerzas europeas en las elecciones del 9 de junio puede dificultar aun más la aprobación de las reformas que la UE necesita»
La Europa de la acción; no de la reacción. La Unión Europea se ha ido construyendo a golpe de crisis, como acertó en pronosticar uno de sus padres fundadores, Jean Monnet. Pero no sólo. Jacques Delors, fallecido el pasado mes de diciembre y el gran de arquitecto de la Europa de hoy, supo tomar iniciativas para avanzar en la integración económica, social y política de la Unión: el Mercado Común, los Fondos de Cohesión, el programa Erasmus, la Europa de los ciudadanos. Todos esos avances no fueron fruto de circunstancias adversas sino de la colosal voluntad del francés, capaz de convencer a los líderes europeos de entonces, ya fuera Felipe González, Helmut Khol, François Mitterrand o incluso la díscola, pero no euroescéptica Margaret Thatcher, de que, pese a sus enormes diferencias, todas esas propuestas valían la pena para avanzar en la construcción de la Unión.
A diferencia de esa época, hoy Europa se deja arrastrar por la inercia. Y lleva años perdiendo peso frente a otros grandes actores internacionales. Enrico Letta, director hoy del Instituto Jacques Delors, reivindicó esta semana en Madrid el legado del francés: «Europa debe avanzar por la vía de la acción y no sólo la de la reacción». El exprimer ministro italiano participó junto al expresidente Felipe González, el jefe del gabinete de Delors, Pascal Lamy, la exministra de Exteriores, Arancha González Laya, y el director del Centre for European Reform, Charles Grant, en un acto de homenaje al gran artífice de la construcción europea organizado por la Fundación Felipe González, el real Instituto Elcano, la Asociación de Periodistas Europeos, la Fundación Alternativas, el European Council on Foreign Relations, Movimiento Europeo y la Fundación Carlos de Amberes, en cuya sede se celebró el encuentro.
Allí el italiano defendió alguna de las propuestas recogidas en el informe sobre el Mercado Común que ha elaborado por encargo del Consejo Europeo. ¿Estamos condenados al declive? Si Europa se deja llevar por la inercia y no actúa, Letta cree que sí. Las razones del ex primer ministro para reformar el mercado único son inapelables: «Cuando el mercado común se creó, la UE aún no existía, Alemania no estaba reunificada, China e India representaban el 4% de la economía mundial». Hoy, esas dos potencias representan el 25% del PIB global y el mundo ha cambiado radicalmente. «En un mundo pequeño, los países europeos eran grandes países. En el mundo grande de hoy, son medianos y pequeños países». Hace 15 años la economía de la UE llegó a pesar un 10% más que la de EE UU. En 2022 era un 23% menor. El PIB de la UE en ese periodo (incluido el Reino Unido antes del Brexit) creció un 21% (medido en dólares), comparado con el 72% que avanzó EEUU y el 290% que creció China.
Y en la gran industria que está transformando el mundo, la tecnológica, no hay una sola compañía europea entre los 20 primeros puestos de la clasificación de las mayores del mundo en términos de capitalización bursátil . Y sólo en la clasificación general, aparece LHMV, una compañía dedicada al sector del lujo, en el puesto 20. Europa representa el 6% de la población mundial, el 18% del PIB mundial y concentra el 50% del gasto social. El modelo es envidiable, pero de poco sirve si está abocado a ser insostenible. Y su población es la que más rápidamente envejece: la tasa media de natalidad es de las más bajas del mundo y su política de inmigración es muy restrictiva. A lo que se añade una huida de talento preocupante. La conclusión de Enrico Letta: «Es una sociedad en decadencia por pura demografía».
Las sucesivas recientes crisis, desde la de la pandemia a la energética derivada de la invasión rusa de Ucrania, han servido además para poner en evidencia las grandes carencias de la UE: su falta de autonomía energética, tecnológica y de defensa, así como las dificultades para crear grandes empresas que compitan con otros jugadores de peso internacionales, especialmente en sectores claves como la tecnología. Para Letta, una mayor integración de los mercados financieros, de la política energética y de la industria de telecomunicaciones es una cuestión vital para la seguridad económica de la UE. El diagnóstico está claro. Las recetas para que Europa sobreviva en la economía global parece que también. Además, Mario Draghi, el salvador de la unión monetaria durante la crisis de la deuda soberana europea en 2012, presentará en breve (previsiblemente en junio) un ambicioso plan de competitividad para la UE encargado por la Comisión Europea que se prevé sirva para complementar las recomendaciones de Letta.
«La UE aprendió la lección con la pandemia. ¿Pero es ese esfuerzo suficiente para sobrevivir en el nuevo orden económico mundial?
La pandemia demostró la capacidad solidaria de la UE para poner en marcha una eficaz campaña de vacunación, aprobar los fondos Next Generation para ayudar a los países más afectados por el shock económico, financiados en parte con la emisión por primera vez en la historia de la Unión de los eurobonos, un tema tabú hasta entonces, y aceptar un periodo de laxitud fiscal para hacer frente a los efectos de esa crisis y de los provocados después por la Guerra en Ucrania. Un cambio radical frente a las recetas aplicadas en la crisis de 2008-13. La UE demostró haber aprendido la lección. ¿Pero es ese esfuerzo suficiente para sobrevivir en el nuevo orden económico mundial?
Felipe González apoyó la propuesta de reforma del italiano. «Somos capaces de regular lo que hacen otros, pero no somos capaces de hacerlo nosotros. ¿De qué sirve ser campeones nacionales en Francia o en Alemania? Si se trata de grandes empresas mundiales, no hay ni una europea», se lamentó. Delors puso en marcha un mercado único que dio libertad al movimiento de capitales, de bienes y servicios, de los ciudadanos y al establecimiento de las empresas en el territorio europeo. A esas cuatro libertades falta ahora sumar una quinta, dijo Letta: «Todo lo que es intangible en la economía del siglo XXI: la innovación, la investigación y el talento»
En 2010, fue también otro italiano, Mario Monti, el encargado de presentar un plan para reformar el Mercado Común. Sus recomendaciones cayeron en saco roto. ¿Qué nos puede hacer pensar que esta vez las propuestas de Letta o el plan aún por conocer de Draghi no correrán igual destino? La falta de un liderazgo comparable al de Delors o al de los jefes de Gobierno europeos de entonces no invitan al optimismo. El ascenso de la extrema derecha euroescéptica y poco proclive a ceder la soberanía nacional a los órganos de decisión europeos tampoco.
De ahí la importancia de los resultados de las elecciones europeas del próximo 6 a 9 de junio. Si hasta ahora los pactos transversales en el Parlamento Europeo entre conservadores, socialdemócratas y liberales, impensables por desgracia en la mayoría de los parlamentos nacionales de los Estados miembros, han ayudado a sacar adelante las leyes necesarias para avanzar en esa integración, un cambio en ese equilibrio de fuerzas puede dificultar aún más la aprobación de las reformas valientes que necesita la UE para evitar que su peso económico siga menguando y se convierta en un actor cada vez más irrelevante en el nuevo orden mundial. Es la hora de Europa.